Todo el mundo sabe que el rollo del emprendimiento que nos cuentan es una mentira… Todo el mundo sabe que nos educan para anestesiarnos… Todo el mundo sabe que el talento está perseguido…Todo el mundo sabe que nuestros líderes están dimitidos…

Todo el mundo sabe que el rollo del emprendimiento que nos cuentan es una mentira… Todo el mundo sabe que nos educan para anestesiarnos… Todo el mundo sabe que el talento está perseguido…Todo el mundo sabe que nuestros líderes están dimitidos…

Un día cualquiera de un trabajador, año 2040. Es una fría mañana de febrero, he concluido mi último proyecto colaborativo formando equipo con colegas de Taiwán, India, Colombia y Sudáfrica en el que hemos trabajado durante el último año y medio para el desarrollo de una nueva tecnología de eliminación de contaminantes.

El excesivo peso que el pasado y la historia tienen en nuestra cultura, nos ha generado una gran dependencia intelectual e interpretativa y nos ha definido como seres apegados a la experiencia. Todo ello ha creado un falso entendimiento de que si miramos a lo que ya sucedió, obtendremos una interpretación fiable de lo que va a ocurrir. Pero esto ya no funciona porque la escala espacio-temporal que nos regía se ha roto.

Algo pasa porque sentimos la emoción de hacerlo y producimos acción con sentido y criterio para que ocurra.
La acción define nuestro ser y los resultados que obtenemos. En el contexto humano, el lenguaje precede a la acción (primero hablamos y luego ocurren las cosas). Este planteamiento rompe con una larga tradición de racionalismo cartesiano, según la cual la razón antecede a la acción (pensamos y luego actuamos).