La mayor parte de los trabajos y las empresas en 2030 serán nuevos, no existen hoy, están por inventar. Por eso, resultaría pretencioso afirmar que nos estamos preparando para un trabajo con futuro, porque es posible que cuando vayamos a ejercerlo ya no exista o sea marginal. La mayor seguridad que tenemos es que todo cambia, que todo es devenir, y que la estrategia más inteligente es actuar de manera flexible analizando las tendencias y contingencias que surgen en el día a día para inventar nuestra forma de ganarnos la vida.
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Estoy destruyendo mi viejo ser para dar a luz a otro nuevo. Un caso real.
La tarea de reinventarse como personas y organizaciones. Desarmarnos por dentro para volvernos a armar, esa es la cuestión en este momento. Tengo 54 años, durante 25 he estado aprendiendo una visión del mundo que adquirí en la escuela y la universidad, y los otros 25 los estoy dedicando a desaprender lo aprendido y aprender otras cosas que me permitan ser significativo para los demás. Te lo cuento porque estoy convencido que este ejercicio tendrán que hacerlo millones de personas y organizaciones para acomodarse al cambio de época en la que vivimos, adaptándose a una realidad que nada tiene que ver con lo que nos enseñaron y aprendimos.
No pidas peras al olmo. La administración mata la innovación y las creencias limitantes hacen el resto.
Vivimos buena parte del tiempo contándonos mentiras, haciéndonos trampas en el solitario, diciéndonos medias verdades, hablando de lo superficial, postergando lo importante, procrastinando (aplazando los deberes y las decisiones), dominados por emociones paralizantes. Sin salir de este círculo vicioso no podemos abrirnos a la innovación, el liderazgo y el emprendimiento; en un entorno institucional que en lugar de favorecer el progreso es un lastre para el avance económico y social.
Nuestros mundos son estados de ánimo.
China es un estado de ánimo (roza con los dedos el podio de primera potencia), EE UU es un estado de ánimo (siente que es primera potencia en fase declinante), la UE es un estado de ánimo (siente que tiene más pasado que futuro), África es un estado de ánimo (huye de su pasado y busca en el Norte su futuro)… España es un estado de ánimo (aún no sabe quién es ni si se quiere a sí misma), Extremadura es un estado de ánimo (siente sobre sí una fuerza de gravedad enorme que le impide escapar de su pasado)… La ciudad donde vivo es un estado de ánimo (estaba en una pelea y alguien con ilusión le abrió la puerta a un nuevo porvenir)… Mi equipo es un estado de ánimo (su lema es adelante), mi familia es un estado de ánimo, yo soy un estado de ánimo… Si aprendemos a observar nuestros mundos como estados de ánimo, a descifrar cómo surgen, a interpretar cómo se manifiestan y las situaciones que provocan; tendremos una gran ventaja para poder manejarlos y construir valor con lo que hacemos. Aprendamos a ver nuestros mundos como estados de ánimo.
Los relatos crean nuestros pensamientos, estados de ánimo, formas de conducirmos y resultados.
Somos los relatos que nos contaron y que nos contamos cada día. Sin elegirlo yo nací hace 54 años en un mundo gobernado por ángeles y demonios (cuentos oficiales de la religión)…; en un país elegido por dios que era una unidad de destino en lo universal (cuentos oficiales y delirantes de la patria)…; en una sociedad estamental y cerrada donde cada uno había nacido en una clase social y debía actuar en consecuencia (cuentos oficiales del poder)…; en un régimen donde el que portaba un relato diferente (extranjero, homosexual, ateo, divorciado, comunista…) era sospechoso y peligroso (cuentos oficiales de lo bueno y lo malo)… Como cualquiera de mis paisanos, di por buenos esos cuentos, no había otra elección, hasta que descubrí que eran solo cuentos y que podía cambiarlos. Luego, a duras penas y a contracorriente los fui cambiando. Eso me ha llevado a entender los comportamientos irracionales, supremacistas, xenófobos, racistas… Y a ser comprensivo con las personas que los proclaman porque únicamente son la caja de resonancia y las víctimas de los relatos con los que nacieron y de los que no pudieron escapar.