La ola que viene. Contada por un individuo analógico convertido a digital y dispuesto a ser cuántico.

Tengo 55 años y a principios de la década de 1980 estaba en la universidad, para consultar un libro tenía que levantarme temprano y hacer cola en la biblioteca, a veces tardaba varios días en conseguirlo. Una década después, un compañero me enseñó una tarde a navegar por Internet, en ese momento el futuro se me iluminó en unos segundos, experimenté una epifanía y pude ver con claridad como lo que estaba viviendo era una ola que transformaría la faz de la tierra en todas las actividades humanas, las empresas, los empleos, las formas de acceder al conocimiento… Pude entender rápidamente que lo que estaba ante mí cambiaría el mundo por completo, nuestra vida, costumbres, formas de comunicarnos, relacionarnos y coordinarnos… Hasta convertirnos en nuevos seres humanos distintos a como éramos hasta ese momento.

Estudié historia no porque me interesasen las curiosidades y anécdotas de personajes y hechos pasados, sino porque me apasiona el fenómeno del cambio histórico, sus procesos y mecanismos, en definitiva, la evolución y el progreso humano: los millones de años que fuimos primates, la evolución a fabricantes de herramientas y dominio del fuego, el paso de una vida feliz de cazadores y recolectores a otra llena de privaciones y pérdida de calidad de vida como agricultores, el nacimiento de las primeras civilizaciones, la primera revolución industrial… 

La carrera la hice por libre despreocupándome de las asignaturas, aburridos temarios y memorización de datos y fechas, para centrarme en el fenómeno del cambio histórico y cómo se produce, que es lo que realmente me entusiasma. 

Aunque el esfuerzo no me sirvió para finalizar con un expediente académico brillante, a la larga me ha proporcionado ventajas más importantes, como cierta intuición y olfato para identificar cuando se inicia un cambio de época y atisbar su magnitud, dirección, tendencias y escenarios.
Te cuento todo esto para anunciarte que ahora estamos ante una ola de cambio más grande que la Revolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) de la década de 1990, un hecho que define nuestra cotidianidad expresada en ceros y unos entrelazados con los artefactos que dan forma a nuestra vida diaria (Internet, redes sociales, teléfonos inteligentes, teletrabajo…). 

Doy un extraordinario valor a las TIC porque la mayor parte de mi vida he sido un ser analógico nacido en 1964 para el que acceder al conocimiento, quedar con los amigos, buscar un trabajo o un piso de alquiler, enviar una carta, crear un equipo de trabajo, conectarme con personas de otros lugares… Era una auténtica odisea. 

Aunque algunas veces pienso que mis hijas creen que cuando el ser humano vino al mundo lo hizo acompañado de su teléfono móvil, grupo de wassap y su perfil de Instagram. Yo viví esa transición y quedé enamorado de las posibilidades que se me abrían en el horizonte, tanto es así que no quería perderme ninguna, una sensación parecida a un hambriento de siete días ante una mesa repleta de viandas (craso error). 

Por entonces era funcionario, el día después de mi epifanía tomé la decisión irrenunciable de dejar mi puesto de trabajo, no podía perderme ese nuevo mundo que había visto por la pantalla. Y así lo hice, me enrolé  en todos los viajes que pude (en algunos de ellos de polizón), acepté  la incertidumbre, comprendí que casi todo lo que había aprendido y dado por cierto no me servía, asumí el riesgo de destruir mi viejo ser para comenzar a edificar uno nuevo, tuve que buscar nuevos maestros que me guiaran… Y sobre todo entendí que no lo podría hacer solo, que la riqueza y el esfuerzo era crear equipos y trabajar con otros, y de ahí vino el mayor regalo que me hizo la vida en forma de personas que hemos acabado creando intimidad y confianza para hacer grandes cosas juntos.

Si persigues dos conejos a la vez se escaparán los dos.

Es un riesgo tremendo ser ciego a las posibilidades que se abren, pero también lo es cuando ves muchas y te desenfocas. Te lo cuento así porque yo cometí ese error cuando vi la ola levantarse en la década de 1990, y por temor a no estar presente en los cambios importantes, quise jugar a todos los palos; aún no había aprendido que para ser campeón en algo hay que poner toda la energía en una sola cosa.

La ola que se está levantado en 2019 es mucho más grande y lo cambiará todo.

Cuando aún estamos digiriendo los cambios de la Revolución TIC a los que te he hecho mención, no somos capaces de ver la siguiente ola que se está levantando y cuyas proporciones son descomunales.

Cuando cumplí 50 años, después de que empezaba a tomar cierto sosiego y acomodo, comencé a ver aparecer en el horizonte otro tsunami que iba a arrasar, de hecho ya lo está haciendo, todo lo que habíamos levantado (empresas, organizaciones, empleos, actividades…). Igual que la anterior ola se llevó por delante el mundo de los trabajos en las cadenas de montaje, el correo postal, los periódicos y medios de comunicación convencionales, el comercio local, la agricultura y ganadería tradicional… La actual hará lo mismo con los mundos en los que nos movemos y trabajamos (tecnología, industria, fabricación, servicios, movilidad, medicina, fuentes de energía…).

De nuevo, el futuro que viene y que ya está aquí, me invita a reinventarme y reencauzar mi vida profesional en campos nuevos, vuelta otra vez a desaprender lo que había aprendido y a reaprender.

Los desafíos y escenarios que se abren ante mí para encontrar acomodo, rediseñar mi identidad, resignificarme  y construir nuevas ofertas son un abanico amplio y nuevo de disrupciones:

En el campo de la biotecnología, creación de vida nueva y nuevos seres, longevidad, cuerpos biónicos, vehículos autónomos, producción de carne sin animales, plantas sin suelo, impresión 3D de todo tipo de objetos….

Cuando te hablo de vehículos autónomos circulando por las ciudades, de personas mitad humanas y mitad máquinas, deimpresoras 3D imprimiendo órganos humanos, de robots aprendiendo de otros robots, del diseño de nuevas formas de vida, de los trabajos para trasladar la mente humana a un ordenador, de la reprogramación de la edad celular para terminar con el envejecimiento… No te estoy hablando del futuro, sino del presente, en realidad te estoy diciendo que la ola está aquí.

La convergencia de la nanotecnología, biotecnología, infotecnología, cognotecnología (NBIC) está generando disrupciones masivas en todas las fronteras del conocimiento, la tecnología y sus aplicaciones prácticas a todas las creaciones humanas.

La inteligencia artificial está desarrollando la automatización de tareas y la interacción entre objetos y personas. Robots, drones, vehículos y otro tipo de dispositivos comienzan a operar de manera autónoma (IoT).

La gestión masiva de datos (big data) y su aplicación universal revolucionará nuestro mundo, las máquinas que aprenden (machine learning) estarán por todos lados auxiliándonos en las tareas más cotidianas.

Dispondremos de simuladores conectados con dispositivos instalados en las mismas fuentes de información (emporewed edge), en todos los campos, como la medicina, la empresa, la economía, la educación o la movilidad; ayudándonos con precisión en la planificación y toma de decisiones.

Los simuladores provistos de la realidad aumentada nos comienzan a recrear nuevos mundos listos para ser habitados, abriendo camino a una nueva economía y haciendo imposible distinguir entre mundos reales y virtuales.

La tecnología de bloques (blockchain) pasará del ámbito del sector financiero a la administración y de aquí al resto de actividades garantizando la confidencialidad y seguridad de todo tipo de datos.

Con todo ello vamos a hacer del planeta (y quien sabe si en un futuro el Universo) un lugar de espacios inteligentes. Y desde aquí, el gran salto a la computación cuántica, donde ciencia normal (Kuhn) y ciencia ficción pasan a fundirse mientras se instala un paradigma científico nuevo…

Lo que te estoy contando no es futuro, es presente. La única barrera para que pueda habitarlo no es tecnológica, son las telarañas que tengo en la mente, mis creencias limitantes.
Los nuevos mundos que trae lanueva ola ya están aquí, para habitarlos necesitamos convertirnos en nuevos seres, más flexibles, dispuestos a aprender cosas nuevas, nuevas habilidades, nuevas actitudes.

Para ser significativo y relevante en este nuevo mundo, no puedo pretender tocar todos los palos, pero sí necesito ver todo el panorama en perspectiva para elegir uno en elque diseñar una oferta significativa para mis clientes.

Qué hacer y cómo enfocar nuestra educación y nuestros trabajos en la última ola.

Lo primero que hago con mis hijas es tratar de que entiendan el cambio histórico, así como los escenarios y posibilidades que les brinda la ola que aparece en el horizonte, para lo cual se necesita un ejercicio de perspectiva histórica y prospectiva, de cambio de actitud y flexibilidad total para abrazar lo que viene en clave de posibilidades y oportunidades.

El punto de partida es que entiendan que el mundo de las carreras y universitario en el que están inmersas, no les ofrecerá respuestas ni herramientas para enfrentar su futuro laboral y personal, más, al contrario, su permanencia en la universidad seguirá alimentando su pensamiento viejo.

El siguiente paso es que comprendan el cambio y desde sus vocaciones e intereses se dejen llevar por su pasión  y se atrevan a hacer algo significativo para el mundo que viene.

Que no caigan en la trampa de declararse jóvenes o viejas para hacer cosas nuevas, y eso pasa por hacerse presentes donde están comenzando a ocurrir los cambios, sin pedir permiso.

Que aprendan a ofrecerse y a hacer ofertas significativas en las nuevas posibilidades que se abren.

Que se atrevan a poner su vocación y pasión en el centro de su vida, convirtiendo su hobby en su trabajo en conexión con una visión poderosa del futuro y sus tendencias. 

Que entiendan que sus proyectos no los pueden hacer solas sino formando equipo. 

Mi hija mayor (Victoria) es una apasionada de la moda desde que era pequeña. Su madre y yo la animamos a que no fuera a la universidad y se dejara llevar por su instinto, ella decidió hacer la carrera de psicología, quizá por la influencia viejuna de un entorno que considera la psicología más glamourosa que la moda. Y así lo hizo, probando la tortura de pasar cuatro años memorizando apuntes y haciendo exámenes. Hoy ha reconducido su vida y ha vuelto a su vocación: la veo entregada aprendiendo moda y haciendo sus diseños, pasa las horas y los días absorta en sus tareas, está en su elemento, es feliz.

La última ola está aquí, si queremos ser personas significativas y creadoras de valor en el nuevo tiempo debemos convertirnos en seres superflexibles y dispuestos a abandonar todo el pensamiento viejo que frena nuestras posibilidades.

Adelante!!!

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