De forma recurrente una serie de tecnologías ha ido incorporándose al uso cotidiano suponiendo una interrupción brusca de cómo se hacen las cosas, un concepto al que habitualmente denominamos disrupción.
Sin embargo, la asimilación de estas tecnologías suele venir acompañado, como buen interruptor, de un elemento que activa ese estado de cambio.
Vivimos un momento disruptivo en la extensión de los ordenadores cuando IBM diseña el PC por aquellos años ochenta, cuando los ordenadores existían desde la década de los sesenta del siglo anterior.
Sigue leyendo