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Lo rural y su esencia.
Quien experimenta su fuerza telúrica, no es capaz de desconectarse de ella jamás, es el magnetismo de las entrañas de la tierra que al fundirse con los elementos del paisaje crea un espacio emocional que interpela a los cinco sentidos. El campo sosiega y equilibra el espíritu, expande la mente, revela misterios, palpita, siente y se expresa, habla permanentemente a quien entiende sus signos, a quien se sintoniza con él.
La vida es teatro.
La importancia de aprender la lógica del teatro y sus trucos para aplicarlos a nuestra vida.
No podemos tomarnos la vida con demasiada solemnidad y severidad porque en realidad es más informal y menos sería de lo que nos han hecho creer. Si aprendes a mirar la existencia como un show (espectáculo), podrás liberarte de mucha presión existencial, la responsabilidad excesiva y el estrés. Hasta que no lo entiendas, no podrás encontrar tu sitio en el mundo, fluir con la vida, sacar todo el partido a tu corta existencia y divertirte con los papeles que decidas representar. Nosotros, los humanos, somos actores que jugamos a representar papeles, donde todo es figurado e inventado, pero a la vez real.
Las 4 fases de la decadencia de los altos cargos y líderes fallidos.
Del síndrome del impostor a la muerte por soberbia.
Te voy a mostrar la crónica de la muerte anunciada de muchas personas cuando ascienden o acceden a un cargo (por si alguna vez te nombran algo y quieres salir indemne): La primera fase ocurre cuando uno piensa que no está a la altura de su nuevo cargo o responsabilidad (síndrome del impostor). La segunda cuando se intenta aniquilar a quien destaca y le puede hacer sombra (síndrome de Procusto). La tercera, al creerse el mejor (síndrome del mal de altura). Y finalmente, lo inevitable, la muerte por soberbia y la pérdida total de la reputación. Estas cuatro son las fases que marcan la corta vida de muchos políticos, cargos, profesionales y líderes fallidos. ¡Vamos a verlo!
La izquierda ante el desafío de reformular su utopía.
La fuerza de la izquierda ha sido siempre el monopolio de la utopía, una batalla que ha perdido frente a la utopía liberal y el empuje del nacionalismo. La cuestión ahora es si la izquierda será capaz de construir una propuesta renovada que la reconecte con el sentir y emociones de la gente o continuará su declive.
La utopía es por antonomasia el patrimonio de la izquierda en torno a la promesa de un mundo mejor. El manejo de la fuerza de la emoción para alcanzar un futuro ideal superador de un presente lleno de penalidades, un paraíso terrenal que nos librara de las miserias para lograr una sociedad de personas, libres, iguales y solidarias.