Sembrar árboles y comprometer en su cuidado a toda la tribu.

Tenemos que tomarnos en serio la tarea de desarrollar personas emprendedoras.

Un proverbio  africano dice que los europeos plantan un árbol y quieren recoger los frutos a la semana siguiente. ¡Qué bien conocen nuestra impaciencia  y caricaturizan nuestra soberbia! 

Y con esto no estoy haciendo un canto a la lentitud ni a la procrastinación, tampoco una concesión a pusilánimes, místicos y contemplativos. Lo único que tenemos que entender de una puñetera vez es que ciertas cosas en la vida requieren una inversión de tiempo y dedicación, cuya consecución implica paciencia activa, tesón, acompañamiento y entrega.

Como hemos logrado producir lechugas en pocas semanas con el uso intensivo de químicos o engordar pollos en dos o tres meses atiborrándolos de comida y drogas, vivimos en la arrogancia de pensar que podemos fabricar una persona emprendedora, desarrollar su talento, producir liderazgo, cultivar la innovación o edificar una reputación en unos meses, sin ser conscientes de que estas tareas requieren sensibilidad, amor, dedicación, compromiso, tiempos, entrenamiento, paciencia, método, entrega y disciplina.

Es verdad que podemos acelerar muchos procesos, conjugando diferentes técnicas y disciplinas, haciendo uso de la inteligencia artificial o la neurociencia para un aprendizaje más rápido, pero dar forma a una persona para que alcance la mejor versión de sí misma (formar), es una tarea que requiere de muchos años, un plan bien diseñado y un conjunto de guías y mentores que acompañen el proceso.

Una educación para entender el mundo y sus complejidades que nos permita navegar la incertidumbre.

La verdadera función de formar está asociada al concepto de cultivar, al abnegado trabajo que realiza el agricultor cuando planta y guía un árbol durante décadas para poder cosechar sus frutos (arar, abonar, regar, podar, injertar…); una tarea similar a la que debería jugar el educador como guía, motivador, inspirador, entrenador, mentor y constructor de posibilidades y esperanza con sus pupilos.

La educación ha de proporcionar al individuo una mirada global del mundo y su comprensión holística desde el conocimiento de la historia, la naturaleza, la literatura, las fronteras de la ciencia y el pensamiento. Solo desde esa atalaya podemos tener una sólida base para dirigir nuestra vida, encauzar nuestras vocaciones y edificar nuestro futuro profesional y emprendimientos. ¡Y todo esto no se hace en un rato!

El sistema educativo está mal diseñado para el cultivo de personas.

La memorización y repetición de tareas en las que se basa hace que perdamos la conexión y el sentido holístico del todo, privándonos de la experiencia y la emoción del aprendizaje y la aventura del saber.

Como la sociedad necesita personas creativas, innovadoras, emprendedoras y líderes; y el sistema educativo no es capaz de proporcionárselas, pretendemos hacerlo de manera exprés a través de cursos acelerados y programas ad hoc promovidos por las administraciones. Y como quienes diseñan estos programas son incompetentes, establecen desde los despachos una serie de métricas y resultados imposibles de cumplir, esperando que las personas se conviertan en emprendedoras y materialicen sus empresas y emprendimientos en unos meses, resultando a la postre un fracaso estrepitoso y sin paliativos.

Y toda esta deriva errática diseñada por políticos, burócratas y funcionarios, en lugar de promover el emprendimiento, lo mata, pensando que aplicando recetas, manuales, métricas e incentivos van a hacer bueno el proverbio africano. 

¿Cuántos empresarios conoces que hayan salidos de las facultades de empresariales? ¿Cuántos emprendedores y empresarias de los programas oficiales de emprendimiento? ¿Cuántas personas “certificadas” en coaching que están trabajando en ese oficio? ¿Cuántas personas se han transformado en emprendedoras por haber recibido una ayuda pública?… 

Por eso, si alguien te dice que logró crear personas empresarias, innovadoras, creativas o líderes en un corto espacio de tiempo, no lo creas, porque hacerlo lleva mucho tiempo, un tiempo similar al que se emplea en formar a un buen cirujano, músico o escultor; algo que no se logra a golpe de talonario e improvisación.

Poner en marcha una empresa o llevar a cabo un emprendimiento forma parte de un largo proceso, algo que toma años y que implica entrenamiento de la escucha, sensibilidad a lo que acontece, conocimiento de las tendencias, dominar el arte de hacer promesas valiosas y cumplirlas, desarrollo de sentido y criterio, dirección, planeación, gestión emocional, etc. Y para esto se necesita de la ayuda de un guía (mentor) que abra mundos y posibilidades, que estimule, guíe, motive y corrija gentilmente.

Para promover una sociedad de personas capaces de crear valor y riqueza hay que comenzar a sembrar a largo plazo desde la educación.

Si los padres actuásemos  con la misma lógica que los burócratas y los funcionarios, exigiendo resultados a corto plazo a nuestros hijos, el mundo sería una ruina. 

Las familias sabemos que para que nuestros hijos alcancen la mejor versión de sí mismos, necesitamos invertir en su formación durante décadas, desde el amor, la paciencia, el acompañamiento y la disciplina. A ningún padre o madre se le ocurriría decir a su hijo: bueno, ya tienes 15 años, ya he invertido en tu educación 10 años y 50.000 euros, demuéstrame ahora la rentabilidad de la inversión o te saco del colegio. Esto solo lo puede hacer una mente burocrática o alguien que no entiende lo que es la educación y sus tiempos, porque cualquier padre o madre sabe que posiblemente tendrá que seguir invirtiendo durante otra década o más para alcanzar los resultados deseados.

El cultivo del emprendimiento (creatividad, innovación, talento, liderazgo) es tan importante para la riqueza económica y social de un país que tendremos que tomárnoslo en serio.

Sabiendo que el sistema educativo ha fracasado (o más bien ni lo ha intentado) y que tendremos que impulsar políticas y programas públicos para trabajarlo. Para hacerlo será necesario poner en marcha programas de formación masiva y abierta a toda la población y sistemas de acompañamiento que ayuden a las personas a lo largo de la vida, entendiendo de una vez que no podemos plantar un árbol hoy y exigirle que nos entregue los frutos lasemana que viene.

Toda la tribu ha de cuidar el árbol para que dé sus frutos.

Otro proverbio africano dice que se necesita a toda la tribu para educar a un niño. Edificar una persona para que desarrolle todo su potencial y entregue sus frutos a la comunidad es una labor sinérgica que ha de ser impulsada por gobernantes inteligentes que piensen más en las futuras generaciones que en las próximas elecciones, pero donde todos tenemos responsabilidad y hemos de contribuir a la causa (escuela, familia, empresa, medios de comunicación, organizaciones…).

¿Quién soy? ¿Qué se me da bien? ¿En quién quiero convertirme? ¿Qué puedo ofrecer a los demás? ¿Qué necesito aprender? ¿Qué plan he de seguir? 

Son las preguntas que nos han de guiar en la tarea de cultivar personas gentilmente para crear sociedades ricas, democráticas y solidarias; entendiendo los tiempos y los procesos que son necesarios para lograr frutos y que esta es una tarea en la que nos tenemos que emplear toda la tribu.

Adelante!!!

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