Extremadura: 3 años perdidos en la carrera de la Inteligencia Artificial

En 2022, Extremadura hizo algo que muy pocos vieron venir: lideró, por unos meses, la carrera española hacia la Inteligencia Artificial. Lo hizo con el Decreto-ley 2/2023 de 8 de marzo, una norma pionera —la primera de su tipo en todo el país— que situó a la región en el escaparate nacional como territorio adelantado a su tiempo. Los principales medios no tardaron en reconocerlo: El País habló de una Extremadura decidida a regular la IA para atraer economía digitalElDiario.es destacó su ambición para declarar de interés general iniciativas privadas estratégicas. Por un instante fugaz, estuvimos donde siempre soñamos estar: en la vanguardia, abriendo camino mientras otros aún miraban de soslayo esta nueva realidad.

Pero aquel impulso quedó detenido. El Decreto-ley, que debía haber sido el motor de un proyecto histórico, lleva casi tres años durmiendo en un cajón. Y el tiempo, en esta era acelerada, no perdona. La Inteligencia Artificial no avanza: arrolla. No espera a nadie. Y mientras el mundo progresa a una velocidad desconocida en cualquier otro periodo histórico, Extremadura —una tierra que ya supo liderar la revolución de la sociedad de la información— corre ahora el riesgo de quedarse en el vagón de cola de la mayor transformación tecnológica de la humanidad.

La región no puede permitirse esta pausa. No es un lujo: es una amenaza. En la era de la IA, quien no actúa queda excluido. Y cada mes perdido equivale a un año real en términos de competitividad, empleo, autoestima colectiva y futuro.

Extremadura tiene aún la oportunidad, pero el margen se ha estrechado al mínimo.

La Inteligencia Artificial es clave para nuestro futuro

La Inteligencia Artificial no es una moda ni un juguete tecnológico: es la piedra angular sobre la que se está reescribiendo el destino de las sociedades. Si Extremadura quiere un lugar digno en el futuro, debe entender que la IA atraviesa todas las capas de nuestra vida: la educación de nuestros hijos, el cuidado de nuestros mayores, la salud, el empleo, la renta del campo, la competitividad de las empresas, la seguridad, la igualdad territorial, la eficiencia administrativa y hasta nuestra capacidad para comunicarnos con cualquier persona del planeta. Todo lo que somos —y todo lo que seremos— se decide en esta revolución que avanza en silencio y a velocidad vertiginosa.

Y si estas razones parecen pocas, podría añadir mil más. Literalmente. La IA va a impactar en cada rincón de nuestra vida cotidiana: acceso a servicios financieros; teletrabajo desde cualquier pueblo; telemedicina aplicada; educación personalizada; ocio inmersivo; automatización; conducción autónoma; prevención del fraude; anticipación de riesgos; transporte seguro; ahorro de tiempo; asistencia creativa en escritura, diseño o música; programación asistida; personalización de servicios; ciberseguridad avanzada… incluso ayudarte a encontrar pareja. No es una lista futurista: es una realidad presente.

Y si quisiéramos profundizar aún más, podríamos añadir otro millar de argumentos que afectan al porvenir de las próximas generaciones: lucha contra el cambio climático, incremento de la producción de alimentos, nuevos fármacos, eficiencia energética, distribución inteligente de renovables, sistemas educativos universales y accesibles.

La Inteligencia Artificial debe ocupar el centro de la agenda política

La Inteligencia Artificial no es un asunto técnico: es una prioridad política, civilizatoria y existencial. Afecta al empleo, a la economía, a la educación, a la democracia, al modelo productivo, a las libertades públicas, a la salud mental, a la cohesión territorial y hasta al sentido mismo de lo humano. Y, sin embargo, sigue relegada a un rincón secundario de los parlamentos, escondida entre trámites, discursos burocráticos y una desconexión preocupante de quienes deberían estar liderando esta transformación.

En un mundo impulsado por la IA, las fuerzas democráticas siguen atrapadas en debates de superficie mientras las grandes decisiones se toman en otros lugares: en Silicon Valley, en Shenzhen, en los laboratorios de las grandes tecnológicas y, cada vez más, en gobiernos poco amigos de la libertad. Nos jugamos demasiado para seguir instalados en esta irresponsabilidad. Si la política no coloca la IA en el epicentro de su acción, perderá contacto con la realidad y con sus propios ciudadanos.

La IA debería ser el primer punto de las agendas de gobierno, monopolizar comisiones parlamentarias, generar pactos de Gobierno, movilizar universidades, empresas, municipios y organizaciones sociales. Debería abordarse con la misma urgencia con la que se encaró la industrialización o la transición energética. O incluso más: porque esta revolución es más veloz, más profunda y más irreversible que cualquiera anterior.

La política tiene la obligación de mirar de frente este nuevo tiempo y asumir que estamos ante un cambio total: cómo producimos, cómo aprendemos, cómo votamos, cómo nos relacionamos y cómo vivimos. La IA no es un capítulo dentro de un programa electoral; es el marco completo en el que se escriben todos los capítulos.

Si Extremadura quiere situarse en la senda del progreso, debe entender algo elemental: no se puede gobernar el siglo XXI con prioridades del XX. Y la más importante es esta: sin la Inteligencia Artificial en el centro de la agenda política, no habrá futuro digno para nadie.

Si no vemos esta necesidad y esta oportunidad histórica, nuestra suerte estará echada. No habrá excusas ni culpables externos: habremos renunciado voluntariamente a nuestro porvenir. Extremadura —igual que España, igual que Europa— tiene ante sí la ocasión de subirse al tren más decisivo desde la Revolución Industrial. Si dejamos que pase, no volverá. Y no solo perderemos competitividad o empleo: perderemos dignidad, autoestima colectiva y la posibilidad de escribir nuestro propio destino.

La historia no espera a los indecisos. O entendemos ahora la magnitud del momento y actuamos con determinación, o quedaremos reducidos a espectadores pasivos de un mundo que avanzará sin nosotros. La Inteligencia Artificial no es una opción: es la frontera entre las sociedades que se atreven y las que se resignan.

Todavía estamos a tiempo. Pero se nos está agotando. En la historia, hay trenes que solo pasan una vez, y este está a punto de partir.

Nota final

Si quieres abordar más en profundidad los argumentos expuestos, puedes acceder aquí a 45 artículos que los sustentan 

Adelante!!!

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