Guía para los malos políticos que quieran permanecer mucho tiempo en el cargo.

Para conseguir un cargo y mantenerse en él, muchas veces se pone el foco en cuestiones como la gestión, obviándose aspectos que son mucho más importantes para los electores. Cada ciudadano tiene en su cabeza estas preguntas: ¿Yo soy importante para ti? ¿Tú me quieres? ¿Tú me puedes ayudar? Y todo esto parece obviarse. 

Gestiona bien las promesas.

Hay tres formas de prometer: el prometer verdadero (aquellas personas que prometen y cumplen), el prometer descuidado (aquellas personas que prometen con la intención de cumplir pero luego se olvidan), y el prometer mentiroso (aquellas personas que prometen sin intención alguna de cumplir).

Vigila lo que sale por tu boca. No hagas promesas mentirosas ni descuidadas, si tienes ese mal, páralo a tiempo. El cumplimiento de las promesas nos hace transparentes, la gente está evaluando permanentemente la calidad de tu prometer. Tu caída comienza cuando comienza el murmullo: promete pero no cumple.

Ten cuidado también cuando hablas de posibilidades porque la gente lo escucha e interpreta como si estuvieras haciendo promesas, convirtiéndose en una fuente de malentendidos y conflicto permanente. Por eso es muy importante que digas lo siguiente cuando esto ocurra: estoy hablando de una posibilidad, no estoy prometiendo nada.

Gestión de las demandas y los pedidos.

Tener un cargo supone adquirir la responsabilidad y el compromiso de recibir pedidos. Eso no significa que puedas dar satisfacción a todo lo que te llega, pero sí atenderlos y dar una respuesta. La gente quiere ser escuchada y que se muestre empatía con sus necesidades y preocupaciones.

Cuando distraes las respuestas, no contestas a las llamadas o a los correos, el reloj de tu decadencia está en marcha. Por eso, si no tienes esta práctica, es menester que pongas a alguien de tu equipo para que te ayude, so pena de poner cada día un clave en el ataúd de tu cargo.

Gestión de los silencios.

Es muy fácil dominar la verborrea, pronunciar discursos y hablar por los codos, lo más difícil es saber cuando tienes que callar y administrar el silencio. Habla solo cuando tus palabras sean más poderosas que tu silencio.

Piensa que cada vez que abres la boca te salen promesas por ella. Pero a la vez, si no te comprometes, pierdes influencia. Por eso tienes que modular tus promesas y encontrar el equilibrio entre los silencios y las palabras.

Gestión de las expectativas.

Hay una mala casta de políticos que se perpetúan en el cargo generando un ambiente de baja expectativa y gestión de la escasez, acostumbrando a su comunidad a hacer y esperar lo mínimo, creando un entorno de mediocridad que se convierte en norma. Las personas nos acostumbramos a todo, incluso a la miseria.

Hace más de 35 años un viejo alcalde me dijo que si quería seguir en la política, hiciera lo mínimo, porque si comenzaba a traer cosas buenas al pueblo, como viviendas, empresas o empleos, aumentaría las expectativas de la gente y con ello los descontentos. Una forma miserable pero práctica de aferrarse al poder en unas sociedades donde la mayoría de individuos prefieren perder un ojo siempre que sus vecinos se queden ciegos.

Gestión de las emociones.

Hacerse presente cuando las personas se sienten débiles y en sus momentos de alegría y júbilo, en los hospitales y tanatorios, los altares y celebraciones. Es decir, aprender a tocar el corazón de las personas.

Otro viejo alcalde de aquella generación me hizo otra confidencia: mi agenda diaria comienza con las visitas a los vecinos que están en el hospital y  continúa con el acompañamiento en los duelos. En realidad es la forma de crear vínculos más fuertes y duraderos. Hacerse cargo del estado de ánimo de la gente desde la escucha sincera trae más réditos que las obras materiales.

Gestión del sillón, la intriga y la ponzoña.

Hay cargos que se desviven por la gente y otros que solo tienen su cargo y se desviven por él. Hay auténticos supervivientes cuya única acción política es conservar el cargo a toda costa, luchando por quitar de en medio a todo aquel que le pueda hacer sombra y creando una red clientelar de fidelidades perrunas y pago de favores.

Y lo peor de todo es que este modelo funciona a la vista del nutrido grupo de incompetentes que lo han adoptado, aliñándolo con las dosis justas de gestión de las expectativas, las emociones, los pedidos, las promesas y los silencios. 

La correcta gestión de estos principios puede conferir un nivel básico aceptable para un político cuyo objetivo es mantener su cargo.  Otra cosa es crear un líder, y eso exige ya otro conjunto de dominios (crear futuro, unir a la gente en un propósito, convocar a la acción, pensar y actuar en grande, crear alianzas y relaciones sólidas, producir valor, …). Pero su abordaje es motivo de un nuevo artículo para políticos que además de gobernar quieran dejar un legado.

Adelante!!!

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