Con el coronavirus hemos aprendido a utilizar unas “viejas tecnologías” que convivían con nosotros hacía tiempo y se amontonaban a nuestro alrededor sin que les hubiésemos dado mucha importancia. Videoconferencias, plataformas de formación o redes sociales han pasado a ser herramientas de uso intensivo y espacios de encuentro. Nos hemos convertido en seres más tecnológicos pero seguimos conservando nuestros viejos vicios y prácticas culturales.
Aunque hemos descubierto como por arte de magia que podemos tener varias reuniones al día por videoconferencia con personas que están a miles de kilómetros, cosa increíble porque esto se podía hacer desde hace años, ahora comenzamos a caer en la cuenta de que esas reuniones son tan caóticas e improductivas como las que manteníamos de manera presencial.
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