¿Cómo el ultraliberalismo y la derecha han logrado arrebatar a la izquierda las palabras libertad, igualdad y solidaridad?

¡Viva la libertad, carajo!

La libertad, la igualdad y la solidaridad son los principios fundamentales de la propuesta política de la izquierda. Bajo esta bandera y buque insignia forjó su influencia social y éxito electoral. Una oferta que ha incomodado históricamente a la derecha por la dificultad de igualar su atractivo desde sus postulados tradicionales (ley, orden, defensa de la propiedad privada…), al punto de salir acomplejada y con el sentimiento de desventaja a las citas electorales. Ante esta situación, los ideólogos del ultraliberalismo y la derecha diseñaron una estrategia para revertir la situación basada en dos principios: la crispación permanente de la sociedad y la incorporación artificiosa de los principios de la izquierda en su ideario y discurso político. Veamos cómo lo hacen.

En España por ejemplo, la sensación de la derecha, en argot futbolístico, era la de jugar permanentemente en campo contrario, quedando ahí como alternativa residual, para cuando la izquierda cometiera errores de bulto o desgaste por el ejercicio de poder. Tal fue su frustración y desesperación que tuvo que usar todo su poder económico y fuerza mediática para vencer a la izquierda. En 1996 logró gobernar (aunque logró menos votos y diputados que la suma de PSOE e Izquierda Unida ). En 1998, Ansón (pope de los medios de comunicación y monárquico conservador) reconoció que hubo un contubernio para revertir la voluntad de los ciudadanos por medios no democráticos:  “para terminar con Felipe González se rozó la estabilidad del Estado”, “fue necesario llegar hasta el límite”, y “que se buscaron irregularidades y corrupción”, “la cultura de la crispación existió porque no había manera de vencer a González con otras armas”.

El monopolio de las palabras libertad, igualdad y solidaridad.

Avanzando en el tiempo, los ideólogos de la ensidia lograron imponer su agenda para generalizar la crispación social y crear un ambiente irrespirable cuando no gobernaban. Una estrategia de guerra de guerrillas que ensayaron y perfeccionaron a lo largo de los años 90 del siglo pasado, consiguiendo resultados extraordinarios a costa de devaluar la democracia y la convivencia. Y haciendo un alarde más de estrategia política para facilitar el acceso al poder al ultraliberalismo y la derecha, se les ocurrió una idea genial: ¿Por qué no hacer suyas las ideas fuerza del discurso de la izquierda? Si total, en una sociedad crispada y desconcertada es fácil, desde la apelación a las emociones, hacer que parezca que lo negro es blanco y que lo blanco es negro. Desde el lenguaje de la crispación, cada palabra es como un acordeón que se estira o encoge al gusto de quien la utiliza. La palabra pierde su valor.

Al igual que la izquierda encontró su piedra filosofal en el monopolio del relato y acción política en torno a los principios de la libertad, la igualdad y la solidaridad. La derecha fabricó su antídoto con el reciclaje de los mantras de la izquierda. La fórmula perfecta que añadida a la crispación se convierte en caballo electoral ganador.

Los ideólogos del ultraliberalismo y han conseguido engañar a la gente haciendo creer que son ellos los garantes de la libertad, la igualdad y la solidaridad.

Los errores cometidos por la izquierda, junto al cambio de timón en el discurso de la derecha, han modificado por completo el panorama electoral en las democracias actuales. Ahora es la derecha y el ultraliberalismo quien juega el partido en casa. Y lo que más me sorprende de todo esto es que la izquierda permanece atónita y en shock, sin saber reaccionar ni explicar a la masa electoral este engaño. Y por supuesto, sin hacer una propuesta renovada y seductora sin abandonar sus principios.

El ultraliberalismo no quiere la libertad universal, quiere la libertad para dejar hacer y deshacer a los suyos a su antojo. La igualdad, es una treta dialéctica con la que regalan el oído de los ciudadanos para alimentar sus fantasías de igualarse por arriba en el estatus social. No quieren la solidaridad, cuando apelan an ella no lo hacen en clave de justicia social sino de caridad y limosna.

Cuando la derecha y el ultraliberalismo hablan de igualdad y solidaridad entre territorios y ciudadanos lo hacen desde un discurso engañoso. Cuando hablan de que los ciudadanos han de ser iguales, independientemente de donde vivan es igualmente falaz, porque donde gobiernan no lo practican y protegen los intereses de los más fuertes a costa de los débiles. Reclaman y proclaman igualdad y solidaridad del todo con las partes, y cuando gobiernan una parte fomentan las desigualdades, debilitan los mecanismos de redistribución de la riqueza y libran de impuestos a los poderosos.

Siempre me resulta sospechoso cuando las zorras dan consejos para mejorar la seguridad del gallinero. Parafraseando al Papa Francisco, le tengo miedo a los salvadores sin historia en su reflexión sobre la progresión de la ultraderecha.

Es evidente que en el momento actual, la ultraderecha y la derecha han logrado dar la vuelta a la tortilla para ganar la guerra del relato. Su avance será imparable desde el manejo de la crispación, el miedo, el odio y la apropiación de los mantras de la izquierda. Los discursos en diferentes países y continentes están orquestados por los mismos ideólogos que en cada contexto eligen a sus mejores bufones y espantajos (Trump, Orban, Bolsonaro, Milei, Meloni, ¿Ayuso?…). 

Y en esta deriva también tiene su gran responsabilidad una izquierda desnortada que no es capaz de leer el signo de los tiempos, sin ser garante garante y valedora de sus principios adaptados a los tiempos que corren. 

Lo más fácil, cuando uno no hace sus deberes, es culpar a un electorado desideologizado, desclasado y descreído de la debacle en las urnas. Y precisamente lo que hay que estar haciendo es construir un proyecto de futuro nuevo con la gente.

Bajo el lema ¡Viva la libertad, carajo! Llegó al poder Milei en Argentina. Una de las primeras medidas que anunció fue prohibir las manifestaciones y cortes de la vía pública contra sus medidas. Juzguen ustedes, la historia será implacable, dictará pronto su inapelable sentencia y pondrá a cada uno en su sitio.

Adelante!!!

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