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Las relaciones internacionales, un club de apariencia refinada que funciona como una banda de gánsteres.

La ciudadanía ha de abandonar su inocencia y dejar de pensar que el mundo se mueve por reglas justas. La política internacional en sus más altas esferas, es lo más parecido a una banda de gánsteres, donde el único fuero es la fuerza y su ejercicio intimidatorio al servicio de unos intereses económicos, cuyas prácticas son lo más parecido a las mafias. La mayor parte de las veces, la apelación a dios, la patria, la seguridad, los derechos humanos, la justicia, la libertad o la democracia; no son más que burdas excusas para justificar las acciones más atroces a favor de los intereses económicos de los poderosos.

Así, las relaciones entre países, con algunas honrosas excepciones, se mueven igual que una banda de barrio, sus estructuras de poder y mecanismos son los mismos que los de las viejas tribus guerreras, solo que con instrumentos coercitivos más sutiles y una diplomacia florentina más cuidada, pero con armas de destrucción masiva mucho más poderosas, que se activan sin importar sus trágicas consecuencias.

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La batalla de las emociones en la Guerra de Ucrania que no nos cuentan en televisión.

Putin y la estrategia ganadora del “hombre loco”(madman theory).

Las principales batallas de las guerras  no se libran en el frente pegando tiros, sino en la gestión y la manipulación de las emociones. En toda contienda hay una guerra de relatos y propaganda desde donde se crean los estados de ánimo que acaban decantando las victorias o las derrotas.

La emoción más poderosa es el miedo, quien mejor lo administra es el que lleva la iniciativa. ¡Vamos a verlo!

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La paz amenazada. El mundo al borde de una tercera guerra mundial tras la invasión de Ucrania.

Escenarios y claves para la paz.

Quienes hemos vivido unas décadas sin sufrir una guerra en carnes propias, tendemos a creer que la paz es una normalidad y la guerra es una anomalía. Y nada más lejos de la realidad, en el pasado, lo normal era que una generación viviese al menos una guerra en su país o en otro con el que se mantenía el conflicto, por lo que en cualquier familia había personas muertas, mutiladas y otras víctimas causadas por sus efectos (hambrunas, enfermedades).

La paz es una rareza histórica que hay que construir y preservar con uñas y dientes. A lo largo de los últimos 5000 años ha habido miles de guerras en todo el mundo y se han firmado más de 8000 tratados de paz. La historia de la humanidad la podemos definir como una interminable secuencia de guerras con breves periodos de paz entre ellas.

Y sin embargo, los pocos privilegiados que hemos vivido unas décadas en el paraíso de la paz no le damos el suficiente valor a este bien escaso, tendiendo a pesar que se trata de un derecho adquirido y sin retorno. Una fantasía propia de quienes desconocen la historia.

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Claves para entender la invasión de Ucrania y el inicio de un nuevo orden mundial

¿Qué está pasando en el mundo y cómo va a cambiar nuestras vidas?

Para comprender todo lo que está ocurriendo en el mundo y su implicación en la economía, la tecnología, la educación, el trabajo, los equilibrios de poder y la geopolítica; es necesario adoptar una mirada global a lo que acontece porque nos dirigimos a tiempos convulsos y al nacimiento de un nuevo orden internacional que va a afectar a todas las facetas de nuestras vidas (si antes el mundo no salta por los aires).

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La cultura iberoamericana. El mayor activo que tenemos para construir nuestro futuro.

La fuerza de nuestro ser cultural como revulsivo para frenar la colonización económica y convertirnos en una oferta significativa para un mundo global.

La economía se concentra en un número reducido de empresas gigantes a escala global que determinan lo que compramos, pensamos, hablamos y hacemos. Ellas modelan nuestros gustos y redefinen nuestras identidades (sentido de quiénes somos y hacia dónde vamos).

La cultura es el recurso principal con el que contamos para crear nuestros mundos y realidades. Y tenemos la suerte de pertenecer a una cultura de una riqueza enorme sobre la que edificar la economía y el desarrollo de nuestro países. Sin embargo, el peso de nuestra riqueza cultural se diluye en el mundo porque las tiendas donde compramos, los productos que consumimos, los medios por los que nos informamos, el ocio que disfrutamos, las películas que vemos, los contenidos que estudiamos o las redes por las que nos relacionamos, forman parte de una colonización cultural que nos roba nuestra esencia poco a poco como una sanguijuela, hasta ir reduciendo nuestro gran activo en el mundo a una versión caricaturesca y folclórica de la que acabamos denigrando.

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