Un catalejo es un instrumento óptico que se inventó para ver de cerca objetos lejanos. El invento nos ayudó a adentrarnos en los detalles de las cosas no perceptibles a la vista, a la vez que secuestró nuestro interés al revelarnos una realidad multifocal donde estaban ocurriendo múltiples acontecimientos que atrapaban nuestra curiosidad.
El sábado pasado mantuve una larga conversación con mis hijas (23 y 26 años) sobre los problemas y realidades de su generación. Buscaba aproximarme desde sus perfiles académicos (psicología y sociología – economía) y experiencia vital, a su percepción y diagnóstico sobre su día a día, relaciones, entorno y prácticas sociales.
Coincidimos en que para entender las realidades que definen las diferentes épocas y generaciones, el elemento clave a analizar es el valor que se da a las promesas y los compromisos. Y que ello determina, en gran medida, aspectos como la confianza, la seguridad, las posibilidades económicas y laborales, la calidad de las relaciones personales, el estado emocional o la salud mental.
Igual que los gigantes del petróleo se niegan a admitir el cambio de modelo energético o el sector del taxi a aceptar la competencia de las plataformas de movilidad (Uber, Cavify…). Asistiremos a una guerra sin cuartel en la práctica totalidad de las empresas y actividades cuando vean amenazada su supervivencia. Los ganaderos se negarán a la progresión imparable de la fabricación de carne sin animales. El sector financiero perderá la mayoría de sus trabajadores y asistirá a una reestructuración global. Y así en todos los sectores y actividades (comercio tradicional, educación, medicina, ocio…).
La ultraderecha y el fascismo hablan en clave de riqueza e identidad y la izquierda en clave de pobreza.
A la mayoría de las personas nos gusta que nos hablen y regalen el oído como si fuéramos ricos y especiales porque aunque sepamos que no lo somos, esa fantasía nos seduce. Que se nos considere miembros de un selecto club. Nos gusta que nos cuenten cuentos que nos saquen del anonimato, en los que nos convertimos en protagonistas por el simple hecho identitario de pertenecer a un determinado país, religión, raza o creencia. Aunque sean fantasías delirantes, esas historias calan con rapidez en nuestras mentes perezosas que prefieren adoptar y repetir mantras y consignas antes que pensar. Y cuando se cuentan millones de veces, las interiorizamos y normalizamos, terminando por elevarlas a categoría de verdad, escuchando solo aquellos mensajes que las refuerzan y rechazando los que las contradicen.
La precipitación de acontecimientos trascendentales a los que estamos asistiendo, hacen que la idea de futuro comience a preocupar a la ciudadanía y pase al centro del debate público. La amenaza de la ultraderecha, la crisis climática, la extensión de los conflictos, las migraciones, la polarización social o la emergencia de la Inteligencia Artificial; están evidenciando una crisis de gobernanza global (tenemos problemas nuevos y nuestros gobiernos e instituciones no están preparados para abordarlos).