El éxito de la vida está en la habilidad para crear relaciones personales.

Dedicamos la mayor parte de nuestra vida a acumular conocimientos, conseguir títulos universitarios y hacer méritos individuales. Y cuando han pasado los años y miramos a nuestro alrededor resulta que las personas exitosas son las que se han empleado a fondo en cultivar relaciones.

Las cosas importantes no podemos hacerlas solos, necesitamos crear redes de colaboración y cooperación con los demás. La clave de la vida personal y profesional, el éxito en los negocios, el desarrollo del talento, la innovación, el emprendimiento o el liderazgo, están en la capacidad para tejer relaciones. El potencial de una persona está en su habilidad para crear contactos y conexiones personales. 

No nos enseñan a cultivar relaciones.

Sin embargo, la educación no incide en esta faceta tan decisiva, pese a reconocer la importancia de la inteligencia interpersonal o social (capacidad de una persona para comprender a otras personas con las que se relaciona, comunicarse con ellas e interactuar satisfactoriamente). Y la cosa no queda ahí, ya que en algunos países y culturas cuyo pasado histórico ha estado marcado por los regímenes políticos corruptos, la creación de círculos de relaciones está mal visto por asociase a prácticas sociales basadas en el enchufismo, los monopolios y las prebendas de ciertas élites.

Cambiar la forma de ver la vida y las prioridades.

A mis hijas, que han iniciado su andadura profesional, les repito cada día que dediquen menos tiempo a seguir sumando másteres y carreras a sus abultados curriculums y más tiempo a las relaciones: a desarrollar visiones inspiradoras, a darse permiso para hacer cosas con otras personas, a conversar sobre posibilidades, a identificar anomalías y desarmonías en el mundo, a ofrecerse para buscar soluciones, a hacer promesas significativas a los demás, a ser impecables, a crear confianza, a centrarse en los intereses de los otros y casarlos con los suyos propios, a coinventar nuevas ofertas, a crear visiones del futuro que den sentido a la vida de la gente, a hacer declaraciones movilizadoras, a hacer juicios fundados y ponderados, a pensar en grande, a ser relevantes para una comunidad de personas, a resignificar permanentemente la vida propia y la de los demás, a crear nuevas identidades y realidades…; porque es a través de estas prácticas donde se forjan las relaciones y se generan las principales fuentes de capital en el siglo XXI (capital relacional, capital reputacional,  capital emocional, capital cliente).

Aprender un nuevo estilo de conversar. Del código restringido al código elaborado.

Saber mantener conversaciones poderosas y transformadoras, en línea con los códigos elaborados de Bernstein (pensar en grande, en clave de acción y compromiso).

Aprender a darse permiso.

A actuar de manera autónoma, a atreverse, a tomar el timón de la propia vida sin esperar la aprobación de los demás.

Aprender a conversar sobre posibilidades.

A inventar posibilidades con otros y tener el coraje para llevarlas a la práctica.

Aprender a hacer promesas valiosas para los demás.

La fuerza que nuclea las relaciones está en la capacidad de hacer promesas significativas para los demás. Cuando uno hace una buena promesa y la cumple, está creando un vínculo, trayendo un bien y abriendo un nuevo futuro. 

Aprender a ser relevante para una comunidad de personas y orquestar sus mentes.

Para jugar bien al juego de las relaciones, no podemos pretender ser significativos, hacer promesas y caer bien a todo el mundo, eso sería agotador. Hay que seleccionar a una comunidad o grupo de personas con las que nos interesa hacer cosas juntas, inventar negocios o colaborar. Una vez que hemos identificado esa comunidad tenemos que hablar a sus intereses y preocupaciones, diseñando las conversaciones para hacerlo. A partir de ahí hemos de ofrecer nuevas posibilidades e interpretaciones poderosas del futuro, convirtiéndonos en una oportunidad para ellas. A continuación podremos hacer promesas valiosas desde donde forjar un ambiente de confianza. Desde aquí se abre el espacio para que los demás hagan cosas para mí (quid pro quo) en una transacción basada en el principio ganar/ganar. Y así, al cabo del tiempo, nos habremos convertido en personas influyentes para una comunidad, con capacidad para inspirar y orquestar sus mentes en torno a un propósito.

Crear relaciones y tejer redes de alianzas nos consume un gran esfuerzo y dedicación, por eso debemos ser selectivos a la hora de diseñar nuestra red de relaciones, porque ello implica cada día escuchar sus necesidades y preocupaciones, explorar nuevas posibilidades y oportunidades, diseñar nuevas ofertas, mantener una conversación permanente (encuentros, llamadas telefónicas, correos, redes sociales, publicación de artículos…).

La llegada de internet supuso una bendición para los practicantes de la filosofía del lenguaje ya que puso a nuestro alcance una herramienta con un poder descomunal para crear redes de relaciones con personas de cualquier lugar del mundo, coordinar conversaciones y acciones y minimizar costes económicos y de tiempo.

Si aprendiésemos a cultivar las competencias y habilidades asociadas a la creación de relaciones que nos ofrece internet y las redes sociales para inventar nuevos productos y servicios, en poco tiempo nuestro mundo sería inmensamente rico y no habría pobres. Pero como no hemos aprendido estas prácticas, nuestro mundo está lleno de grupos, clubes, asociaciones, organizaciones, instituciones… que no saben hacer cosas juntas, e incluso denigran de las posibilidades de hacer negocios y crear valor económico trabajando colaborativamente.

Aprender a ser selectivo a la hora de crear la red de relaciones.

Es más importante tener una red reducida de personas, pero con una alta reputación y enfoque en la acción, que una red muy numerosa. Las personas de alto nivel atraen personas de alto nivel. El talento llama al talento.

Hay que aprender a desarrollar sentido y criterio para seleccionar y comprometer a las personas de tu red.  Hay personas y entornos que arruinan las conversaciones y te consumen la energía, por eso has de desarrollar olfato para identificarlas y huir de ellas como del mismo demonio. No podemos malgastar energía con las personas tóxicas que frenan cualquier iniciativa.

Identifica a una o dos personas con las que te gustaría colaborar, investiga sobre ellas (redes sociales, webs…) y analiza sus intereses, inventa una posibilidad para ellas, contacta con ellas y ofrécete… Luego repite el ejercicio con otra, y con otra, y con otra… no importa que falles porque en el mundo hay más de 8000 millones de personas candidatas a formar parte de tu red y en esta senda se irá forjando tu potencial y reputación.

Piensa que de tu red de alianzas irán entrando y saliendo personas y que más importante que el tamaño es la confianza que eres capaz de crear. Piensa también que mantener viva tu red te supondrá un gran esfuerzo y sacrificio porque tendrás que hacer muchas promesas y cumplirlas y atender pedidos, a cambio de lo cual tú también recibirás ofertas y podrás pedir a tu comunidad que haga cosas para ti.

Detrás de Todo lo valioso que hacemos en la vida hay una red de alianzas y relaciones: la familia, la empresa, un país, una profesión…. En esencia son una red basada en interes compartidos, promesas y pedidos en torno a un ambiente de confianza. Tu fuerza está en las alianzas que creas, en la fe que infundes y en las cosas importantes que eres capaz de hacer con otros.

Adelante!!!

Artículos relacionados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.