Cuando la derrota es más honrosa que la victoria.

No siempre ganar da la victoria. Uno puede salir vencedor en la derrota cuando es capaz de mantener sus principios. Sin embargo, una ganancia  a costa de faltar a la palabra dada, puede convertirse en un humillante triunfo y una traición a las personas que confiaron en nosotros. Una vez que hacemos patente que no tenemos principios, cualquier conquista sabe a hiel.

Poner en valor la cultura de la derrota.

Nos enseñan a ganar a toda costa, y hay que comenzar a educar en la derrota, porque el verdadero éxito llega después de saber encajar con deportividad los reveses. Por eso tenemos que poner en valor la derrota, porque es ahí cuando  uno se retrata cuando ha sido coherente hasta el final. Perder de esta manera es un ejercicio sano y merecedor de recompensa social. 

Para ganar en esta vida no vale todo, esa debería ser la máxima de la ética social. Y nuestros referentes sociales deberían lucir este galardón para honra de todos.

El manejo de las promesas.

En esta vida nadie nos obliga a prometer cosas a los demás, prometer es un acto de libertad en el que exponemos nuestro crédito para crear un vínculo con otros y dar certeza a los demás de nuestras intenciones y acciones.

Hay actos públicos en la vida donde hay que saber administrar las promesas y donde nunca se puede fallar, porque van a determinar toda nuestra reputación para siempre al afectar a la confianza que los demás nos prestan. Y esa categoría de promesas tiene que ver con los principios. El cumplimiento de otras promesas relacionadas con cosas materiales puede tener justificación y ser explicado, el primero no. Por eso, si no estás seguro que puedes cumplir, cierra la boca y no prometas,

porque nadie te obliga a hacerlo.

Una sociedad que se desliza peligrosamente hacia el cinismo.

La escuela de los cínicos fundada por Antístenes y Diógenes y que degeneró en la pérdida de valor de palabra dada, algo de lo que nos advirtió Bertrand Russell, como uno de los males que están en la base de la crisis social y moral de nuestra sociedad.Así, cuando la aritmética de los intereses aplasta los elementales principios, el depósito del crédito personal nunca podrá quedar restablecido. En ese momento uno se traslada a la ética del marxismo (de Groucho): “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros.

Parafraseando a JC Maxwell,  si sabes cuales son tus principios, sabrás en todo momento lo que tienes que hacer (aunque vaya en contra de tus intereses). Y Cuando el líder carece de confianza, los seguidores carecen de compromiso.

Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria, fue una máxima que nos dejó Borges y que cada cada día que miramos la cosa pública se nos revela más certera.

Cuando uno mantiene sus principios no hay derrota, la derrota moral llega cuando los perdemos.

Adelante!!!

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