Cuentan que un príncipe para conocer las debilidades de su reino pidió a un sabio que le trajera ante sí a personas con el mal de la desconfianza, la resignación, la codicia, el resentimiento o el miedo. Pasado el tiempo, el sabio se presentó en la corte en compañía de un hombre. El príncipe le reprochó que no había cumplido su encargo, a lo que el sabio respondió: majestad estáis ante un envidioso, y la envidia, es la enfermedad más extendida de vuestro reino en la que se encarnan todos los males que invocasteis.
Imagen generada por Inteligencia Artificial (DALL-E).Sigue leyendo →
El cambio permanente al que nos vemos sometidos nos está trayendo muchos problemas mentales y emocionales (miedo, zozobra, desazón, ira, resignación, resentimiento, paralización, desconcierto…), como reacción a las situaciones nuevas e imprevistas que tenemos que enfrentar cada día. La educación de las emociones que recibimos estaba diseñada para una vida más previsible y estable, pero cuando el tiempo se aceleró y las circunstancias comenzaron a cambiar rápidamente, se desordenó nuestro equilibrio y empezamos a sufrir tensiones emocionales que afectan gravemente a nuestra salud (solo hay que mirar el agravamiento de la salud mental de la población en los últimos años). Los cambios son tan grandes que la mente humana no está diseñada para encajarlos con tanta celeridad.
Una sociedad excitada por la fantasía de la seguridad.
Vivimos más años, tenemos más bienes, pero somos más infelices. La búsqueda de la seguridad ha creado sociedades donde la mayoría de ciudadanos aspiran a ser funcionarios. Hasta tal punto es así, que el sistema está diseñado para estudiar por largos años, vivir la tortura de años de oposiciones y, por fin, aquellos que lo consiguen, lograr un empleo de por vida del que nadie podrá separarle salvo flagrante delito (y muchas veces ni así).
La próxima crisis que se está gestando después del coronavirus y la crisis energética.
En los últimos 14 años hemos asistido a una concentración frenética de acontecimientos disruptivos en una breve fracción de tiempo, provocando una sucesión de crisis que en el pasado constituían eventos muy espaciados en el calendario. Y todo hace presagiar que este fenómeno, en lugar de frenarse, se acelerará aún más en los próximos años. ¿Quieres saber cuál será la próxima crisis?
Cierto día, un padre y su hijo hicieron un viaje en su borrico. Al pasar por un pueblo los vecinos murmuraron: qué vergüenza, el padre montado en el burro y el pobre hijo tan pequeño caminando; escuchando las críticas, el padre se bajó del burro y le cedió el puesto a su hijo. Llegaron a otro pueblo y la gente murmuró de nuevo: qué injusticia, el joven cómodamente montado sobre el burro y el pobre hombre caminando; por lo que decidieron montarse los dos en el burro. Y así llegaron a otro lugar donde los viandantes comentaban: qué vergüenza, dos hombres que pueden caminar perfectamente maltratando a un pobre animal; por lo que ambos decidieron continuar el camino a pie. Al paso por el siguiente pueblo, los paisanos decían: qué tontos, tienen un burro y no se montan en él. Después de una larga reflexión, el padre dijo: sabes hijo, vamos a hacer lo que consideremos que tenemos que hacer en cada momento, porque si nos guiamos por lo que opinan los demás, siempre recibiremos críticas y nuestra vida será un calvario.
Una sociedad en minoría de edad.
Crítica fácil, queja permanente, reivindicación de derechos, escaqueo de responsabilidades, ley del mínimo esfuerzo, superficialidad, procrastinación, descompromiso… son rasgos que se retroalimentan en la sociedad actual, generando una deriva sin freno hacia el nihilismo.