En una época de desafección política y ruido digital, las viejas fórmulas ya no sirven. Quien aspire a ganar unas elecciones debe entender que el poder no se conquista con promesas, sino con emociones auténticas, visión de futuro y una épica compartida.
El mundo ha cambiado, pero la mayoría de los responsables de las campañas políticas aún no se han enterado. Siguen aplicando fórmulas viejas a realidades nuevas. Por eso, un líder político inteligente debería poner su atención en otros aspectos decisivos, que no aparecen en los manuales de estrategia ni en el recetario de los “gurús” que suelen conducir a sus clientes a sonadas derrotas y espantosos ridículos.
Si alguna vez piensas presentarte a unas elecciones y te interesa una mirada diferente, sigue leyendo.
Cada época tiene su estado de ánimo. Es su pulso invisible que define su esencia, su modo de sentir. El nuestro, en 2025, se percibe denso y convulso: una mezcla de conflicto, polarización y una incertidumbre que se ha vuelto atmósfera. Si hace unas décadas caminábamos bajo una fina niebla, hoy avanzamos entre una bruma densa. El mundo se ha desordenado. Las instituciones multilaterales, antaño garantes del equilibrio, se deshilachan. Las democracias se enfrentan a un riesgo existencial. Las guerras se multiplican. Y las amenazas globales —desde el espectro de un conflicto nuclear hasta la urgencia climática— se sienten más próximas que nunca.
En paralelo, la Cuarta Revolución Industrial avanza sin pausa. La Inteligencia Artificial, motor de un cambio tan veloz como implacable, reconfigura las relaciones de poder, concentra la riqueza y amenaza con desestructurar el mercado laboral. Millones de empleos están en riesgo. Lo que antes era promesa de progreso hoy también despierta miedo.
A este vértigo se suma la orfandad de liderazgo. La ausencia de referentes democráticos abre espacio a ideologías extremas —Trump, Putin, Netanyahu, Milei— que, amparadas en el poder mediático, retuercen las reglas del juego con impunidad. El resultado es un mundo sin brújula moral, donde el ruido sustituye a la reflexión y la propaganda a la verdad.
Mientras tanto, en los parlamentos del planeta apenas se pronuncia la expresión “Inteligencia Artificial”. Nuestros dirigentes siguen discutiendo el pasado, como si el futuro no hubiese comenzado ya. Carecen de visión, de proyectos colectivos capaces de movilizar la esperanza. En el momento en que la historia exige líderes verdaderos, solo encontramos gestores del miedo, farsantes que piensan en las próximas elecciones, no en la próxima generación.
El resultado es un desánimo global, una fatiga moral que se extiende como una sombra negra. Cada día más personas pierden la fe en el porvenir y comienzan a escuchar los cantos de sirena de los extremismos. Por eso, comprender el estado de ánimo del mundo no es un ejercicio intelectual: es una urgencia política. Identificar sus causas es el primer paso para revertirlo. Descifremos, entonces, sus mecanismos.
Hermanos, madres, hijas, amigos… Todos tenemos personas imprescindibles en nuestro círculo personal cercano. Pero se pueden contar con los dedos de una mano —y aún nos sobran varios— las personas que son insustituibles en una sociedad o en un país. Y una de esas personas es Guillermo Fernández Vara.
Las personas imprescindibles cohesionan y cosen las heridas de las comunidades, sanan y recomponen la convivencia y la vida social, como lo hace un padre o una madre en una familia. Son los verdaderos aglutinantes que cohesionan la vida pública y los únicos capaces de unir en la diversidad y suscitar acuerdos amplios cuando surge la discordia y se ciernen nubarrones negros en el horizonte. Por eso son indispensables, y por eso no se las puede sustituir.
En un mundo transformado por la Inteligencia Artificial, se requiere un nuevo estilo de liderazgo audaz. La IA no es una simple herramienta tecnológica; es una fuerza que redefine nuestras relaciones, trabajos y organizaciones. Hasta el papa León XIV ha reconocido esta realidad al señalar que la IA abre un nuevo tiempo histórico y plantea grandes desafíos para la humanidad.
Este contexto resalta la urgencia de formar líderes capaces de anticipar cambios, fomentar la inclusión y promover una visión compartida. Líderes que no solo comprendan la tecnología, sino que también la promuevan y utilicen para fortalecer el tejido económico y social. Líderes que diseñen estrategias y programas para llevar las oportunidades de la Inteligencia Artificial a la ciudadanía.
El Sistema de Competencias 13+12 combina 13 competencias troncales (12+1) con 12 competencias específicas organizadas en cuatro dominios esenciales: Dirección, Trabajo, Tecnología y Educación. Su objetivo es proporcionar herramientas flexibles y prácticas para afrontar los desafíos personales y profesionales del siglo XXI en un entorno cambiante.
Las competencias troncales son universales y aplicables a cualquier ámbito: Verlas Venir (VV), Descubrir lo Emergente (DE),Crear Relatos (CR), Mirar por el Parabrisas (MP), Conducirnos con las Luces Largas (LL), Aprender a lo largo del Día (AD), Pensar en Grande (PG), Ofrecerse a los Demás (OD), Surfear el Cambio (SC), Crear Comunidad (CC), Invitar a Vivir Aventuras (IA), Orquestar Personas (OP) y Ser Disruptor (SD).
Las competencias específicas complementan las troncales y se distribuyen en los dominios de Dirección, Trabajo, Tecnología y Educación. En Dirección, se destacan Planear flexiblemente (pf), Inventar posibilidades (ip) e Inducir estados de ánimo (ie). En el ámbito del Trabajo, se incluyen Anticiparse creativamente (ac), Ser impecable (si) y Satisfacer clientes (sc). En Tecnología, las competencias abarcan Conversar con la tecnología (ct), Interpretar la tecnología (it) y Explorar y probar (ep). Por último, en Educación, se priorizan Gestionar emociones (ge), Darse permiso (dp) y Aplicar el conocimiento (ac)
A partir de este sistema de competencias se desarrolla la creatividad, la innovación, el liderazgo, el talento y el emprendimiento.