Cinco competencias clave para el alto desempeño que no logré enseñar a mis hijas.

Cuando uno mira las competencias en las que se enfoca el sistema educativo (memorizar y repetir información, seguir reglas y patrones, aprender respuestas enlatadas…) y lo contrapone con las habilidades esenciales para desenvolverse de manera plena en la vida, corre el riesgo de entrar en pánico. Lo peor de todo es que estas prácticas inútiles acaban instalándose como hábitos intelectuales difíciles de desmontar, entrando en conflicto con la apropiación de otras competencias clave como darse permiso, pensar en grande, inventar posibilidades, hacer promesas valiosas y pedir de manera efectiva.

Ante esto, alguien podría decirme eso de que en casa del herrero cuchillo de palo, y no le faltaría razón. Pero la inercia de la escuela y el entorno es tan grande, que puede causar estragos y dejar secuelas de por vida en las personas. Pese a ello no podemos renunciar a intentarlo una y otra vez, ya que tarde o temprano descubriremos que lo que está frenando nuestro potencial para el desarrollo de la creatividad, la innovación, el emprendimiento, el liderazgo, el talento o el desempeño profesional son ciertos hábitos automáticos e incompetencias que nos enseñaron en la escuela. 

1. Aprender a darme permiso.

La puerta que nos abre o cierra a posibilidades en la vida reside en el cultivo del automandato personal, en el

entrenamiento para darnos permiso que nos permita hacer cosas valiosas poniendo en uno mismo el centro de control de su vida. Y a hacerlo de manera ponderada y respetuosa con los demás desde el cultivo de la ética y los principios.

2. Aprender a pensar en grande.

Nuestros proyectos e iniciativas podemos pensarlas en grande o en pequeño, hacerlo en uno u otro plano depende de nosotros. Si pensamos algo en grande y actuamos en consecuencia, estamos creando el campo y la energía emocional para disfrutar de la apasionante aventura que es la vida. Si aprendemos a introducir en la ecuación de nuestros planes a los demás, estamos en la senda de vivir con plenitud y dejar un legado.

3. Aprender a descubrir e inventar posibilidades.

Las posibilidades no son chispas de la

fortuna que nos tocan con su destello mágico, son millones de cursos de acción que se están abriendo permanentemente ante nuestros ojos fruto de los cambios frenéticos que emergen cada día. Pero también, y más importante, son mundos nuevos que inventamos con los demás en el manejo del conversar productivo (escucha activa, declaraciones, juicios fundados, promesas, pedidos, ofertas).

4. Aprender a hacer promesas valiosas.

Cuando hago una promesa valiosa a otra persona, estoy creando un vínculo duradero con ella, abriendo un futuro inédito y trayendo un bien para la otra persona y una oportunidad de futuro para mí. El acto de prometer es una fuente de riqueza que nos da poder.

5. Aprender a pedir de manera ponderada.

Cuando honro mis promesas estoy legitimado para poder pedir a los demás que hagan algo para mí desde una transacción justa. Cuando armonizo promesas y pedidos me convierto en un creador de oferta, con lo que tendré en mis manos una herramienta perpetua para ganarme la vida.

¿Por qué es tan difícil desarrollar estas competencias que pueden parecer simples?

Darse permiso, pensar en grande, crear posibilidades, hacer promesas y pedidos de manera correcta, tiene más valor en la actualidad que hacer una carrera. Desde el dominio de estas prácticas podemos convertirnos en personas creadoras de riqueza revolucionaria y valor infinito.

No me resigno en el intento de enseñar estas habilidades a las personas que quiero. Siendo consciente de que para implantar una práctica nueva, hay que desarmar y desaprender muchas prácticas viejas instaladas en nuestra mente como si fueran dogmas de fe, radicando ahí la dificultad del proceso.

Lo que aprendimos en la escuela y el entorno implica desmontar hábitos interpretativos y complejos procesos sensioromotores a nivel neuronal (desaprender). Pasos que hay que volver a repetir para instalar las nuevas prácticas siguiendo el esquema de Piaget (aceptación – asimilación – acomodación).

Como decía Einstein, es más difícil desintegrar un prejuicio que un átomo. Y nuestra mente está llena de prejuicios que la escuela esculpió en nuestro cerebro de manera indeleble para convertirnos en pobres de mente y espíritu.

Adelante!!!

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