RESUMEN DEL ARTÍCULO
En apenas dos años, la inteligencia artificial generativa ha pasado de los laboratorios a convertirse en asistente omnipresente. Su capacidad para escribir, razonar o crear imágenes es asombrosa, pero plantea una pregunta inquietante: ¿qué está haciendo con nuestro cerebro? La neurociencia advierte que toda tecnología que externaliza funciones cognitivas transforma, para bien o para mal, a quien la utiliza. Diseñada para ahorrar energía, la mente humana corre el riesgo de caer en la dependencia de respuestas inmediatas. Esa comodidad cognitiva, amplificada por la IA, amenaza la memoria, la atención y el pensamiento crítico. Ramón y Cajal lo anticipó hace más de un siglo: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”.
Las evidencias científicas confirman el riesgo. Un estudio del MIT Media Lab reveló que quienes redactaban textos con ayuda de IA mostraban menor activación cerebral, peor memoria y menos originalidad. Fenómenos como la amnesia digital y el sesgo de autoridad algorítmica agravan esta deriva.
Para evitar este apagón neuronal, hemos desarrollado El Sistema 13+12, un marco de 25 competencias para entrenar pensamiento crítico, creatividad y diálogo inteligente con la tecnología. La IA puede ser un atajo que adormezca… o una palanca que expanda. La decisión está en la disciplina de nuestras mentes.
Adelante!!!
Por Urbano García, Juan Carlos Casco y Fernando Barrena

ARTÍCULO COMPLETO
En apenas dos años, la Inteligencia Artificial generativa ha salido del laboratorio y se ha convertido en asistente personal omnipresente. Escribe, traduce, razona y crea imágenes y vídeos con una velocidad y una facilidad asombrosas. Pero su irrupción masiva y acelerada nos obliga a preguntarnos algo más profundo que cómo nos ayuda a trabajar: ¿qué está haciendo con nuestro cerebro?
La neurociencia y la historia nos advierten que toda tecnología que externaliza funciones cognitivas cambia, para bien o para mal, a quien la usa. La IA no es excepción. En los próximos años, una minoría verá multiplicadas sus capacidades gracias a un uso estratégico, mientras que una mayoría podría experimentar un deterioro gradual de la memoria, la atención y el pensamiento crítico.
Como investigadores, profesionales y diseñadores de políticas y estrategias para la integración de la IA, observamos un patrón claro: si la máquina toma el volante, la mente se convierte en pasajero. Y cuando eso ocurre, la plasticidad neuronal se debilita.
Por este motivo, estamos anticipando los riesgos que plantea la IA y trabajando en el diseño de herramientas, procesos y un nuevo marco de competencias que no solo minimicen su impacto negativo en la sociedad, sino que también expandan el potencial humano con su uso. Este trabajo cristaliza en el libro que estamos ultimando, El Sistema 13+12: las competencias clave en la era de la Inteligencia Artificial, una guía para entrenar la mente y el carácter en un tiempo en el que la tecnología puede ser tanto un potenciador de capacidades como un acelerador de su deterioro.
La trampa de la mente perezosa
La mente humana está diseñada para ahorrar energía. Durante milenios, ese sesgo nos ayudó a sobrevivir. Hoy, en la era de las respuestas inmediatas, podría volverse nuestra mayor debilidad.
“Es más fácil aceptar una etiqueta que construir un argumento”, escribió Daniel Kahneman. Esa comodidad cognitiva, amplificada por la IA, nos vuelve dependientes. Lo que está en juego no es solo la calidad de las respuestas, sino nuestra capacidad para generarlas.
Durante siglos, recolectar datos, procesar información y crear conocimiento ha sido el gimnasio natural del cerebro. Santiago Ramón y Cajal lo resumió en una frase que hoy alcanza su máximo sentido: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. La ciencia lo ha confirmado: el célebre estudio de Maguire et al. (2000) mostró que los taxistas de Londres desarrollan un hipocampo más grande al memorizar el laberinto de calles de la ciudad. Otro trabajo, publicado en PNAS, reveló que aprender a tocar un instrumento modifica áreas cerebrales relacionadas con la coordinación y la memoria.
Nuestro cerebro se adapta… o se atrofia. La “caja negra” tiene la capacidad de adormecer a una mente perezosa, debilitando las áreas que forjan la inteligencia. Como advirtió Yuval Noah Harari, “la ignorancia nunca fue tan cara como lo será en el siglo XXI”.
Lo que dice la ciencia
La advertencia ya no es una hipótesis de trabajo que pusimos encima de la mesa hace meses. Un estudio del MIT Media Lab, citado por TIME y The Times, midió la actividad cerebral de estudiantes que redactaban textos en tres escenarios: usando solo su conocimiento, con buscadores y con ChatGPT. El hallazgo fue concluyente: quienes usaron la IA mostraron menor activación cerebral, peor memoria, menos originalidad y una preocupante inclinación al copiar-pegar. El cerebro, en respuesta, entraba en “modo ahorro”.
La neurociencia llama a este fenómeno cognitive offloading: delegar tareas intelectuales reduce el entrenamiento de las rutas neuronales esenciales para el pensamiento crítico. El problema se agrava por lo que algunos investigadores denominan “amnesia digital”: confiar en que “la nube recuerda por mí” está asociado a olvidos frecuentes, menor retención y síntomas de ansiedad y fatiga mental, especialmente en población joven. Y la deriva se entiende mejor cuando observamos cómo, ante la oportunidad de obtener respuestas instantáneas, preferimos la salida rápida y evitamos el esfuerzo de buscar y sintetizar; cómo tendemos a sobreestimar la precisión de la máquina y aceptar sus resultados sin contrastarlos; y cómo delegamos el recuerdo en dispositivos hasta atrofiar nuestra propia memoria. La conclusión es clara: cuando la IA hace todo el trabajo intelectual, nuestro cerebro aprende… a no hacerlo.
El antídoto: competencias para la era de la inteligencia aumentada
Si la amenaza es la atrofia mental, la respuesta es el entrenamiento. Para ello hemos desarrollado el Sistema 13+12, un marco de 25 competencias blandas que integran pensamiento crítico, creatividad, adaptabilidad y diálogo inteligente con la tecnología.
Las 13 competencias troncales entrenan habilidades como anticipación, visión estratégica, aprendizaje continuo, narrativa y relato, gestión del cambio y actitud disruptiva. Las 12 específicas llevan ese marco a la acción: planificar con flexibilidad, inventar posibilidades, conversar d interpretar la tecnología, gestionar emociones y aplicar el conocimiento con impacto real.
No es una lista para memorizar, sino una hoja de ruta para responder tres preguntas esenciales: ¿Quién soy? ¿En quién quiero convertirme con ayuda de la IA? ¿Qué puedo aportar a los demás con mis capacidades ampliadas? Y una cuarta, que lo cambia todo: ¿Qué competencias necesito para lograrlo?
Todo este giro existencial tendremos que hacerlo como individuos y como organizaciones. Supone una revolución para redefinir nuestro propósito vital, diseñar políticas públicas más inteligentes y transformar el sistema educativo.
La IA no es neutra: puede ser el atajo que nos adormezca o la palanca que nos expanda. La decisión no está en el código, está en la disciplina de nuestras mentes. Y la pregunta que queda sobre la mesa es simple: ¿seremos pasajeros distraídos… o navegantes conscientes en esta nueva era?
Adelante!!!