Vivimos en la ficción de ser libres.

Pero realmente no lo eres, en realidad eres preso de las creencias donde naciste. Tú no eliges quien eres, realmente cuando llegas al mundo, sin pedirte permiso, te adscriben a una religión y un ideario (historias del pasado, la patria, el más allá…). Luego, desde la etiqueta que te tocó en suerte (budista, cristiano, musulmán, liberal, comunista…), puedes contarte a ti mismo el cuento de que eres libre y manejas el control de tu vida: ¡Qué iluso!

Y así puedes vivir toda la vida y morir pensando que la elección fue tuya. También puedes ver el engaño y cortar por lo sano con lo que te vino impuesto sin tu consentimiento. 

Si tomas la última opción puedes fabricarte la ilusión de que estás liberado de tus amarras y ya eres autónomo. Pero el ser humano está configurado por capas, como una cebolla, y puede que el cambio que has decidido hacer haya impregnado las más superficiales, pero no te engañes, las capas interiores e invisibles están intactas.

En el interior de la cebolla está el ADN  de la cultura que heredaste, donde se encuentra el germen, y aunque no te des cuenta, ahí están actuando o de manera latente, los mantras de tu cultura. 

Hace un tiempo un amigo me dijo que estaba liberado de sus ataduras culturales y religiosas (etiquetas heredadas). Efectivamente, es una persona con una visión poderosa,abierta y personal del mundo que ha hecho un gran esfuerzo para modificar “las capas de su cebolla”. Sin embargo, en un ejercicio de introspección, pudimos revelar como los componentes esenciales de su vieja cultura como el miedo, la culpa, la aceptación o la resignación estaban vivas. Yo también le revelé mis esfuerzos, logros y fracasos al intentar deshacerme de una Hidra que cuando cortas una de sus cabezas le brotan otras nuevas.

En cuanto deshojamos la cebolla aparece el miedo, la culpa, la resignación, el arrepentimiento, el perdón, la penitencia… metástasis que se manifiestan en cualquier proceso de cambio y cuya eliminación solo se logra desde una transformación radical o metanoia (μετάνοια).

Los mecanismos que reproduce la cultura y su relato son muy poderosos: te bautizan sin tu consentimiento, te adoctrinan sin piedad (en cualquier credo) llenando de dogmas tu mente infantil, te confirman cuando aún no tienes uso de razón, se hacen presentes cuando les viene en gana y en los momentos íntimos e importantes de tu vida…

¿Entonces el ser humano está condenado por su nacimiento?

Evidentemente no, pero la transformación personal es una tarea titánica, precisa de un esfuerzo intelectual para conocer e interpretar los diferentes relatos civilizatorios a lo largo de la historia (religiones, filosofías, ideologías…), como punto de partida para decidir los referentes para movernos y nuestros propios cursos de acción. Y de otro lado, el abandono de la postura existencial del “yo soy así”, “el mundo es así”; hacia otra que me lleva a un automandato diferente: “yo tengo el control de mi vida”, “yo he decidido cambiar”.

La primera postura es más cómoda, para vivir, solo tengo que dejarme llevar por los ritos y la inercia social desde el principio al fin (bautizo, confirmación, matrimonio, entierro), sin cuestionarme el statu quo. La segunda es más esforzada porque tengo que dar sentido permanentemente a mi vida y abrir nuevos caminos, tomando partido y construyendo una ética personal que frecuentemente entra en colisión con normas morales instituidas.

Un cambio transformador es una elección de esfuerzo y superación, un ejercicio en el que uno debe estar dispuesto a destruir su viejo ser y construir otro nuevo.

Estar dispuesto a realizar un viaje a las profundidades del ser para convertirse en otra persona nueva.

Doctrinas, ideologías, religiones, relatos delirantes de dioses y patrias… Vivimos en la ilusión de ser libres cuando estamos atrapados en una maraña de redes que impiden el desarrollo pleno de nuestro potencial.

Ni siquiera somos libres de lo que elegimos. En un mundo en red donde emergen los algoritmos y la inteligencia artificial, Facebook, Google o Amazon, nos conocen mejor que nosotros mismos, saben lo que nos gusta, nuestras propensiones y movimientos; saben lo que votamos y consumimos, son capacesde manipularnos para cambiarnos de opinión, que veamos las verdades como mentiras y las mentiras como verdades.

Tú no eliges lo que eres, alguien ya eligió lo que tú serías en el lugar y tiempo en el que naciste, dándote a cambio un barniz para que tengas la sensación de libre albedrío.

La libertad existe,  pero al igual que la felicidad, es un camino más que una meta.

Adelante!!!

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