El legado

El galardón más preciado de la existencia es la satisfacción de haber dejado un valor a los demás, la confortante sensación de que nuestra vida ha merecido la pena, y que cada una de nuestras acciones ha perseguido un propósito elevado.

El legado, un sentido que hay que sembrar en cada persona en función de su singularidad.

A medida que van pasando el tiempo, cuando aprendemos a mirar en perspectiva, descubrimos que hay más de los cinco sentidos que nos enseñaron en la escuela. Y uno de ellos es el sentido del legado, una fuerza expansiva que vive en nuestro interior y nos conecta con un fin superior. Otro sentido no declarado (la intuición), nos revela que hay dos tipos de personas: las que han desarrollado el sentido del legado y las que no. Y eso condiciona por completo su propia vida y la de su comunidad.

Todos estamos hechos de singularidad y vulgaridad, en cada uno de nosotros hay algo genuino e irrepetible. Y la riqueza está en el descubrimiento y cultivo de nuestra rareza para crear nuestro legado en torno an ella. Aunque no todos reunimos condiciones para despuntar como un atleta, un pintor, un científico o un músico; todos tenemos la posibilidad de entrenar y desarrollar nuestro sentido del legado para proyectarlo allí donde queremos hacer una diferencia.

Poner el foco en el legado altera el sentido del tiempo y actúa como imán sobre los demás.

El tiempo anodino (Cronos), deja paso a otro que expande la creatividad y la inspiración (Kairós) y nos pone en la senda de la trascendencia y la espiritualidad (Aión).

Muy pocos mortales tienen el honor de ser recordados por algo excepcional que hicieron (una melodía, un poema, una canción, un descubrimiento…); pero todos tenemos la posibilidad de entregar la obra de nuestra mejor versión a las futuras generaciones, algo que aporta sentido a nuestra existencia y un bien a los demás.

Cuando van pasando los años sentimos el impulso de unirnos a las personas con una vida cargada de significado, personas auténticas, con una visión poderosa del futuro, con proyección a la acción, que nos inspiran con el ejemplo, en las que habita la voluntad y la decisión. A medida que experimentamos el deseo de formar parte de su círculo, porque todo fluye a su alrededor y la vida florece a su lado. 

Desarrollar el legado es una competencia que se puede aprender.

Como no nos educaron el sentido del legado, éste se atrofia y tendemos a pensar que se trata de un don escaso, sin percatarnos que es una habilidad que podemos adquirir si cultivamos las preguntas: ¿Quién soy?, ¿quién puedo llegar a ser?, ¿qué puedo ofrecer a los demás? 

A menudo confundimos el legado con dejar una herencia material, cuando su fuerza está en transmitir principios que crean bienes duraderos; porque las cosas materiales entregadas son fungibles y se dilapidan con facilidad, mientras que los ejemplos de vida son fuente de riqueza infinita. 

El legado implica unir a la gente.

Los caminos del legado son diversos, pero todos implican el trabajar juntos y unir a las personas en torno a un propósito que dé sentido a sus vidas. Si su importancia es grande en todas las facetas de la sociedad, en algunas de ellas, como en la cosa pública, debería ser obligatoria. Su prueba irrefutable para conocer si un líder merece la consideración de tal está en la respuesta a las preguntas: ¿Qué futuro sueñas para tu gente?, ¿cuál es el legado que vas a dejar?. Si la respuesta no es satisfactoria o improvisada, estás ante un liderazgo débil.

Cuando una persona tiene un fin superior in mente que guía todos sus actos, la fuerza del universo se une a ella, la realidad se altera y el mundo cambia. Porque, al final, “lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”, como arengaba a sus tropas el protagonista de la película Gladiator antes de la batalla.

Adelante!!!

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