La promesa, el invento que nos ha hecho especiales.
Cuando estudiaba Historia en la universidad, mientras muchos de mis compañeros se afanaban por memorizar datos y anécdotas del pasado, yo me preguntaba por qué la especie humana había evolucionado a una sociedad compleja, si en esencia éramos un animal más. Qué demonios habrían hecho diferente aquellos grupos de Australopithecus y sus parientes deambulando por la sabana y alimentándose de carroña, que no hicieron otras especies. Pese a indagar y profundizar en las teorías de la hominización y el desarrollo de la inteligencia y el lenguaje, había algunas cuestiones que no me encajaban para componer el puzzle que intentaba armar. Una luz que comencé a ver cuando conocí a Fernando Flores y su equipo en 1998.
Hoy sabemos algo de la tecnología material de los humanos relacionada con la fabricación de artefactos y herramientas a lo largo del proceso de evolución, desde los Australopithecus y su protoindustria, a Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, hasta Homo sapiens sapiens. La evidencia de herramientas más antiguas datan de hace más de 3 millones de años (período Lomekwyaense). Hace 1,8 millones de años Homo habilis (Olduvayense) inicia una industria que continúa en el Achelense (bifaz), Musteriense, Auriñaciense, Solutrense, Magdaleniense. Pero la evolución de esta tecnología material discurrió en paralelo con otra más compleja asociada al lenguaje. El lenguaje humano es el software más sofisticado jamás inventado, pero su fuerza no está en su uso para describir la realidad, sino en las cosas que hacemos que pasen cuando hablamos (actos), y de manera especial en las promesas.
¿Qué ha sido más determinante para la evolución de la especie, la fabricación del primer bifaz o la formulación de la primera promesa? Nada tiene más fuerza para transformar la realidad que el acto de prometer, un invento del mismo o superior calibre que las industrias humanas, un hecho que nos había pasado desapercibido.
El valor de prometer para la especie humana.
La promesa es el acto que permite que los seres humanos hagamos cosas juntos. Toda promesa anticipa un futuro por parte de la persona que la realiza e implica una acción que trae algo nuevo, una innovación, una nueva realidad. Mediante las promesas creamos una cadena de compromisos con los demás donde fundamos nuestra vida en comunidad y conseguimos los logros colectivos. Toda nuestra vida descansa en promesas: la economía, las instituciones, las relaciones, la familia, la religión. La promesa es la argamasa de las civilizaciones y las sociedades. El éxito de las personas y las comunidades depende de su capacidad para hacer promesas valiosas y cumplirlas, por eso, la base fundamental para el desempeño personal debería sustentarse en aprender a hacer buenas promesas y honrarlas.
Aunque no hayamos caído en la cuenta, la promesa también es un invento humano que ocurrió en el lenguaje y apareció en un momento concreto de la evolución, ¿cuándo fue? ¡No tengo ni idea! Por eso me intriga tanto, ya que con laapropiación de esta nueva capacidad, el género Homo cambió por completo su devenir y nos trajo a donde estamos ahora.
Analicemos la simple promesa:“mañana te voy a traer un pan”, ¿qué implica?: una acción futura de la persona que ha prometido (tendrá que comprar o fabricar un pan), un futuro para la otra persona (alimento para mañana), la satisfacción de una necesidad, un acto de generosidad, la creación de una relación y un vínculo afectivo entre ambas, la expectativa de una contraprestación futura por parte de la persona que satisface la promesa, la base de una complicidad y el embrión de una relación simbiótica basada en el beneficio mutuo, el espacio para que aflore la confianza… Ahora pensemos en lo que supone la promesa incumplida y sus consecuencias para el futuro de ambas personas. Nadie obligó (es un acto libre) a quien prometió un pan, pero el mundo de ambas personas no será el mismo después de la verbalización de la promesa.
De la misma manera podemos imaginar cuando el primer humano le hizo a otro la promesa de proveerle de calor, y la consecuencia que tuvo para llevar a cabo la acción de provocar fuego y conservarlo; o cuando otro prometió un vestido, un medio de locomoción, la domesticación de un animal o la provisión de alimentos cultivando plantas…
¿Hay un invento humano más revolucionario que la promesa?
¿En qué momento del pasado aprendimos a prometer? ¿Cuál fue el primer humano que hizo una promesa? ¿Qué invento es más decisivo, el hacha de piedra o la promesa? ¿Quizá ambos surgieron juntos o de la segunda nació la primera?… ¿Cuándo demonios empezamos a prometer de manera sistemática? ¿Cómo eran las primeras protopromesas que se hacían nuestros antepasados? ¿Cómo fueron evolucionando y sofisticándose? ¿Quizá toda la tecnología y el lenguaje humanos evolucionaron empujados por la necesidad de satisfacer promesas?…
Prometer es un acto lingüístico poderoso, cuya fuerza va más allá de la teoría de la comunicación humana (emisor, receptor, mensaje, canal, código…) y nos posibilita anticipar futuros y crear vínculos y nuevas realidades con otras personas.
Harari plantea que una característica determinante de Sapiens es su capacidad para creer en cosas que no existen (dinero, dioses), y la evolución de las sociedades en base a los procesos de cooperación masiva en torno a sus relatos inventados. Una interpretación que puede ser loable si entendemos que si todas esas ficciones llegan a ocurrir es porque detrás de cada una de ellas hay una promesa (detrás de la ficción de un papel moneda está la promesa de poder cambiarlo por un bien, detrás del cuento de una religión está la promesa de lograr un cielo, etc.).
Sin embargo, quien más claridad tiene sobre la promesa es Fernando Flores, el filósofo del lenguaje más influyente de nuestro tiempo y el que nos está ofreciendo una pragmática universal para el desempeño de las personas y las organizaciones en torno a los actos del habla, y en especial desde el manejo de la promesa.
¿Qué se esconde detrás de una promesa?
Como hemos visto con anterioridad, la formulación de una promesa es un acto más sofisticado del que podría parecer, implica una declaración, lacreación de una acción futura con un tiempo de cumplimiento, la posibilidad de que algo nuevo ocurra, la satisfacción de una necesidad… Y también la intención de una contraprestación, la posibilidad posterior de hacer un pedido, una oferta, una declaración…. Después de la realización de una promesa, el mundo no vuelve a ser igual, con la promesa cambia el mundo.
La promesa también implica que podemos engañar, en cuyo caso también estamos definiendo el futuro que vendrá y nuestra propia identidad. El valor de prometer es la fuerza más grande y democrática que las personas tenemos, para desde la creatividad, construir nuestros emprendimientos y liderazgo. Si eres pobre en el ámbito material o espiritual, aquí tienes la herramienta para cambiar tu suerte. Si estás ocioso o confuso acerca de tu futuro, diseña buenas promesas para otras personas y ofrécete, pronto estarás en condiciones de pedir cosas a cambio y de hacer y recibir ofertas.
El secreto que nos mantiene unidos y hace que produzcamos resultados extraordinarios reside en las promesas que nos hacemos. La promesa es un invento de humanos que apareció en algún momento del proceso de evolución y cambió el curso de la historia. El conjunto de sociedades y civilizaciones que han existido (incluida la nuestra) se fundan en promesas.
Inteligencia y lenguaje tienen otras especies pero ninguna de ellas hace promesas. En busca del primer humano que prometió.
Inteligencia y lenguaje tienen otros animales (delfines, ballenas, elefantes), los hay que utilizan herramientas (chimpancés), que manejan lenguajes complejos (abejas, perros), que tienen una vida social bien desarrollada y en ocasiones muy parecida a los humanos (gorilas), e incluso con algunos compartimos el 99% de la carga genética…. Sin embargo ninguno de ellos hace promesas. Para mí, el principal rasgo distintivo de lo humano que marcó la diferencia frente a las otras especies, es que en un momento dado de su evolución inventó y perfeccionó el acto del prometer.
¿Cuál fue la primera promesa que hizo un humano? ¿Sería sentado junto al fuego proyectando la caza? ¿Sería impulsado por el amor o atracción hacia otro componente del grupo? ¿Sería en la búsqueda de una alianza para derrocar al líder de la tribu?… ¿Sería hace un millón de años? ¿Hace medio millón? ¿Los Neanderthales ya hacían promesas?… ¡No tengo ni idea! Lo que está claro es que lo cambió todo. Desde entonces, la capacidad para hacer promesas, algo que pensábamos que formaba parte de nuestro ser pero que en realidad es un invento, generó una auténtica disrupción.
La promesa y su sofisticación fue complejizando las sociedades humanas y su evolución de cazadoras recolectoras a la vida sedentaria. Toda la existencia en comunidad (propiedad privada, economía, producción, trabajo, relaciones personales, religión…) se moduló en torno a formulación de nuevas promesas y su cumplimiento. De ahí surgieron las instituciones y organizaciones que tenemos. Y de las nuevas promesas que inventemos hoy, nacerán las futuras.
Intuyo que la primera promesa tuvo que ver con alguna necesidad primaria (protección, alimento, relaciones sexuales). Supongo que esas primeras promesas que se verbalizaron serían básicas e imprecisas en su origen (prometo defenderte a cambio de tu lealtad… prometo ayudarte en la caza si me haces un hacha…). Este primer acto revolucionario determinó todo el desarrollo social posterior (capacidad de producción de bienes y servicios, creatividad, innovación, emprendimiento, liderazgo). Así, los grupos que perfeccionaron su capacidad para hacer promesas y cumplirlas, fueron dominando al resto.
El desarrollo de la inteligencia está vinculado al lenguaje como binomio indisociable, pero es a través de los actos del habla donde se diseñan futuros y coordinan las acciones para que las cosas que nos pasan por la mente se lleven a cabo y ocurran. Algo que sucede cuando prometemos, pedimos, declaramos y afirmamos. Y para mí, ahí está el hilo de Ariadna que nos lleva a entender la capacidad del ser humano como ser social que basa su éxito evolutivo desde su carácter gregario en la colaboración. El futuro de mañana lo estamos inventando en las promesas que hacemos hoy. Más capacidad de hacer promesas y cumplirlas significa más influencia y poder. Jugar a recibir promesas de los demás para que nuestras necesidades sean satisfechas es una actitud cómoda, pero de corto recorrido, lo que nos da auténtico poder es jugar a satisfacer las necesidades de otros.
En el saber hacer promesas reside la capacidad emprendedora del ser humano.
Llevo más de 30 años intentando desentrañar dónde reside el secreto del emprendimiento, la innovación y el liderazgo, una búsqueda que me llevó hace más de 20 años a tomar la senda de la filosofía del lenguaje. Cuando conocí en 1988 a Fernando Flores y su equipo me dije, aquí está la clave, de inmediato dejé atrás todo el bagaje académico y los enfoques en los que me había apoyado y abracé esta nueva senda para aplicarla a mi profesión, mi vida y mis emprendimientos. A partir de entonces dedico más de 15 horas cada semana a desentrañar las complejidades del lenguaje y los actos del habla (prometer, pedir, declarar, afirmar). Después de emplear más de 17000 horas en esta tarea, es posible que haya desgranado quizá un 1% del valor que se puede crear con su manejo para hacer cosas prácticas (hacer negocios, crear ofertas, crear y coordinar equipos, desarrollar redes de alianzas, generar procesos de inteligencia colectiva, armar proyectos…).
Todo nuestro mundo está edificado sobre las promesas y su sofisticación.
Las leyes son declaraciones que implica la promesa ciudadana de cumplirlas.
La economía. Toda su arquitectura se monta en torno a la promesa de devolver un préstamo, el crédito nace de la confianza de honrar una promesa. Cuando hay una circunstancia por la que las personas no pueden cumplir las promesas de satisfacción, la economía se hunde. El dinero es un trozo de papel o metal que encierra una promesa para poder ser cambiado por un bien. La base de toda la economía reside en la promesa y su cumplimiento (confianza).
La religión. El andamiaje de la religión se sustenta en la promesa de que un futuro va a ocurrir después de la muerte. Un negocio fácil de llevar a cabo para quien comercia con esa promesa porque nunca podrá ser verificado su cumplimiento.
Una empresa se basa en hacer promesas condicionadas (satisfacer las necesidades de sus clientes a cambio de un pago).
Los países, las instituciones, la familia, los diferentes contratos sociales a lo largo de la historia… se basan en acuerdos en torno a promesas. Cuando uno vive en un país lo hace bajo la promesa de cumplir sus leyes. Cuando dos personas se casan, su unión descansa sobre una promesa, incluso cuando aún no se ha materializado el matrimonio pero existe una intención por ambas partes, decimos que están prometidas. La familia es un vínculo humano en torno a promesas entre sus miembros.
Todo nuestro ordenamiento legal se basa en la regulación de promesas, su supervisión para su cumplimiento y sanción cuando se incumplen. La administración surge para hacer cumplir las promesas.
Al final, las promesas mutuas es lo que nos mantiene unidos, siendo la base de todo orden social, de donde emanan las leyes y fórmulas de convivencia no escrita. Es el factor aglutinante que ha posibilitado los logros colectivos que hemos alcanzado como especie y la piedra angular para conseguir los venideros.
La promesa es la base de la innovación (cuando una persona promete algo a otra, está trayendo laposibilidad de algo nuevo). Del emprendimiento (cuando un proveedor hace una promesa a un cliente, un emprendimiento se pone en marcha). Del liderazgo (cuando una persona hace una promesa valiosa a otras y cumple, está naciendo un líder).
¿Por qué fracasan los países y las personas?
Toda nuestra arquitectura social descansa en las promesas. El paso de las sociedades nómadas de cazadores y recolectores a la vida sedentaria se sustentó en la asunción de nuevas promesas (los ganaderos en la promesa de criar ganado, los agricultores en producir cosechas, los artesanos en proveer de bienes, los soldados en la defensa del grupo…).
Las civilizaciones, las sociedades, las comunidades y los individuos entran en crisis porque dejan de cumplir sus promesas y no se hacen cargo de promesas nuevas. Una situación que lleva a la decadencia y la ruina. Un aspecto que nos tendría que hacer reflexionar sobre el momento actual caracterizado por el descuido de nuestras promesas, hecho peligroso al que comenzamos a dar carta de normalidad. Estamos metidos de lleno en la sociedad del descompromiso, solo tenemos que mirar nuestro día a día para observar la mala calidad de nuestras promesas y las argucias que intentamos para esquivar nuestros compromisos.
Las sociedades donde la mayoría de las personas cumplen sus promesas, sin necesidad de recurrir permanente a la amenaza o el castigo, son más prósperas y ricas, ya que tienen menos costes por desconfianza (policías, jueces, abogados, burócratas, supervisores, supervisores de supervisores, supervisores de supervisores de supervisores). La mayor parte de nuestro gasto público es un coste por desconfianza.
En todas las lenguas del mundo hay palabras para prometer
Desde que se inventó el prometer el mundo cambió, el ser humano tuvo un instrumento para inventar el futuro.
No podría haber una civilización que no tuviera en su lengua una serie de palabras para prometer, porque las personas no podrían hacer cosas juntas ni vivir juntas. No es posible imaginar una comunidad sin promesas.
Como señala Fernando Flores, intención y promesa no son simétricas: una persona puede verbalizar una promesa y no tener la intención de cumplir, pero no a la inversa (alguien no puede decir que tiene la intención de incumplir y hacer la promesa a la vez).
Todo el valor que generamos como especie tiene el denominador común de la promesa y su cumplimiento, pero de la promesa, su interpretación e incumplimiento también nacen los conflictos. La promesa es un arma de doble filo, nos da poder y riqueza, pero si no sabemos manejarla nos trae sufrimiento y ruina. La paz, la armonía y el progreso nacen de las buenas promesas cumplidas. La guerra, el enfrentamiento, la decadencia y la crisis surgen de las promesas incumplidas o de la ausencia de promesas valiosas.
Y, ¿para qué te he contado todo esto?
Precisamente para seguir cultivando el valor de la promesa, porque en su formulación, manejo y apropiación individual y colectiva de este invento, reside todo el potencial que podemos crear como seres humanos: nuestro futuro profesional, reputación, influencia, emprendimientos, liderazgo… la capacidad de actuar como especie ante los grandes desafíos que enfrentamos (cambio climático, pandemias, hambre…).
El principal desempeño de las personas y las organizaciones esta en función del manejo de sus promesas. La diferencia entre una persona de éxito y una fracasada, de una empresa con clientes que crece y otra que se arruina y genera desconfianza … Si a través de la educación y la formación de las personas entrenamos en su buen uso, tendremos garantizado en buena medida su éxito individual y colectivo. Tu reputación, futuro profesional y potencial reside en la promesa y su manejo. ¿Te parece poco?
¿Ahora entiendes el porqué estoy buscando al primer se humano que hizo la primera promesa? Sencillamente porque a él se lo debemos todo.
Adelante!!!
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