La vida es teatro.

La importancia de aprender la lógica del teatro y sus trucos para aplicarlos a nuestra vida.

No podemos tomarnos la vida con demasiada solemnidad y severidad porque en realidad es más informal y menos sería de lo que nos han hecho creer. Si aprendes a mirar la existencia como un show (espectáculo), podrás liberarte de mucha presión existencial, la responsabilidad excesiva y el estrés. Hasta que no lo entiendas, no podrás encontrar tu sitio en el mundo, fluir con la vida, sacar todo el partido a tu corta existencia y divertirte con los papeles que decidas representar. Nosotros, los humanos, somos actores que jugamos a representar papeles, donde todo es figurado e inventado, pero a la vez real.

El mundo es un gran espectáculo que se  desarrolla en un escenario gigantesco.

Donde se están representando miles de obras de manera simultánea, con los mismos elementos que el teatro (la escena, la obra que se representa, el director, el guión, los diálogos aprendidos, los actores, los espectadores, el vestuario, el maquillaje, las luces, el sonido… ¡La vida misma!

Ahora, mira el mundo que conoces: las relaciones internacionales, la economía, el trabajo, la educación, el deporte, los espectáculos, las celebraciones, los actos religiosos, académicos, la declaración de la guerra, la firma de la paz…

Mira una reunión de líderes mundiales, el debate en el parlamento, el profesor dando clases, el médico en la consulta, los jugadores en el partido, el cura en la misa,  el camarero sirviendo las mesas, los trabajadores en la fábrica, el dependiente en la tienda…

Mira los entornos y ambientes que conoces y como las personas se relacionan respondiendo a los protocolos del teatro.

Ahora mírate y reconócete en las cosas que escenificas cada día: el guión que representas en tu familia, grupo de amigos, relaciones con tus compañeros de trabajo y jefes… con sus cambios correspondientes de libreto y registro en función del papel que decides adoptar cada día.

¡Todo teatro, puro teatro!

Todo fluye, nada permanece.

Y al igual que en un teatro donde se representa una obra tras otra, nada permanece, todo cambia. De la actuación que se representó el mes pasado nadie se acuerda, todo el público y los actores están absortos en lo relevante del presente. Y todo esto debería ayudarnos a entender las posibilidades que se abren ante nosotros si aprendemos a mirar lo emergente, abrirnos a nuevas posibilidades y cambiar de teatro, de obra, de papel…

Y en este fluir de la obsolescencia, la vida nos da poder para crear nuestros propios escenarios dentro del gran teatro universal que es el mundo. Podemos decidir convertirnos en escritores de una nueva obra, directores de la misma y actores. También decantarnos por ser meros espectadores para no exponernos y arriesgar, una actitud que aunque en principio resulta más cómoda y menos expuesta, acaba siendo frustrante.

Descubrir que la vida es teatro y que todo se mueve por sus protocolos y roles, puede dar un giro a nuestra existencia y conferirnos poder e influencia, sabiendo que todos podemos convertirnos en el actor principal de una obra y que la vida nos ofrece la posibilidad de cambiar de papel e incluso de obra. 

Las historias, las narrativas y los relatos son la piedra angular del teatro universal que es el mundo.

Cualquier realidad creada por el ser humano, en su origen fue un relato. Por ese motivo, lo primero que deberíamos aprender es a crear relatos poderosos que sean significativos para la vida de los demás, y luego a protagonizarlos. Todo lo que hacemos como especie responde al guión de un relato que otro humano fabuló (dios, cielo, infierno, patria, tribu, dinero, familia…). Inventar  buenos relatos, teatralizarlos y sembrarlos en la mente de los demás es el mayor acto creativo dentro de la guerra sin cuartel entre relatos que es la vida.

Nuestros pensamientos no son otra cosa que tiras cortas de relatos, la ciudad donde vives, el pan que comes, el miedo que te atenaza, la esperanza que te mantiene a flote o el amor que te embarga… todo son relatos teatralizados. El relato y el teatro en el que se representa es el Demiurgo que crea el mundo y que todos llevamos dentro.

Teatro lo puede hacer cualquiera, de hecho cada uno de nosotros lo hace cada día (consciente o inconscientemente), a todas horas y a cada momento. Sin embargo, el “buen teatro” no está al alcance de todos, porque para ello se necesita cultivar la sensibilidad, descubrir lo relevante, lo inspirador, la conexión emocional, la seducción… Y todo ello para dar sentido a la vida de la gente en torno a la creación de buenas historias, narrativas y relatos que toquen la fibra sensible del público.

Todo lo que hacemos en la vida se sustenta en un relato inventado, que al ser recreado como una experiencia memorable e inmersiva y representado con verosimilitud, lo acabamos llamando realidad. La gente cree en cosas que no existen pero que conmueven, porque en el fondo lo que necesitamos para superar nuestro enorme vacío existencial y la extremada levedad de nuestro ser son emociones, aventuras y esperanza.

Comenzamos buscando el sentido al universo, y al final acabamos encontrándolo al convertirnos en actores de la obra de teatro de nuestra vida. ¿Tan difícil es reconocernos como seres vulgares y minúsculos atrapados en la fantasía de alcanzar la mejor versión de nosotros mismos, como niños enfundados en sus trajes de superhéroes? Seres de ficción que buscan teatralizar la mejor versión de sí mismos desde su propia singularidad o imitado a grandes personajes.

¿Tan difícil es reconocer el teatro en el que vivimos y aceptar que todos los actos de nuestra vida tienen una parte de teatralización reconocible, que en nada se diferencia de cualquier ensayo o puesta en escena de una obra? Pasamos de la tragedia a la comedia y de lo lírico a lo prosaico según el papel que decidimos teatralizar en cada momento. 

Representamos tragedias que no lo son y fingimos sonrisas, mientras intentamos escrutar las intenciones ajenas sin que se vean las nuestras. Teatro permanente en el que unos dicen lo que dicen y otros escuchan lo que les interesa, mientras todos estamos atrapados en nuestras historias particulares. Mundos tan efímeros como pompas de jabón que desaparecen al ritmo que surgen otras.

Sigue mirando al mundo y se te irá revelando cada vez con más fuerza el teatro que lo sustenta, con sus poses, postureo y trucos de actor. También con sus dosis de autenticidad, inspiración y singularidad. Igual que ocurre en el teatro.

Desentrañando la liturgia del poder que nos oprime.

Todas las realidades superiores que hemos creado y nos dan sustento, son fantasías con su libreto y representaciones. Si las despojásemos de su liturgia se diluirían como un azucarillo en el mar.

Cuando lo ves todo de esta manera, acabas desarmando lo ceremonioso y protocolario, identificando los atavismos y trampantojos del poder, desentrañando el misterio de los palacios y las catedrales, la arbitrariedad de las audiencias, los espectáculos donde se administra pan y circo a una audiencia anestesiada para que no albergue la tentación de asaltar la liturgia del poder. Teatralización y representación obscena del poder terrenal para apabullar y achicar a los mortales,  teatralización del poder celestial para asustar y amansar las almas. 

Todo es teatro, puro teatro, cuyos principales escenarios ya están ocupados por los poderes establecidos, que aunque reducen nuestro exiguo espacio vital para representar nuestra propia obra, siempre nos queda lugar para hacerlo desde la libérrima decisión de ser actores y aurigas de nuestro destino. Nos podrán limitar y achicar nuestros espacios vitales, pero nadie nos puede despojar de nuestra decisión de representar la obra que queremos. 

Aunque la palabra teatro está llena de connotaciones peyorativas, define a la perfección lo que es el mundo y las relaciones humanas, con todas sus acepciones positivas y negativas.

Si quieres ser relevante en el teatro universal de la vida, debes regirte por las leyes del teatro, sus convenciones y protocolos, teatralizar tus actos y ser consciente de ello desde la autenticidad , porque adoptar las liturgias no es incompatible con la veracidad, la lealtad a los demás y el compromiso con la vida. 

¿Qué miedo puedes tener para pensar y actuar en grande en un escenario general tan abierto y tan mediocre? Los fantasmas que te han creado desde el miedo escénico solo están en tu mente, en tus pensamientos limitantes, en el qué dirán, cuando te dices soy muy joven o muy viejo, no estoy aún preparado, no puedo más y aquí me quedo, así son las cosas… ¡A qué esperas para asaltar la escena!

Adelante!!!

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