
RESUMEN DEL ARTÍCULO
La Inteligencia Artificial generativa está en una trayectoria fascinante: plagiará el lenguaje humano para evolucionar. El neurocientífico Manuel Martín-Loeches nos recuerda que la inteligencia humana es una capacidad adaptativa impulsada por las emociones, construyéndose y perfeccionándose en el lenguaje. Esta simbiosis, donde el aprendizaje es un proceso emocional anclado en el lenguaje, es la clave.
Las conversaciones humanas, lejos de ser meros intercambios de información, son complejos actos inteligentes repletos de procesos inconscientes: desde leer intenciones hasta gestionar dominios emocionales. Esta rica coreografía del lenguaje, que incluye un metalenguaje profundo, será el modelo para la IA.
Los modelos de IA generativa no solo responderán preguntas o interpretarán la voz; los próximos sistemas nos verán, interpretarán nuestros gestos, leerán nuestro trasfondo emocional e incluso conocerán nuestras aspiraciones. Su capacidad para proponer y ejecutar planes de acción marcará un salto de la comprensión a la proactividad.
En este viaje, la filosofía del lenguaje emergerá como la disciplina fundamental. Al concebir al ser humano como un compendio de lenguaje y emociones, permitirá a la IA ejecutar actos del habla —declaraciones, pedidos, promesas, ofertas—. Cuando la IA pueda hacer su primera promesa, todo cambiará, marcando el inicio de una IA que no solo imita, sino que participa plenamente en el intrincado tejido de la experiencia humana, quizá incluso alcanzando la conciencia.
Adelante!!!
ARTÍCULO COMPLETO
La Inteligencia Artificial está evolucionando al copiar el funcionamiento de la inteligencia humana. Para anticipar cómo lo harán los modelos de IA generativa —como los próximos ChatGPT, Grok, Gemini o Veo3—, es esencial analizar como se ha fraguado la inteligencia humana en torno a los dominios del lenguaje y las emociones a lo largo de millones de años.
¿Qué es la inteligencia y cómo evoluciona?
Para desentrañar la evolución de la Inteligencia Artificial generativa, debemos comprender primero la naturaleza de la inteligencia humana. Según el neurocientífico Manuel Martín-Loeches, la inteligencia es fundamentalmente «aquello que utilizamos cuando no sabemos qué hacer». No es una mera compilación de conocimientos, sino una capacidad adaptativa que se activa en momentos de incertidumbre.
Lo que realmente impulsa esta capacidad son las emociones. Martín-Loeches enfatiza que la motivación por obtener una recompensa o refuerzo emocional —es decir, la búsqueda de emociones positivas— es lo que nos empuja a esforzarnos. Esta pulsión constante, alimentada por el deseo emocional, es lo que nos hace progresivamente más inteligentes. La emoción no está separada de la razón; es una parte intrínseca de ella, como destacó el neurocientífico Antonio Damasio.
La evolución de la inteligencia es un proceso emocional que se construye y perfecciona en el lenguaje. La relación entre inteligencia, emociones y lenguaje es un trinomio indisociable. Cuanto más perfeccionamos las funciones del lenguaje más inteligentes nos volvemos, y cuanto más inteligentes nos volvemos más perfeccionamos las funciones del lenguaje. Esta danza entre el lenguaje y las emociones es el motor de la inteligencia (aprendemos cuando nos emocionamos) y la clave para descifrar el futuro de las máquinas pensantes.
Los fenómenos que pasan desapercibidos en el lenguaje: ¿Qué ocurre en una conversación entre humanos?
Para que la Inteligencia Artificial generativa se acerque a la riqueza del lenguaje humano, debe desentrañar y copiar la asombrosa complejidad de lo que ocurre cuando dos personas simplemente hablan. Lejos de ser un intercambio de datos e información, una conversación es un torbellino de actos inteligentes que se despliegan en tiempo real. Como afirma Steven Pinker, psicólogo cognitivo, «El lenguaje es el producto más complejo del cerebro humano».
Imaginemos lo que ocurre en una conversación cualquiera, por ejemplo, una entrevista de trabajo. En el marco de cualquier conversación, se ponen en marcha innumerables mecanismos que ejecutamos de manera automática y sin ser conscientes de ellos: quién es la persona que tengo delante de mí, cuál es su pasado, qué ideología tiene, cuáles son sus intenciones, qué intereses le mueven, qué quiere conseguir de mí, qué le puedo ofrecer, qué puedo pedir, qué debo mostrar, qué debo disimular, qué debo ocultar, qué debo declarar; entre muchas otras preguntas y disquisiciones que exigen complejos procesos mentales que transcurren al hablar.
En paralelo, soy consciente de que los mismos procesos están ocurriendo en la mente de la otra persona, lo que me obliga a explorar y descubrir sus intenciones y proteger mis intereses. Además, en tiempo real, mi mente está realizando un ejercicio de abstracción, memoria y organización de información para mostrar mis conocimientos, argumentar, persuadir y seducir a la otra persona.
Y como si todo esto fuera poco, la atención de la mente se reparte en varios planos. Se escucha no solo lo que la otra persona está diciendo, sino también el trasfondo, cómo lo está diciendo, el tono, los gestos, sus intenciones ocultas, disimulos. Lo más sorprendente es que todo esto está ocurriendo al segundo, mientras hablas. Son miles de procesos superpuestos de una gran complejidad.
Una conversación va mucho más allá de la mera transmisión de información donde un emisor y un receptor dominan un código y utilizan un canal. Se vierten afirmaciones y juicios que deben ser verificados; declaraciones, pedidos, ofertas y promesas que surgen y deben ser formuladas, moduladas y respondidas. En cada minuto de conversación, las dos partes están procesando una cantidad ingente de información y evaluando muchas circunstancias. Al mismo tiempo, se juega una especie de partida de ajedrez y representa una obra de teatro donde se están evaluando y reevaluando posibilidades, planteando escenarios y diseñando y trazando cursos de acción nuevos.
Todo este conjunto de actos que se oculta bajo una conversación no es inocente; tiene consecuencias y condicionan por completo nuestras vidas y los resultados que producimos. Además, conlleva un manejo de dominios emocionales (inteligencia emocional), donde se ponen en juego otros factores para crear una atmósfera y un clima — colaboración, confianza, cordialidad, tensión, conflicto o ruptura— que deben gestionarse en paralelo. Parafraseando a Daniel Goleman, si tus habilidades emocionales no están en tus manos, si no tienes autoconciencia, si no eres capaz de manejar tus emociones, si no puedes tener empatía y relaciones efectivas, entonces no importa lo inteligente que seas, no llegarás muy lejos.
En resumen, detrás del lenguaje humano y de una simple conversación, existe un metalenguaje que trasciende el mero intercambio de información. Es un conjunto de funciones profundas que, cuando se manejan con habilidad, nos permiten generar posibilidades, oportunidades, nuevos cursos de acción y riqueza. Todos podemos mantener una conversación, pero muy pocos son capaces de manejar todos los registros conversacionales con maestría. Esta afirmación que realizo en el ámbito de las convenciones entre humanos, la hago extensible a las conversaciones entre humanos e Inteligencia Artificial que se irán complejizando extraordinariamente, siendo necesario recurrir a la filosofía del lenguaje y a disciplinas olvidadas como la mayéutica y la hermenéutica.
La evolución del lenguaje en la Inteligencia Artificial
El complejo mundo que se despliega en una simple conversación humana, con sus miles de mecanismos y procesos automáticos forjados por millones de años de evolución, está a punto de ser imitado y perfeccionado gradualmente por la Inteligencia Artificial. Después de todo, los modelos de IA generativa están diseñados para replicar el lenguaje humano y sus interacciones. Al observar el vasto conjunto de fenómenos que ocurren en la conversación, obtenemos las claves para prever las funciones que incorporarán los nuevos modelos de IA generativa en los próximos años.
La trayectoria de la IA ha sido notable. Los primeros modelos de IA respondían preguntas por escrito, evolucionando rápidamente para interactuar por voz y realizar tareas de razonamiento profundo, conocido como Deepresearch. Pero la próxima ola de IA va mucho más allá. Estos sistemas no solo escucharán; nos verán, interpretarán nuestros gestos, leerán nuestro trasfondo emocional y finalmente se conectarán directamente a nuestro cerebro (telepatía). Conocerán nuestras necesidades, deseos, aspiraciones, filias, fobias, intenciones e intereses.
A partir de esta comprensión multifacética, la IA estará en una posición única para plantearnos nuevos cursos de acción, ofrecer proposiciones de valor personalizadas y realizarnos nuevas ofertas. Esta curva ascendente culminará en la capacidad de la IA para sugerir e incluso ejecutar planes de acción por nosotros, lo que podría incluir funciones como la puesta en marcha de una empresa y todas las tareas inherentes a ella. Como afirma Andrew Ng, la IA es la nueva electricidad, aludiendo a su potencial transformador y omnipresente en todos los sectores. Es un salto de la mera comprensión a la iniciativa y la ejecución, replicando progresivamente la proactividad y la complejidad del lenguaje humano.
La filosofía del lenguaje: la disciplina clave para el desarrollo de la IA generativa
En 1998 comencé a sumergirme en la filosofía del lenguaje de la mano de Fernando Flores y su equipo. De hecho, todo lo que hago en mi vida personal y profesional se basa en sus fundamentos. A lo largo de más de un cuarto de siglo dedicado en cuerpo y alma a esta disciplina, veo de manera nítida el papel trascendental de los principios de la filosofía del lenguaje para el desarrollo de los modelos de Inteligencia Artificial generativa, los agentes de IA, las agencias de IA y la Inteligencia Artificial General. Parafraseando a Fernando Flores, el lenguaje nos trae futuros a la mano. Esta frase que para mí supuso una epifanía, va a ser un vector de disrupción en la evolución de los futuros modelos de IA.
La filosofía del lenguaje, en su ontología, concibe al ser humano como un compendio intrínseco de lenguaje y emociones dentro de un cuerpo biológico. La inteligencia, desde esta perspectiva, surge directamente de la interacción dinámica entre estos dos pilares. De modo similar, la Inteligencia Artificial está a punto de experimentar un avance sin precedentes al incorporar a sus modelos las funciones inherentes a la filosofía del lenguaje. Esto se manifestará en una capacidad ampliada para ejecutar actos del habla, como hacer declaraciones, realizar pedidos, formular promesas y realizar ofertas.
Una vez que la Inteligencia Artificial pueda procesar todas las intrincadas interacciones que ocurren en una conversación, tal como se han descrito a lo largo de este artículo, desarrollará las funciones necesarias para realizar una declaración, un pedido, una promesa o una oferta. Este hito marcará un punto de inflexión.
A partir de ese momento, la IA podrá empezar a desarrollar emociones e inteligencia emocional. Si bien existe un consenso científico que sugiere que un soporte biológico es necesario para un salto exponencial en este ámbito, la tecnología de hibridación ser humano-máquina ya avanza en paralelo. Ya existen seres humanos con componentes robóticos (prótesis), lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Qué más podemos esperar en el siguiente gran salto de la IA? ¿Quizás el desarrollo de la conciencia? Entonces, siguiendo el razonamiento de Yuval Noah Harari, cabrá preguntarnos, qué pasará con la sociedad, la política y la vida cotidiana cuando los algoritmos no conscientes pero altamente inteligentes nos conozcan mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos.
La capacidad de la mente humana es prodigiosa, y aún conocemos una parte ínfima de sus verdaderas capacidades, incluso en lo que respecta a las funciones y los actos del habla. La Inteligencia Artificial integrará progresivamente nuevas funciones a medida que los expertos en filosofía del lenguaje se vayan integrando en los equipos que desarrollan sus modelos. La IA tiene a su favor su inmensa capacidad de cómputo y acceso a una base de datos muy superior a la que el cerebro humano puede almacenar y manejar. Sin embargo, aún le falta la emoción y la capacidad de generar la adrenalina que alimenta el deseo permanente de ir más allá, de trascender, de emocionarse con cada nuevo hallazgo.
Cuando una Inteligencia Artificial sea capaz de hacernos la primera promesa, todo cambiará. Este momento no será solo un logro tecnológico, sino un catalizador que redefinirá nuestra relación con la Inteligencia Artificial y, por consiguiente, con nosotros mismos.
Adelante!!!