Archivo de la categoría: Claves para el desarrollo de un nuevo liderazgo.

Incertidumbre, cambio de poder e inteligencia colectiva.

La incertidumbre es la nueva realidad que nos espera, un tiempo presidido por los cambios de poder y la acción colectiva en el que tendremos que hacernos cargo como personas de grandes retos (crisis climática, transformación educativa, modelo productivo, laboral y profesional…). Ha llegado el momento de la acción, del emprendimiento, de la innovación y del liderazgo… El momento de pensar en grande y sentirnos responsables del todo, de dejar de pensar y actuar como individuos y hacerlo como especie.

En un mundo que se desmorona a nuestros pies, donde no hay certezas, donde la realidad líquida se ha convertido en volátil y la nueva normalidad es el cambio, no nos queda otra que prepararnos para vivir en una crisis permanente en la que tendremos que lidiar con dos enemigos: quedar paralizados emocionalmente y caer en la tentación de actuar de manera individual. Para ello, tendremos que aprender a gestionar nuestras propias  emociones y a trabajar juntos.

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El factor clave para enfrentar el reto demográfico son los líderes y lideresas.

El liderazgo es más importante aún que el capital o las infraestructuras para mantener vivos los pueblos. Podemos inyectar recursos de todo tipo en un territorio y no conseguir los efectos deseados, sin embargo el liderazgo es capaz de orquestar estados de ánimo, movilizar a las personas, coordinar acciones en torno a un propósito y atraer recursos e inversiones. Si queremos trabajar de manera efectiva en el reto demográfico lo primero que tenemos que hacer es cuidar a los/as líderes que ya están sobre el terreno, y luego, reproducir otros nuevos a través de procesos de capacitación, entrenamiento y mentorización.

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Lo que no se cuenta no existe.

Cuenta lo que haces, si no, el mundo no sabrá de ti, no conocerá tu obra, ni tu potencial, ni tus intenciones, ni las cosas que puedes hacer para los demás. Si no lo cuentas estás perdiendo la posibilidad de conseguir aliados para tu causa y que otras personas te hagan promesas, peticiones y ofertas valiosas.

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Necesitamos un discurso impopular para enfrentar los grandes desafíos que tenemos en el horizonte.

Líderes sin líneas rojas, conversaciones prohibidas y tabúes que nos miren a la cara y nos digan la verdad:

“Ustedes deben saber que las pensiones están en riesgo, el trabajo de por vida en desaparición, los empleos fijos van a disminuir, la vida de las empresas va a ser cada vez más corta, la globalización es imparable, las decisiones que se toman en el otro extremo del mundo nos afectan cada día.

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Ser patriota.

Nacionalistas centralistas y de la periferia son la misma cosa, se creen que viven en un cortijo del que son amos, auténticos sátrapas al que el resto de conciudadanos ha de rendir pleitesía con el único mérito de ser propietarios de un relato delirante que les autoproclama jefes del país por derechos históricos o divinos, dueños del Estado y sus símbolos, guardianes de sus esencias. Ambos grupos solo se diferencian por el tamaño del suelo que reivindican como propio, sus proclamas, alucinaciones y anhelos son los mismos, en el fondo se necesitan, potencian y retroalimentan. Cuando uno cobra fuerza hace grande al otro y viceversa, por eso luchan sin parar porque el otro bando gane terreno. Ser patriota es otra cosa. Es ensanchar el mundo y crear concordia haciendo virtud de la diferencia, unir a la gente desde su diversidad en un propósito compartido para construir una vida y un futuro mejor para todos sin distinción.

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