La gran esperanza en el futuro está en los poetas.

La dimensión poética no es patrimonio exclusivo de los poetas, todas las personas estamos hechas de vulgaridad y poesía. Cuando danzamos y fluimos con la poética la vida florece a nuestro alrededor. Los poetas han sido los principales arquitectos para dar forma a nuestro mundo y traernos como máximas la belleza, la bondad, el amor o la justicia. En este momento nos encaminamos al mayor salto civilizatorio de la humanidad, y la esperanza para que el nuevo mundo sea más bello, bueno, amable, amoroso, confortable y justo, dependerá en gran medida de las palabras de los poetas actuales y venideros para crearnos nuevos lenguajes, imaginarios, ideales, realidades y mundos posibles.

Las palabras crean realidades cuando reverberan en la parte poética del ser.

El ser humano es el único animal que habla. Y el habla no es más que la sofisticación del lenguaje animal, que entre otras cosas ha sido el desencadenante de la inteligencia.

Los humanos estamos hechos de un cuerpo (biología), lenguaje (habla) y emociones. Y éstas tres dimensiones que son la esencia que nos constituye y define como especie (ontología), están íntimamente unidas. 

A través de las palabras somos capaces de  provocar emociones que mueven nuestros cuerpos, actuando como cuerdas musicales que deforman la realidad y nos traen nuevos futuros al presente.

El habla y las emociones tienen dos categorías, la prosaica y vulgar que nos ata a lo material, y la poética que nos eleva a los ideales. Del cultivo de una u otra depende que nuestra vida esté gobernada por las altas o bajas pasiones.

A su vez, y en gran medida, la calidad de una comunidad humana y la naturaleza de sus valores reside en la sensibilidad de sus poetas y su capacidad para conectar con el ethos y sentir colectivo, que es a la postre la fuente donde brota la inspiración capaz de unir a la gente en un propósito noble.

Los poetas nos rescatan de la vulgaridad y las bajas pasiones.

El ser humano es un animal más del zoológico planetario, cuya diferencia fundamental con el resto de fauna radica en que puede ser rescatado por el hilo musical de los poetas, única fuerza capaz de transformar su trivialidad y canalizar su energía en torno a lo excelso.

La poética es la parte más selecta del ser donde se gestan las emociones que activan el cuerpo y el alma. Por eso, es la fuente del amor y única fuerza que puede transformar al más vil de los humanos en entregado y gentil. La única energía que puede decantar un vivir prosaico serpenteante a ras de suelo, por la elevación del  espíritu en alto vuelo. 

Los poetas siempre nos han traído y traerán  nuevos mundos al aquí y el ahora.

Las nuevas voces que aparecen (Luna Miguel, Alba Flores, David Leo, Berta García…) son semilla de esperanza, en ellos y ellas tengo una fe ciega porque confío en que sabrán encontrar las palabras para nombrar  nuevos sentimientos, para mostrarnos el rostro del sufrimiento y comprometernos con los débiles, para remover nuestras conciencias, para decirnos sutil y gentilmente las verdades que no queremos escuchar, para alumbrar nuevas esperanzas, para abrirnos nuevos mundos, para concebir nuevos sueños y unirnos en el afán de su consecución.

Con ilusión espero las nuevas voces y sensibilidades que nos ayuden a habitar con sentido el mundo de la Cuarta Revolución y el metaverso, expectante también para experimentar las resultantes creativas de la inteligencia artificial, el nacimiento de nuevos lenguajes, narrativas, estilos y formas de expresión. La revolución tecnológica nos traerá nuevas posibilidades y realidades, pero dependerá de la finura y la inspiración de los nuevos poetas, la calidad y calidez para ser habitadas.

La poética no es la Arcadia de los poetas, es un espacio que vive en el interior de cada ser humano.

El mundo comienza a cambiar cuando aprendemos a cambiar nuestro registro de lo prosaico que lo invade y vulgariza todo, al registro poético que todos tenemos y nos hace sensibles a las otras personas y a su mundo, transformándonos entonces en otros seres que viven con pasión y autenticidad el acontecer.

Junto al alegato a favor de los poetas nuevos de mi país y del resto del mundo, también quiero homenajear a los poetas vivos y a los que ya no están, de todos los estilos y culturas, pues son los demiurgos verdaderos que han forjado la mejor versión de nosotros mismos; gracias a ellos somos quienes somos y la barbarie no se ha adueñado del orbe, gracias a ellos sigue brillando la luz de la esperanza.

La poesía sigue siendo el alimento del alma del pueblo, el alambique donde se destilan las esencias inaccesibles de la filosofía y las zonas más ignotas del ser, para revelarnos sus complejidades como metáforas  diáfanas e inspiradoras.

La voz de los poetas es el único eco que reverbera en la eternidad, el único galardón que otorga el recuerdo duradero que sobrevive a la muerte. Los versos y sus autores son los únicos que desafían al tiempo y viven por siempre en el corazón y las palabras de las generaciones. Lo mismo que nuestros actos poéticos de ciudadanos anónimos, que son el patrimonio más valioso que nos trasciende y podemos transmitir a nuestros seres queridos para iluminar las oscuridades de su horizonte.

Adelante!!!

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