Poder, discurso, palabra y actos del habla.
La organización humana está nucleada y se mueve por la dinámica del poder. Su lógica es muy simple, unos cuantos mandan y la inmensa mayoría obedece. Unos tienen autoridad para hacer a su antojo (poder de la violencia, poder económico) y otros solo pueden actuar pidiendo permiso. El problema para llevar a cabo nuestras iniciativas y hacer cosas valiosas radica en que necesitamos poder, y el poder está difícil de conseguir porque quien lo tiene no quiere soltarlo. Ante esta situación, lo más práctico es aprender a desarrollar poder personal si no queremos convertirnos en seres serviles e irrelevantes.
Cuando venimos al mundo estamos despojados de poder (salvo unos cuantos privilegiados) y lo único que nos queda es ganárnoslo a pulso si queremos prosperar, contando con el viento en contra de las instituciones que están ahí para proteger a los que tienen el poder y educarnos en la obediencia. Y al final, si no aprendemos a crear nuestro propio poder, solo nos queda vagar por la vida pidiendo permiso para todo, renunciando a nuestros propios proyectos mientras nos ganamos el sustento trabajando esforzadamente para hacer realidad los sueños de otros.
Conocer su funcionamiento es muy importante, cuando un poder queda vacante, rápidamente es remplazado, por eso hay que estar atentos para ocupar los vacíos que se producen, un fenómeno que se acelera en tiempos revueltos como los actuales (los tiempos de cambio son tiempos de cambio de poder). Pero también hay otras maneras de conseguir poder que vamos a ver a continuación.
El poder no se regala, se ocupa, se arrebata o se crea.
Aunque hago una distinción de 7 esferas de poder (https://juancarloscasco.emprendedorex.com/las-7-esferas-del-poder-y-el-secreto-para-alcanzarlas/), me voy a centrar ahora en una de ellas. Se trata del dominio de la palabra, los relatos poderosos que dan sentido a la vida de la gente y el manejo de los actos del habla (hacer que pasen cosas cuando uno habla). Tres claves que aprendí de dos maestros que han marcado mi vida (Antonio Rodríguez de las Heras y Fernando Flores), y otro que aunque no ha sido mi profesor (Noha Harari), su obra me ha proporcionado el hilo de Ariadna para encajar las piezas que definen el poder en la organización humana desde la ontología del lenguaje, la piedra angular que faltaba entre Flores y de las Heras.
Siempre me ha intrigado desentrañar los mecanismos del poder, no para dominar, prevalecer o ejercer la tiranía sobre otras personas, sino como la capacidad que permite al ser humano transformar la realidad y desplegar su energía creadora, talento, emprendimiento y liderazgo. Es decir, la fuerza que nos permite realizarnos, hacer cosas y actuar. Por eso es el bien más preciado para un individuo, motivo por el que no puede ser el patrimonio de una élite, sino un recurso distribuido que le permita a cada persona desarrollar todo su potencial y expandir su talento.
El poder nace de la palabra.
Hace casi 40 años tuve la suerte de tener como profesor a Antonio Rodríguez de las Heras, él como nadie entendió al ser humano en la historia, la organización, el poder y sus regulaciones. Un día le pregunté que de dónde surgía el poder, y él me contestó que el poder nacía de quien tenía la posesión y el monopolio de la palabra.
Y así descubrí que la fuente primera del poder surge de la palabra, una potestad que por otro lado todos tenemos, pero es quien hace un mejor manejo de ella el que lo consigue. Y lo que te cuento no es algo exotérico, magia negra o ciencia oculta; lo puedes comprobar tú mismo cuando estás hablando en público. En ese momento, tú tienes el poder y la oportunidad de crear influencia y autoridad sobre el auditorio. Por eso hablar en público nos incomoda, porque además de sentirnos evaluados, nos encontramos en posesión de una fuerza que sabemos que es potente pero nadie nos ha enseñado a manejarla, mientras que quien escucha siente que en ese momento el poder se transfiere a la persona que habla. ¡Así de simple se inicia la generación del poder en la organización!
El poder revolucionario lo conseguimos cuando aprendemos a hacer que pasen cosas cuando hablamos.
Y ahí apareció casi 20 años después Fernando Flores, mi gran maestro. Cuando ya había compuesto el puzzle del poder y aprendido el manejo de sus regulaciones de la mano de Rodríguez de las Heras (sublimación, favor, desviación, miedo, culpabilidad, represión, expulsión) para aplicarlo a la práctica de la consultoría, la educación, el emprendimiento y el liderazgo. La irrupción de Fernando me desordenó los esquemas al mostrarme la filosofía del lenguaje y los actos del habla aplicados a la praxis diaria.
Fernando me mostró cómo la fuente del poder estaba en las habilidades para escuchar al otro, afirmar y enjuiciar, hacer declaraciones transformadoras, hacer promesas valiosas, pedir de manera ponderada (hacer ofertas)… Y sobre todo, cómo hacer esto en el día a día hasta convertirlo en un hábito automático aplicado a las relaciones y el trabajo. Fernando me dijo un día: el lenguaje nos trae futuros a la mano. Y esto significó para mí una epifanía y un cambio radical de paradigma a la hora de entender el mundo.
El ser humano es el único animal que cree en cosas que no existen.
Todo nuestro mundo y sus realidades (economía, dinero, cultura, religiones…), son relatos inventados que dan sentido a la vida de la gente y que la gente acaba haciendo realidad si son seductores y tienen fuerza. Esto me lo enseñó Harari (que no fue mi maestro pero sigo su obra), aunque esta intuición ya estaba en la mente de cualquier persona que hubiera reflexionado a fondo sobre la historia y el cambio histórico.
El Modelo 6-9.
Los trabajos de Rodríguez de las Heras, Harari, y especialmente de Fernando Flores, son la base de nuestro Modelo 6-9 para el desarrollo del poder personal en torno a la adquisición de 15 competencias que lo desarrollan
El poder lo invade y mediatiza todo.
Cuando nacemos, ya estamos sometidos al imperio del poder y a unas reglas de juego que lo administran: el poder de los padres, el poder de la pandilla, el poder de la tribu, el poder de la iglesia, el poder del maestro, el poder de la policía, el poder de la pareja, el poder del jefe, el poder del estado… Tan achicados y ocupados están todos los espacios de poder, que corremos el riesgo de vernos a nosotros mismos como seres insignificantes e irrelevantes desheredados de cualquier cuota. Y si caemos en esa trampa que las instituciones nos tienen fabricada, nuestra vida quedará reducida a la mediocridad.
Cada ser humano, para poder desplegar su talento y alcanzar la mejor versión de sí mismo, necesita desarrollar su poder personal.
Pero conseguir poder en las organizaciones humanas está muy caro porque todas las vacantes están ocupadas, incluso hay largas listas de espera. De hecho el vacío de poder no existe, porque cuando alguien lo pierde, ya hay otro dispuesto a ocuparlo, por eso a las monarquías, los gobiernos, los partidos políticos o las grandes corporaciones les aterra el vacío de poder y se preparan a conciencia para no ocurra. El poder se comporta como cuando derramamos agua en una superficie y llena todos los huecos. En definitiva, nadie nos va a regalar poder y la única alternativa es aprender a crearlo (aunque también se puede arrebatar e inventar nuevos espacios de poder).
Todas nuestras organizaciones y sistemas humanos (orden internacional, países, gobiernos, instituciones…) giran en torno a él, su legitimación, posesión y control; generando un orden que es necesario para garantizar la convivencia desde el monopolio de la violencia, pero cuyo entramado puede asfixiar la fuerza creadora del ser individual, salvo que encuentre los mecanismos para generar su propio poder dentro de un ecosistema tan hostil para su crecimiento.
Si tú quieres, nosotros podemos ayudarte a desarrollar tu poder personal o el de tu organización, orquestar la mente de los demás, hacer una diferencia y construir un legado.
Adelante!!!