Todos los actores que forman parte del sistema educativo trabajan bajo presión: el estudiante bajo la presión de la familia y del profesor para la consecución de los resultados académicos; la familia bajo el apremio y las privaciones económicas para costear los estudios de los hijos; el profesor bajo los estándares fijados por las autoridades educativas, el centro, las familias y la desmotivación de los estudiantes…
El director del centro vive con el “aliento en el cogote” de la comunidad educativa (estudiantes, padres, profesores, personal no docente) y las exigencias de las autoridades regionales; el consejero y el director general bajo la presión constante de los centros educativos, estudiantes, profesores y el presidente que les puso en el cargo; el presidente regional acuciado por todos los anteriores, la opinión pública y el ministerio de educación; el ministro sobrevive con el corazón en un puño bajo la presión constante de los consejeros regionales, los diferentes actores de la comunidad educativa nacional y la evaluación del presidente del gobierno que le nombró; el presidente del gobierno zozobra asfixiado por las exigencias de los actores educativos organizados de todo el país (sindicatos, estudiantes, profesores, centros educativos, universidades…), además de las embestidas diarias de los medios de comunicación, los lobbys, la oposición política, la de su propio partido, la de los votantes y la de los organismos supranacionales a los que pertenece el país con sus reclamos, recomendaciones y varas de medir.
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