La España rural viva: el despertar del mundo rural

Este artículo ha sido elaborado por María Martos y Juan Carlos Casco.

RESUMEN DEL ARTÍCULO 

El mundo rural está vivo, en movimiento, y lleno de oportunidades. Hoy comienza a revelarse como un espacio de agitación, inspiración y transformación, a un renacer protagonizado por personas que regresan con nuevas ideas, jóvenes que apuestan por quedarse, y comunidades que abrazan sus tradiciones con miradas renovadas.

Algo nuevo está ocurriendo en nuestros pueblos: una reconexión auténtica con la naturaleza para reconquistar el espacio vital, el tiempo perdido y nuestra esencia más profunda. En el mundo rural se está gestando una revolución silenciosa, un espacio de creatividad y soluciones innovadoras que redefine cómo vivimos y cómo nos relacionamos con el entorno.

El agotamiento del modelo urbano ha llevado a muchos a buscar en lo rural lo que la ciudad no puede ofrecer: autenticidad, comunidad, sostenibilidad y, sobre todo, un propósito. El campo no es solo un refugio, es un lugar para construir un nuevo futuro desde la imaginación y la innovación.

Los grandes cambios nacen de pequeños oasis, en pequeños grupos con alma, y esas semillas ya están germinando en el mundo rural. Es hora de unir fuerzas, de reconectar con lo esencial y de vivir con pasión y propósito. Tú eres parte de esta transformación. Te invitamos a formar equipo para convertir estos pequeños oasis en un océano de inspiración donde la vida florece.

Adelante!!!

ARTÍCULO COMPLETO 

La visión de quien observa con ojos nuevos tiene la frescura de cierta ingenuidad, la ventaja de la ligereza y el peligro de la simplificación. Aquí y ahora vamos a entrelazar miradas y sensibilidades diferentes de dos personas que tienen en común su amor por lo rural y sus esencias.

El mundo rural se mueve y visibiliza

La despoblación de las zonas rurales en España es un tema complejo que ocupa y preocupa a sus habitantes, pero también a la sociedad civil y a las administraciones. Asimismo, comienza a interesar a personas que no conocen mucho de su verdadera esencia, que no han conectado hasta ahora con su ser profundo, ni lo han sufrido o disfrutado como les hubiese gustado; a quienes hemos vivido la mayor parte de nuestra vida en ciudades e incluso fuera de España; a quienes no nos sentimos vinculados a un lugar concreto y a quienes la vida nos ha llevado por unos derroteros que no elegimos conscientemente. Nos preocupa a muchos, y nos ocupa a muchos más cuando descubrimos que no queremos vivir como lo estamos haciendo ahora.

Llevemos mucho o poco tiempo poniendo fuerzas y sumando esfuerzos para que el mundo rural sea un espacio de oportunidades, creemos que hay un sentimiento absolutamente dominante: algo nuevo se está moviendo. El mundo rural late, está vivo, está lleno de gente que lleva muchos años trabajándolo, cuidándolo; de jóvenes que vuelven o llegan y no piensan irse. Está rebosante de personas decididas a cuidar las tradiciones desde una emoción renovada, con nuevas miradas, dispuestas a defender una manera de vida que nos conecte de nuevo con la tierra, con el sentimiento de pertenencia a un espacio, a convertirnos en dueños de nuestro tiempo y a tomar el control de nuestra existencia.

Esta marea de fondo no es solo una percepción fruto de la observación curiosa o del trabajo, ni de nuestra mirada emocionada. Hay muchos datos objetivos que revelan esta marea imparable. Por ejemplo, ayer mismo comentábamos que un quinto de los pedidos de Amazon tienen como destino el mundo rural y que un tercio de las PYMES en Amazon son de la España rural. Pero no solo eso: las iniciativas más creativas en muchos ámbitos de la vida vienen de quienes habitan el campo, ya sea en cultura, ocio, vivienda, responsabilidad ciudadana o economías sociales. Hay una nueva manera de relacionarnos con la tierra, con la realidad, con la vida, y esa nueva manera se está gestando en las zonas rurales.

La necesidad de reconectar con la esencia

Se puede defender esa nueva ruralidad desde cualquier ámbito: desde nuestros pequeños gestos del día a día, desde lo que consumimos, compramos, leemos, vemos o hablamos. Quienes, además, dedicamos nuestro trabajo a cualquier ámbito relacionado con el reto demográfico nos sentimos embargados por la responsabilidad y el compromiso, pero también por la emoción de conectar o reconectar con su esencia y categorías estéticas, con ese ethos particular que es capaz de elevar el espíritu y equilibrar la mente. Recuperar la autenticidad y la dignidad que nos trae a la memoria, por ejemplo, una charla con nuestros abuelos al calor de un fuego, el olor de una fruta recién cogida, el aire límpido al subir una cumbre o el rumor del agua en el silencio de un valle.

Si quisiéramos hacer una foto fija ahora mismo, podríamos decir que la primera emoción que impregna la percepción de la vida rural es el sentimiento de agitación e inspiración, como principios que mueven el mundo. La agitación está en la base de los cambios sociales, provocada por la acumulación de hartazgos varios a lo largo de la historia, la concentración de desencantos, a partir de la cual se desata un cambio sistémico. El deseo de vivir de otra manera y, por tanto, el cambio social que ello conlleva se está gestando, sin duda, en el mundo rural.

Una civilización urbana que empieza a mostrar síntomas de agotamiento

El modelo de vida urbano-individualista, prestigiado por el sistema económico dominante en el siglo XX, está empezando a agrietarse. Hay muchos ciudadanos que apuestan por otra forma de vida, y esa otra manera pasa por ocupar o reocupar un espacio: las pequeñas ciudades, los pueblos, las zonas rurales o las áreas despobladas. ¿Pero qué ha pasado con ese espacio? Pues que lo hemos denigrado, lo hemos descuidado, lo hemos despreciado y lo hemos abandonado durante más de un siglo.

Ese abandono ha provocado muchos destrozos, no todos subsanables. La pérdida de población significa muchas cosas, pero, en primer lugar, es un problema de desigualdad y de falta de oportunidades. Aquí las administraciones tienen una responsabilidad ineludible que comienzan a asumir a nivel local, autonómico, estatal y europeo, y que los ciudadanos debemos recordarles y exigirles. Vamos tarde, es cierto, pero al menos comenzamos a tomar la dirección correcta.

El mundo rural no es idílico; no es una bucólica de Virgilio ni una novela pastoril del siglo XVI. No se trata de polarizar lo urbano y lo rural, sino simplemente de rehabitar el espacio de manera diferente y a escala humana, devolviéndole las condiciones de vida que lo hagan habitable. El campo es hoy el espacio de la agitación de la conciencia, el espacio del encuentro con los otros y el espacio que se abona con la imaginación y la innovación para proponer soluciones creativas a proyectos de vida que la ciudad ahoga económica y emocionalmente con sus cantos de sirena.

Se está gestando un cambio con alma

Los grandes cambios históricos no surgen de las multitudes; nacen de pequeños oasis, de pequeñas comunidades, de personas con corazón que se unen en torno a nuevos relatos y estilos de vida. Y esas semillas ya están germinando en el mundo rural.

Hay muchas personas en el mundo que buscan lo auténtico y solo están dispuestas a emplear su tiempo en hacer cosas con alma, a reconquistar el espacio y el tiempo perdido, a vivir la vida como un descubrimiento y una aventura. Si logramos convocar y unir a esas personas, a esos oasis, en un propósito, el movimiento será imparable y un nuevo tiempo se abrirá paso. Te necesitamos para formar equipo. Te pedimos que te unas a nosotros para conquistar juntos un nuevo destino.

Adelante!!!

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