Tenemos escuelas donde aprendemos lenguaje, matemáticas y otras materias básicas. También universidades y centros educativos que nos enseñan un oficio o profesión. Pero no tenemos una escuela que eduque y cultive nuestro talento.
Como padres o educadores aspiramos a que nuestros hijos sean felices conectando su pasión, vocación y potencial con su profesión. Un deseo que se ve frustrado por la rigidez de un sistema educativo que fue diseñado para producir trabajadores en serie para alimentar la maquinaria productiva de las industrias, las empresas y la administración.
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