Archivo de la etiqueta: emprendimiento

7800 millones de perros verdes.

Desarrollar tus propias ideas, trazar tu camino y construir tu destino.

Procurar que cada persona desarrolle sus propias ideas, trace su camino y construya su destino para dejar un legado, debería ser la base del nuevo contrato social global (New Deal). Un ideario que rompa un statu quo actual que se empeña en justo lo contrario: producir individuos sumisos que obedecen órdenes, siguen el camino marcado por el stablishment y trabajan para construir los sueños de otros. Necesitamos una nueva educación sobre la que edificar un nuevo orden que convierta a las personas en creadoras de riqueza revolucionaria.

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Nuestra vida se consume entre conversaciones vacías.

Un truco para producir oro con tus conversaciones.

Nos pasamos la vida hablando y cuando analizamos las conversaciones que tenemos nos damos cuenta que son infructuosas. Como norma general para que una conversación sea efectiva y produzca resultados, al menos tienes que hacer una declaración que tenga fuerza para movilizar a la otra persona, una promesa con la que te comprometes a hacer algo para ella, o un pedido. Cuando haces esto, produces acción y pones en marcha la máquina del futuro.

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¿Por qué hay tantas posibilidades y no somos capaces de verlas?

Las personas que nacían en la Edad Media tenían una o dos posibilidades en su vida, ahora tenemos millones delante de nosotros, el problema es que no estamos preparados para verlas y aprovecharlas. La cosa más importante que podemos aprender en estos momentos es a descubrir e inventar posibilidades. ¡Vamos a hacerlo!

Incertidumbre, aceleración, cambio y obsolescencia, son los rasgos que mejor definen nuestro tiempo. Una nueva realidad que rompe en pedazos una y otra vez los planes de futuro que levantamos. El futuro de una persona, empresa u organización depende de su capacidad para observar, descubrir e interpretar posibilidades en lo que acontece en el día a día; una habilidad a la que la mayoría de las personas somos ciegas.

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Los responsables educativos y la orquesta del Titanic.

Cuando miro a las instituciones educativas, su discurso y las cosas que hacen, me recuerda a la orquesta del Titanic cuando optó por seguir  tocando mientras el barco se hundía ante la perplejidad del respetable. Justo como se están comportando los actores de la educación ante el desmoronamiento de un entramado que amenaza con dejar atrapada a toda una generación bajo sus escombros.

Y es que el mundo ha evolucionado mucho en las últimas décadas, mientras que las instituciones educativas y sus actores siguen en sus planteamientos seculares, como el guerrero quemado que cuenta sus batallitas pero en cuyo relato no cabe el futuro. Si resucitásemos a un muerto de algunos siglos atrás y le llevásemos a un hospital o a una fábrica creería estar en otro mundo, pero si le trasladásemos a un centro educativo, rápidamente lo reconocería e identificaría las mismas formas de enseñar y aprender que él conoció.

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La cultura iberoamericana. El mayor activo que tenemos para construir nuestro futuro.

La fuerza de nuestro ser cultural como revulsivo para frenar la colonización económica y convertirnos en una oferta significativa para un mundo global.

La economía se concentra en un número reducido de empresas gigantes a escala global que determinan lo que compramos, pensamos, hablamos y hacemos. Ellas modelan nuestros gustos y redefinen nuestras identidades (sentido de quiénes somos y hacia dónde vamos).

La cultura es el recurso principal con el que contamos para crear nuestros mundos y realidades. Y tenemos la suerte de pertenecer a una cultura de una riqueza enorme sobre la que edificar la economía y el desarrollo de nuestro países. Sin embargo, el peso de nuestra riqueza cultural se diluye en el mundo porque las tiendas donde compramos, los productos que consumimos, los medios por los que nos informamos, el ocio que disfrutamos, las películas que vemos, los contenidos que estudiamos o las redes por las que nos relacionamos, forman parte de una colonización cultural que nos roba nuestra esencia poco a poco como una sanguijuela, hasta ir reduciendo nuestro gran activo en el mundo a una versión caricaturesca y folclórica de la que acabamos denigrando.

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