Imaginemos el panorama dantesco que podemos generar con algunas visiones del Chat GPT-3 de OpenIA: “El profesor relegado a una esquina de un centro educativo y sus alumnos conectados con gafas y trajes de realidad virtual a una IA de la que beben todos los conocimientos y que el profesor casi es un mero técnico que se encarga de que el sistema no falle…”
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