Una sociedad sin liderazgo es como una nave sin rumbo. 2024 es un año electoral clave plagado de elecciones de magnitud continental (Estados Unidos, Unión Europea, India) y nacionales (México, Corea del Sur, Sudáfrica…) en las que el mundo se juega su futuro. Y también concurren muchos de procesos electorales para elegir líderes de partidos políticos y organizaciones donde nos estamos jugando el futuro de nuestras ciudades y comunidades.
Y todo esto en un panorama complejo con grandes desafíos, transformaciones y cambios que están provocando una tensión sin precedentes en nuestras sociedades. Con una ultraderecha en alza que encuentra un campo abonado para capitalizar la desesperación y el descontento, una derecha que cae en su campo de gravedad y pierde su centralidad, y una izquierda desinflada que no ha sabido renovar su oferta política para seducir a la ciudadanía.

Ante esta situación es muy importante preguntarse, ¿en qué cosas tenemos que fijarnos a la hora de elegir a nuestros líderes?
- En su visión del futuro (¿qué visión tiene del mundo que viene?, ¿cuál es su relato del futuro?).
- En el proyecto político que nos ofrece (¿tiene un proyecto de futuro para la comunidad?, ¿es capaz de unir a la gente desde sus diferencias?, ¿qué legado quiere dejar?).
- En su arrojo y valentía (¿es capaz de arriesgar y atreverse a hacer cosas grandes y retadoras?, ¿ya lo ha intentado antes?).
- En su capacidad para crear estados de ánimo colectivos positivos (¿qué capacidad tiene para inspirar y movilizar a la gente?).
- En su fortaleza emocional y capacidad para encajar reveses y sobreponerse a ellos y su actitud ante el éxito (¿cómo se ha sobrepuesto sus derrotas?, ¿cómo se ha comportado tras las victorias?).
- En su flexibilidad y capacidad de lidiar con el cambio y la incertidumbre (¿es capaz de escuchar y abrirse a los demás?, ¿tiene el coraje de cambiar de punto de vista y actuar en consecuencia?).
- En su historia personal (¿qué historia tiene?, ¿qué cosas ha hecho?). Parafraseando al papa Francisco, no confíes en los salvadores sin historia.
- En su credibilidad (¿qué valor tiene su palabra?, ¿cumple lo que promete?).
- En su capacidad para crear equipos (¿de qué gente se rodea?, ¿es capaz de atraer el talento y a los mejores?).
- En su capacidad organizativa y de movilización (¿es competente para convocar a la gente ante un propósito?, ¿es capaz de organizar a la gente para que entregue lo mejor de sí misma?).
Nuestro futuro depende en gran medida de nuestra capacidad para elegir a las personas más competentes. Los líderes que encumbramos y su calidad también refleja un poco quiénes somos. Su elección, antes que de ellos, habla de la condición de nosotros como electores y de nuestra altura verdadera.
Adelante!!!