El nuevo ascensor social de la Inteligencia Artificial va a hacer más listos a los listos y más tontos a los tontos

RESUMEN DEL ARTÍCULO 

La Inteligencia Artificial (IA) está aquí para dividirnos: nos subirá al cielo o hundirá en el fango. Su implantación está transformando la sociedad a una velocidad sin precedentes, actuando como un nuevo y vertiginoso ascensor social cargado por el diablo y con dos direcciones: una de ascenso (para una minoría) y otra de descenso (para la mayoría). La irrupción y uso masivo de los modelos de Inteligencia Artificial generativa y los Agentes de IA tendrán un impacto profundo en el ámbito social, económico y laboral, contribuyendo a la creación de desigualdades y brechas profundas en torno a una dualidad de ciudadanos en función de su relación con la tecnología, cuyos efectos se dejarán sentir incluso en la estructura y evolución del cerebro humano, desarrollando unas áreas y atrofiando otras. Definitivamente, la IA no solo transformará nuestros entornos y formas de vida, sino que también cambiará nuestra propia biología y determinará nuestra posición en la escala social.

Adelante!!!

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La mente humana es perezosa

La mente humana está diseñada para economizar esfuerzos; por su propio diseño evolutivo está programada para “ser perezosa” y realizar el mínimo consumo de energía a la hora de procesar datos e información para tomar decisiones. De hecho, nos llamamos a nosotros mismos seres racionales, y esta afirmación es como mínimo cuestionable, ya que estamos más influenciados y gobernados por los prejuicios y emociones que por el razonamiento. Este sesgo cognitivo puede tener consecuencias críticas con la llegada de la IA. Y este error de diseño puede ser fatal con la extensión de modelos y agentes de IA y la llegada inminente de la Inteligencia Artificial General.

La prueba de la condición perezosa de la mente humana está en que es más cómodo adoptar etiquetas que desarrollar el pensamiento crítico. Es más fácil sustituir el esfuerzo que supone el razonamiento profundo por consignas fáciles sustentadas en postulados simples y fáciles de repetir. Solo de esta manera podemos explicar que un porcentaje significativo de la población es terraplanista, negacionista del cambio climático, supremacista o antivacunas.

El gran peligro que tenemos ante la llegada de la Inteligencia Artificial es que la mayoría de los humanos no pensamos racionalmente y tenemos un déficit brutal en cuanto a recolección de datos, contraste de los mismos, generación de información, procesamiento de la misma para la creación de conocimiento y estructuración del conocimiento para dirigir nuestras decisiones y tomar cursos de acción correctos.

El riesgo que supone delegar los procesos mentales y funciones intelectuales en la IA. El ser humano relegado a actor secundario en la generación de conocimiento

El racionalismo cartesiano puso al ser humano en el centro del universo al convertirlo en fuente de razonamiento y creación de conocimiento, inaugurando una nueva era tras a siglos de oscuridad, donde el origen del conocimiento estaba en la religión y la fe. Pero, ¡cuidado! porque la Inteligencia Artificial puede relegarnos de esa posición dominante.

Cómo crea el conocimiento el ser humano

De manera muy esquemática, podemos decir que los humanos, a través de nuestros sentidos, recolectamos datos (objetivos) de nuestro entorno. A partir de esos datos elaboramos información, que cuando aplicamos sobre ella un sentido y un criterio con un propósito, la convertimos en conocimiento. En cada uno de estos pasos intervienen muchos procesos en los que hemos ido entrenando la mente humana durante milenios, en un proceso evolutivo ascendente hasta dar forma a lo que somos hoy como especie (Casco, J. C., 2023, “¿Qué es la sociedad del conocimiento y para qué me sirve?”, Emprendedorex).

Por propio ejercicio de supervivencia, el ser humano ha tenido que esforzarse a lo largo de la historia para generar su propio conocimiento

Todas las actividades que desarrollamos en el día a día (localizar un restaurante para almorzar, desplazarnos con el vehículo a otra ciudad, hacer la compra, buscar pareja, etc.) implican recolectar datos, procesar información y generar conocimiento. A medida que las tareas se complejizan por su naturaleza intelectual, intervienen un mayor número de procesos.

Cuando entrenamos nuestra mente en la ejecución de procesos complejos, modelamos nuestro propio cerebro, desarrollando partes importantes del mismo (el hipocampo para las funciones memorísticas, por ejemplo). Así, podemos decir, parafraseando a Ramón y Cajal, que somos escultores de nuestro propio cerebro al poder modelarlo desde el entrenamiento y ejercicio de diferentes funciones intelectuales y sensoriomotoras (integración de la información sensorial y el movimiento motor).

Así, para ser agricultor, cocinero, herrero, taxista, filósofo o escritor, hemos tenido que realizar importantes esfuerzos de recogida y procesamiento de datos, información, adquisición y generación de conocimiento, con los que nos convertimos en demiurgos que damos forma a nuestra estructura cerebral y acabamos desarrollando más unas áreas en detrimento de otras. Los taxistas de Londres, por ejemplo, tienen el hipocampo más grande, al estar obligados a memorizar el laberinto de calles de la ciudad y desarrollar el sentido de la orientación espacial (Maguire et al., 2000, Proceedings of the National Academy of Sciences). El desarrollo de la tecnología y la llegada del GPS delega esas funciones cerebrales en este dispositivo, incidiendo en ese vector de evolución. ¿Se pueden imaginar el impacto que tendrá en nuestra estructura cerebral los millones de funciones que la IA realizará sin necesidad de que memoricemos, pensemos o razonemos?

El impacto de la Inteligencia Artificial sobre el cerebro humano

La Inteligencia Artificial se sustenta en tres pilares fundamentales: datos e información, algoritmos y computación. Podemos decir que un algoritmo es un conjunto de pasos para resolver un problema o hacer una tarea. De esta manera podemos entender “los algoritmos” (procedimientos, fórmulas) que un agricultor, herrero o escritor ha de haber aprendido o elaborado por sí mismo para hacer su trabajo, y el esfuerzo que le supone diariamente memorizar y actualizar dichos “algoritmos” que va alojando y alimentando en su mente.

Para que un cocinero realice de manera satisfactoria su trabajo, debe manejar miles de algoritmos a la vez. La elaboración de un “simple” gazpacho, ya supone el manejo de un algoritmo (Casco, J. C., 2023, “El algoritmo del gazpacho: iniciación al Big Data, Inteligencia Artificial, Machine Learning y otras lindezas de la modernidad”, Emprendedorex).

Así, cuando cada uno de nosotros utiliza de manera consciente o inconsciente los algoritmos para desenvolverse en la vida, es conocedor de los pasos y procesos que intervienen en los mismos.

A lo largo de la historia, para solucionar problemas y realizar tareas hemos tenido que aprender a formularnos buenas preguntas (prompts), diseñar fórmulas y procedimientos (algoritmos) para obtener respuestas satisfactorias a esas preguntas. Una parte central de la tarea intelectual, cognitiva, sensoriomotora  y de generación del conocimiento como seres humanos estaba en diseñar y ejecutar paso a paso los procesos: ¿Qué ocurrirá ahora cuando dichos procesos están en manos de la Inteligencia Artificial y sus creadores?

La IA nos está acostumbrando con una celeridad sin precedentes a hacer preguntas y obtener rápidamente las respuestas, sin cuestionar cómo se ha procesado todo y qué pasos han intervenido. Y con ello, sin darnos cuenta, estamos atrofiando funciones y zonas muy importantes de nuestro cerebro, que son vitales para el desarrollo de la inteligencia. Cuando analizo cada día los procesos de razonamiento avanzado de modelos como ChatGPT o Grok, me asusto. Aunque estamos aún ante una tecnología en pañales, estos modelos muestran de manera eficiente cómo razona y procesa la Inteligencia Artificial, y el riesgo que supone que deleguemos esa función central y atrofiemos partes esenciales de nuestro cerebro.

En esencia, un modelo de Inteligencia Artificial generativa es una “caja negra” donde hay un algoritmo que no entendemos cómo funciona, el cual nos ofrece respuestas a las preguntas que le formulamos. Bajo este formato tan cómodo para nuestras mentes perezosas, las funciones y estructura de nuestro cerebro y, por ende, de nuestro ser, pronto se verán modificados.

Entrenar los procesos cognitivos y creativos debe ser un ejercicio indelegable para el ser humano

Para ser relevante en la era de la Inteligencia Artificial, hay que asumir un rol activo en la creación y comprensión de los algoritmos relacionados con el ámbito de nuestro desempeño personal y profesional.

Igual que un cocinero de élite quiere estar presente en los procesos que se siguen en la elaboración de un gazpacho para servírselo a su clientela más distinguida, y no le basta con pedirle a un robot de cocina que se lo elabore sin conocer los pasos y fórmulas que intervienen, de la misma manera debe preocuparnos y ocuparnos el hacer uso de la IA para las cosas importantes.

Hibridación de las funciones humanas con el potencial de la IA

Recolectar datos, elaborar información y crear conocimiento, estructurar contenidos, definir procesos, generar propósito, desarrollar sentido y criterio; son funciones indelegables que debemos seguir cultivando para encajar la IA en nuestra vida y aprovechar todo su potencial, sin perder nuestro papel dominante como seres humanos.

Todo esto debemos entrenarlo cada día: escribiendo un artículo, formulando una teoría, generando taxonomías, ideando un modelo, organizando un equipo, liderando un proceso, diseñando un producto o servicio, planteando un desafío, etc.

La fusión de la Inteligencia Artificial con el cerebro y la mente humana es una realidad que ya está ocurriendo y se va a precipitar a una velocidad vertiginosa. Un proceso que nos está dotando y dotará de superpoderes (aumento de la productividad, telepatía, lectura de las ondas cerebrales…).

El escenario social ante el que nos sitúa la Inteligencia Artificial es preocupante. En un mundo donde la gran mayoría de la población está domesticada y no necesita procesar y razonar para obtener respuestas, las pocas neuronas que todavía dedicamos a este fin se atrofiarán. Por contra, otro sector minoritario de la población con altas competencias y capacidades, entrenado para interactuar con la IA y expandir su potencial, será la nueva clase dominante.

Indefectiblemente, en un mundo intelectualmente anestesiado, con sus capacidades cognitivas disminuidas, en el que los imbéciles son convertidos en modelos de éxito y donde la superchería tiene más prestigio que la ciencia; nos dirigimos a una realidad donde los tontos van a ser mucho más tontos (usando cada día la IA) y los inteligentes van a ser mucho más inteligentes, cayendo en un riesgo existencial de engrosar un pelotón de los torpes que no parará de crecer.

Preocupados por esta realidad, pronto verá la luz el libro con las competencias clave para la era de la Inteligencia Artificial.

Adelante!!!

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