Estamos muertos aunque no lo sabemos todavía.

El Sexto Sentido es una película en la que Bruce Willis encarnando el papel del doctor Malcolm trata de ayudar a un niño (Cole) que se comunica con los muertos, y en un final inesperado y desconcertante descubre que en realidad él está muerto también. El film es una buena metáfora que nos hace pensar si en realidad la mayoría de nosotros y nuestras organizaciones también estamos muertos o moribundos aunque no nos hayamos dado cuenta de ello o nos dé miedo aceptarlo porque nos aterroriza reconocer que nuestro mundo se desmorona a nuestros pies, a la vez que precisamos nuevos fundamentos filosóficos y cartas de navegación para lidiar con lo desconocido.

Mundos muertos que nos cuesta aceptar que lo están.

Cuántos de nosotros vivimos y trabajamos en empresas y organizaciones que están en sus últimos estertores a punto de desaparecer (empleados de banco, administrativos, contables, grabadores de datos, taxistas, agricultores, pequeños comerciantes…), aguantando a duras penas, capeando el temporal y tratando de demorar el susto de una suerte final que ya está echada. Cuántos de nosotros vivimos en la zozobra y asalta el sentimiento de que “mi mundo se muere” y con él nuestras profesiones y formas de ganarnos la vida, a medida que las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial con la inteligencia artificial y la robótica avanzan sin tregua.

Y la muerte no solo amenaza a los pequeños, también acecha a las grandes y todopoderosas compañías que operan en los mejores índices bursátiles del mundo, como antaño ocurrió con gigantes de la talla de Kodak, Nokia, Olivetti o Blockbuster, muchas de las cuales descubrirán muy pronto que en realidad están muertas o a punto de morir.

Y si ampliamos la mirada a la mayor parte de nuestras organizaciones, un buen número de ellas comienzan a sospechar que son zombies vivientes y candidatas a cadáver.

Y de tanta muerte y obsolescencia, tampoco se libran nuestras viejas  instituciones, cuyos cimientos comienzan a tambalearse como castillos de naipes. Si las despojamos  de su antiguo glamour, liturgia, símbolos de poder y trampantojos, no distan mucho de ser muertos vivientes que habitan un mundo paralelo lejos de toda realidad y ajeno a las preocupaciones y necesidades del resto de los mortales.

Atrapados en relatos y falsas zonas de confort.

Y si ya ponemos el foco en los relatos metafísicos que moldean nuestra realidad, quedamos atrapados en otra dimensión como la que descubre Bruce  Willis en el desenlace de la película, en forma de espacios emocionales y realidades paralelas y delirantes gobernadas por dioses, patrias, héroes, ángeles y demonios; desde donde podemos confundir la línea tenue y difusa que separa la realidad y la ficción, adentrándonos en la alucinación de no saber si estamos en un mundo de vivos o difuntos.

Y siguiendo esta deriva, si me miro a mí mismo, también me resulta tremendamente complicado establecer la categoría de lo real e irreal, desde el convencimiento de que mis percepciones sobre el mundo que está ahí fuera con sus objetos y categorías, no es más que una construcción subjetiva de mi mente elaborada desde mis prejuicios; a partir de lo cual trato de hilvanar un relato coherente que me ayude a moverme por el mundo y dar sentido a mis acciones.

Nuevos mapas y cartas de navegación para movernos en la complejidad.

Reconozco que para tan ardua tarea solo doy por buenas unas cuantas directrices que considero universales e incompletas: todo es mente, la mente crea el universo, la materia es una forma temporal e inestable de la energía en un multiverso con infinitos planos de realidad (mentalismo); como es arriba es abajo, como es adentro es afuera (correspondencia); nada está inmóvil, todo se mueve (vibración); todo es doble, todo tiene dos polos y planos de realidad, los opuestos son iguales en naturaleza (polaridad); todo fluye y refluye, todo tiene sus periodos de avance y retroceso (ritmo); toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa, nada ocurre por azar (causa y efecto); el género se manifiesta en todos los planos (género). Todos estamos conectados por un cordón invisible con el todo al que pertenecemos (universo) y del que somos parte esencial.

¿En qué plano de la realidad estamos ahora? ¿Transitamos por diferentes dimensiones del universo que a veces se conectan entre sí? ¿Estamos muertos y no lo sabemos? ¿Todo responde a un plan o es fruto de una gran chapuza?…

Al final, ¡qué más da!, lo importante es aprovechar el poder que tenemos como fuerza constitutiva y esencial del Universo que somos para crear nuevos mundos más sutiles y confortables, reduciendo al máximo el dolor y el sufrimiento humano, y deformando para ello, si es preciso, las leyes del espacio-tiempo.

La mayor parte de nosotros y de nuestras organizaciones estamos muertos aunque no lo sabemos todavía. Lo bueno es que podemos reinventarnos, utilizando nuestro talento y fuerza creadora para dar forma y habitar nuevos mundos.

Adelante!!!

Artículos relacionados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.