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No se piensa igual desde un chozo que desde un palacio

Resumen del artículo

No podemos elegir vivir en una chabola o en una mansión, pero sí edificar una gran obra en nuestra mente. Esta decisión condiciona nuestros resultados, permitiéndonos alcanzar nuestra mejor versión y hacer de nuestra vida una obra de arte.

El lenguaje antecede y crea el pensamiento

Las palabras estructuran nuestros esquemas mentales y dibujan los planos de nuestro actuar. Las conversaciones generan los ladrillos de la mansión o los latones de la chabola. No hay prosperidad en una mente pobre, ni pobreza en una mente rica.

Reconocer los mecanismos que reproducen la pobreza

La pobreza se crea a partir de patrones lingüísticos y culturales que determinan nuestra vida. Estos se transmiten a través de la educación y pedagogías invisibles, perpetuando la escasez.

Darse permiso

Reconocer nuestro círculo vicioso de pobreza no basta. La pobreza se basa en la dependencia de la autorización ajena. Darse permiso para actuar y controlar nuestra vida es esencial para avanzar.

Los códigos y patrones que reproducen la pobreza

Bernstein identificó dos códigos lingüísticos: el restringido (chozo) y el elaborado (palacio). El código restringido perpetúa la miseria, mientras que el elaborado fomenta la riqueza y la creatividad.

Personas de mente pobre y personas de mente rica

El chozo y el palacio son metáforas de mentalidades. Las mentes pobres limitan y destruyen, mientras que las mentes ricas dinamizan y enriquecen su entorno.
De nosotros depende que nuestra mente sea una mansión o una chabola. “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro” (Ramón y Cajal).

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