Preparando al mundo rural para el día después del coronavirus.

Muchas cosas pueden cambiar con esta crisis, entre otras, la reconfiguración de la relación y el equilibrio entre el mundo rural y el urbano. En los últimos siglos, pocas veces ha tenido la oportunidad el mundo rural de jugar una baza en ventaja frente al urbano y, consecuentemente, gozar la oportunidad de ganar una partida para salir reforzado, y ésta es una de ellas: ¿Será capaz de aprovechar la ventaja inesperada que le ha otorgado el coronavirus?

La primera condición para salir fortalecido de una crisis es la actitud y el estado de ánimo con el que se afronta. Si apuntamos a la Luna, podemos llegar lejos, si lo hacemos a dos kilómetros, lo más seguro es que nos peguemos el tiro en los zapatos. Y es que pensar y actuar en grande lo cambia todo.

Dos son las actitudes ante la crisis, la de quienes tienen miedo y lo único que piensan es “salir vivos”, y la de los que a pesar de tener miedo, ven oportunidades y trabajan para “salir líderes”. Actitudes que, como en todas las crisis, determinarán los perdedores y campeones.

El mundo urbano, y en especial el de las megalópolis, sale tocado y señalado por la pandemia, como foco principal de infección y propagación de la enfermedad. A lo largo de la historia, cuando el mundo ha entrado en pánico, como ha ocurrido en épocas de plagas y grandes crisis, la tendencia de los habitantes de las ciudades ha sido la de correr despavoridos al mundo rural. Cuando pintan bastos, la gente pone su mirada en el pueblo, donde se siente más segura:¿Por qué será?

El asunto es: ¿Será capaz el mundo rural de reforzar su identidad y ofrecerse  como alternativa atractiva al mundo urbano? ¿Podrá seducir al mundo urbano con sus fortalezas? Ahí está la cuestión, desde luego tiene un gran desafío por delante para intentar salir campeón o, al menos, reforzado de esta crisis, una tarea que  ya debía de estar ocupando en este momento a autoridades, sociedad rural, grupos de acción local y medios de comunicación. Por primera vez en mucho tiempo los activos de lo rural  cotizan al alza, conceptos como rural, vacío o vaciado pueden dejar de sonar a decadente, casposo y cutre, para convertirse en opciones de vivir más seguras, auténticas y llenas de posibilidades. 

En muchas ocasiones he referido que el marketing y el relato de las instituciones, los medios de comunicación y los  propios actores rurales han sido desastrosos, traduciendo una imagen pésima del mundo rural, generando un desafecto y un efecto contrario al buscado.  Ahora, ante la nueva configuración del tablero de juego, los actores del mundo rural no pueden cruzarse de brazos y esperar a ver qué pasará. Tienen que empezar a actuar de inmediato para poner en juego sus fortalezas y potentes reclamos, convirtiéndose en una opción deseable y real para hacer la competencia a los atractivos urbanos. 

En esta cuarentena, ya hemos tenido tiempo para la desazón, la queja y el llanto, ahora toca moverse con decisión y hacerlo rápido, porque de la actitud que adoptemos y las decisiones que tomemos en los próximos meses, va a depender por completo nuestro futuro. Las cartas se empiezan a repartir ahora, no podemos ausentarnos de la partida como hicimos en otros momentos históricos, es más, podemos tener la osadía que nos ha faltado y decidir el juego al que queremos jugar y sus reglas. El liderazgo de las instituciones y organizaciones del mundo rural se van a poner a prueba, esperemos que estén a la altura. Los destrozos han sido muchos y cuantiosos, pero no es tiempo de queja, es tiempo de demostrar audacia y decisión, un momento para comprobar si los que tienen responsabilidades poseen la fortaleza emocional para salir líderes de este lance, o por el contrario apuntan solo a salir vivos.
Para los líderes de verdad, es hora ya de preparar el día después con ilusión, con los pies en el suelo y la voluntad de socorrer a los más débiles que han quedado desprotegidos, pero con la convicción y firme decisión de aprovechar las grandes oportunidades que se han abierto en el horizonte. 

Bases para la reinvención y resignificación del mundo rural.

El mundo urbano y sus estilos de vida están muy tocados en este momento (aglomeraciones y concentraciones sociales), desde el mundo rural es el momento de mostrar su músculo y fortalezas para dar respuesta a unos ciudadanos que han cambiando sus preocupaciones y prioridades en un tiempo récord:

  • Oferta de espacios para actividades seguras con distancia social.
  • Oferta para el desarrollo profesional y espacios para el teletrabajo y la vida tranquila y segura.
  • Oferta de espacios y actividades para aforos y públicos reducidos en nuevos formatos (seminarios, congresos, etc.), servicios de coworking y networking rur-bano.
  • Oferta de servicios de máxima seguridad para la tercera edad y personas vulnerables (ocio, residencia, salud…).
  • Producción de alimentos sanos y saludables.
  • Implantación de empresas y actividades basadas en las industrias de la Cuarta Revolución Industrial y la digitalización, fabricación deslocalizada (impresión 3D), trazabilidad y blockchain.
  • Reorientación de la producción local hacia la industria de la salud.
  • Oferta de servicios para la práctica deportiva segura.
  • Oferta de espacios residenciales con garantías para la salud.
  • Oferta de espacios para el teletrabajo, aprovechando la tendencia futura a la multiplicación de los teletrabajadores después de la crisis.
  • Desarrollo de nuevos servicios de movilidad segura (Rural Car).
  • Especialización inteligente del espacio rural en seguridad sanitaria y calidad de vida.
  • Generación de una red y espacios Fab-Lab distribuidos por el territorio como apoyo a las nuevas actividades y empresas.

El mundo rural se encuentra ante una encrucijada histórica inesperada que genera unas oportunidades inauditas. El panorama es completamente incierto, es posible que la pandemia termine y volvamos a las andadas,  seguro que los grandes capitales e intereses empresariales redoblarán los esfuerzos para volver a poner el foco en los atractivos de las ciudades. Pero desde el mundo rural no podemos dejar pasar la oportunidad para reivindicarnos y armar ofertas seductoras para vivir, invertir y trabajar aquí. 

Ahora tenemos una ocasión de oro para rediseñarnos y resignificarnos, los meses y el año después son decisivos, pudiendo continuar la tendencia en nuestra curva descendente y decadente, o un punto de inflexión y avance. De momento el mundo rural ha sacado una importante ventaja psicológica y sociológica como espacio de mayor seguridad en esta crisis terrible, los esfuerzos en los próximos meses han de ir dirigidos a mantenerla y conservarla, todo un reto para las autoridades, organizaciones y empresas del mundo rural. Ocasiones como esta se presentan muy pocas veces más ¿Seremos capaces de aprovecharla?

Adelante!!!

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7 comentarios en “Preparando al mundo rural para el día después del coronavirus.

  1. Pedro Luis Bernardo Huertas

    “Los ateos me asquean porque sólo saben hablar de Dios” solía decirnos el ínclito y, por entonces, preclaro Agustín Moacho.
    Puede que eta sea la llave, dejar de hablar de Dios y descartar el modelo teológico como medida de todas las cosas.

    Partes en tu reflexión, estimado Juan Carlos, de una observación perspicaz sobre la fragilidad y desprotección del individuo en grandes ciudades y, que esta indefensión manifiesta, podría poner en cuestión el modelo urbano. Concluyes con la propuesta, plausible, de que esta toma de conciencia quizás abra una puerta a nuevas oportunidades para la supervivencia del mundo rural.

    Efectivamente, puede ser que Dios haya puesto el balón en nuestras manos, pero la solución no puede ser devolvérselo sin jugarlo.

    El “concepto urbanita de planificación social del universo conocido” es el Dios que nos tutela en la época que nos ocupa. Este poderoso y tangible Dios de la era moderna, al que podíamos convenir como Urtheo o Urdeos, no es espacial sino conceptual.

    Lo urbano como modelo social no es un espacio es un concepto. Esta es la razón que nos impide contraponer lo rural a lo urbano, sin definir conceptualmente qué significa y, sobre todo, que implica una filosofía rural en la administración del modo de vida universal.

    De este listado que planteas como potencialidad en futuribles acciones, apenas un par de ellas miran de soslayo al lo rural como concepto. Las demás se dirigen a lo rural como espacio. Le estamos diciendo a Urdeos “Toma, te devolvemos la pelota para que la juegues tú, con tus reglas”.

    Ya sabemos que la ciudad fagocita el espacio cuando lo necesita, o cuando está preparada para hacerlo. El concepto cercanía es relativo. Existen ya megalópolis donde el centro urbano está a cientos de kilómetros del extrarradio.

    Que la ciudad, como concepto, utilice el espacio de lo que hoy consideramos mundo rural, es sólo cuestión de tiempo. Vivir en un idílico rincón de la naturaleza será, si no lo remediamos, un lujo al alcance de los exitosos seres urbanos, del mismo modo que hoy lo es vivir en las suntuosas urbanizaciones de las afueras de las grandes ciudades.

    Ofrecerle a Urdeos los espacios para que venga a ocuparlos, sin antes establecer nuestras reglas, creo que es desaprovechar la oportunidad que tú planteas en este artículo y, posiblemente acabar de firmar nuestra sentencia de muerte. La muerte de lo rural como concepto: un modelo sosegado, solidario y responsable de desarrollo.

    Entra aquí la cuestión de la autoestima que, como bien dices, es ajena al ADN de nuestros gobernantes que, en modo alguno, pueden liderar un desarrollo rural en el que no creen como concepto.
    Podemos comprobar una vez más, en estos días aciagos de confinamiento, como nuestros líderes regionales son incapaces de diferenciarse y diferenciarnos de un Estado de Alarma completamente diseñado para las ciudades. Decretar, más de un mes después de su inicio, que era excepción lícita “autorizar la atención del ganado y huerto doméstico” es la resulta de un desconocimiento absoluto de la realidad que gobiernan.

    Un desconocimiento que podríamos tildar de esperpéntico, sino fuera por la gravedad de las consecuencias que la enajenación de la realidad de los gobernantes acarrea a sus administrados.

    Llevamos décadas arrojando a nuestros jóvenes a los brazos de Urdeos, formándoles para abandonar la región si quieren ser personas de éxito. Décadas convirtiendo los recursos autóctonos agrícolas y ganaderos a un modelo fabril de explotación, que pondera la superproducción sobre la calidad y el desprecio del entorno natural. Abocando al sector primario a la dependencia absoluta de un mercado urbano que controla no sólo los precios de venta del producto agrícola, sino el de los fitosanitarios de obligado uso para atender las exigencias de producción. Décadas, en definitiva, desnaturalizandonos en mor de una “panaceaica” homologación con lo urbano.

    Tanto tú como yo pertenecemos a la última generación que habitó los pueblos, cuando existía un modelo rural de relación simbiótica entre el individuo y su entorno social y natural. Cuando una tribu invisible custodiaba el devenir diario de nuestros temerarios juegos infantiles. Por tanto, no estamos exento de responsabilidad en el devenir de nuestro acervo.

    Al albur de tu argumento, ya que hemos sobrevivido, debemos liderar. Puesto que quizás seamos la última generación que pueda transmitir la catarsis de “lo rural” como concepto.

    Ofrecer nuestro espacio sí, pero también el concepto. Atraer la repoblación sí pero en base a nuestras reglas y no clonando un modelo urbano cuyos resultados conocemos.

    Adelante, como tú apostillas siempre, abramos las puertas de nuestra casa, pero exigiendo respeto.

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