La profunda crisis que desangra occidente no es de origen material, está en el agotamiento de nuestro pensamiento y esquemas mentales para responder a las grandes preguntas del ser humano. La consecuencia de todo esto somos nosotros mismos, los occidentales, unos seres inseguros, asustados y arrogantes, teledirigidos por el ego, que perseguimos a toda costa el dinero, la fama y la compra de la seguridad. Porque en el fondo, lo que nos gobierna, es el miedo en todas sus formas, cuya raíz única es el miedo a la muerte.
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La muerte de la promesa
El sábado pasado mantuve una larga conversación con mis hijas (23 y 26 años) sobre los problemas y realidades de su generación. Buscaba aproximarme desde sus perfiles académicos (psicología y sociología – economía) y experiencia vital, a su percepción y diagnóstico sobre su día a día, relaciones, entorno y prácticas sociales.
Coincidimos en que para entender las realidades que definen las diferentes épocas y generaciones, el elemento clave a analizar es el valor que se da a las promesas y los compromisos. Y que ello determina, en gran medida, aspectos como la confianza, la seguridad, las posibilidades económicas y laborales, la calidad de las relaciones personales, el estado emocional o la salud mental.
Sigue leyendoMachismo, racismo, xenofobia, abuso de poder e injusticia. Señas de nuestra identidad cultural.
Nos guste o no, cosificar a la mujer, insultar y denigrar de personas de otro color o llamar maricón a alguien es la normalidad de una sociedad enferma y las señas de identidad de una cultura que necesita una revisión a fondo. Y nos rasgamos las vestiduras cuando saltan a la escena mediática actitudes machistas, racistas o misóginas, casi siempre en el fútbol, porque es lo que más ve la gente, sin ser capaces de reconocer que esos comportamientos son la norma de nuestra vida diaria, una expresión indeseable de nuestra cultura que está socialmente normalizada en el día a día y solo nos escandaliza cuando sale en televisión y lo ven centenares de millones de personas en todo el mundo.
Sigue leyendoInformación, malas noticias y desmoralización social.
Hay muchas formas de desmoralizar a una sociedad, aunque la más fácil y efectiva es a partir de la producción de malas noticias para bombardear diariamente a la población e influir en su estado de ánimo. Hay que ser muy fuerte para exponerse cada día a la información que nos suministran los medios de comunicación y no sucumbir a la desesperanza, el odio o la depresión.
Sigue leyendoLa envidia. Nuestro pecado capital.
Cuentan que un príncipe para conocer las debilidades de su reino pidió a un sabio que le trajera ante sí a personas con el mal de la desconfianza, la resignación, la codicia, el resentimiento o el miedo. Pasado el tiempo, el sabio se presentó en la corte en compañía de un hombre. El príncipe le reprochó que no había cumplido su encargo, a lo que el sabio respondió: majestad estáis ante un envidioso, y la envidia, es la enfermedad más extendida de vuestro reino en la que se encarnan todos los males que invocasteis.
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