El lado oculto del lenguaje.

El lenguaje tiene una parte visible y una parte oculta de la que no somos conscientes y en la que no sabemos manejarnos, actúa como un programa (software) del que no tenemos control. Lo que ocurre en la conversación es mucho más rico y poderoso que lo que vemos y observamos. En este post vamos a acercarnos a esa zona oscura para apropiarnos de ella y convertirnos en personas más eficaces e influyentes.

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Hablamos en automático de las cosas que pasan en el mundo, de lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, de las tareas del trabajo, de política, del tiempo, del fútbol… Y entendemos que esas son las funciones del lenguaje: comunicarnos, describir el mundo, criticarlo… Así reducimos y recreamos la comunicación humana como un modelo en el que se transmite y procesa información (emisor, receptor, mensaje, canal, código, ruido). Pero el lenguaje humano encierra un lado oculto del que no somos conscientes, donde producimos la acción y hacemos que las cosas ocurran, un lugar en el que reside nuestro poder transformador del mundo y nuestra capacidad para innovar, emprender y liderar.

Sin darnos cuenta, cuando hablamos, de manera automática realizamos promesas (prometemos algo a otras personas), pedimos que los demás hagan cosas, declaramos que vamos a hacer cosas, damos fe de cosas que han ocurrido (afirmamos) y opinamos (emitimos juicios). Sin embargo cuando realizamos las mencionadas funciones no somos plenamente conscientes de su importancia.

Si queremos ser influyentes y que los demás nos tengan en cuenta, debemos ser escrupulosos a la hora de prometer, pedir, declarar, afirmar y enjuiciar. Aunque parezcan funciones sencillas, su aprendizaje y entrenamiento es tremendamente complejo.

Prometer cosas que sean importantes para otras personas: posibilita que tus clientes, votantes, amigos… te consideren una persona valiosa, con la que es interesante hacer planes y proyectos, merecedora de crédito, por la que se puede apostar.

Si queremos construir relaciones que nos ayuden a conseguir nuestros propósitos, el acto de prometer tiene que ir por delante del acto de pedir. Primero promete y cumple, luego pide. La vida en sus diferentes facetas es una transacción (quid pro quo), una relación simbiótica.

¿Cómo sabemos si lo que vamos a prometer es valioso para la otra persona? No des por hecho que lo que tienes intención de prometer es lo que la otra persona está esperando. Antes de aprender a prometer, tienes que aprender a escuchar: asomarte a su mundo y desde el cultivo de la sensibilidad y el compromiso, preguntar y descubrir sus intereses.

Ten cuidado, prometer no es gratuito, es un arma con una enorme fuerza de retroceso. Prometer consagra tu tiempo y esfuerzo a satisfacer necesidades de los demás con la esperanza de una recompensa (incluso las personas que se mueven por imperativos religiosos o altruismo también buscan recompensa en la otra vida o en su bienestar interior). Por eso has de saber modular bien tus promesas, enfocándolas a tus propósitos.

Si haces muchas promesas y no las cumples, tu crédito social estará agotado y sólo podrás hacer cosas solo, te habrás convertido en una persona irrelevante.

Si te sitúas en el otro extremo de no hacer promesas para no incumplir ni complicarte la vida, serás una persona igualmente irrelevante y carente de valor para la comunidad (conozco a muchas así).

La promesa se convierte en un don cuando supera las expectativas de la otra persona, por eso, independientemente del contexto donde la realizamos, si queremos que nuestro prestigio suba como la espuma, entreguemos más de lo que prometimos.

Pedir cosas valiosas para mí.

Cuando he prometido y/o realizado algo valioso para la otra persona, es cuando estoy en condiciones de pedir de manera efectiva.

Podemos decir que en nuestra cultura está mal visto el acto de pedir, por eso pedimos poco y mal, incluso nos “tiemblan las piernas” y nos ruboriza el acto de pedir. En gran medida porque no visualizamos los actos de prometer-pedir como correlativos.

Si quiero realizar un pedido efectivo he de pensar en una promesa del mismo o mayor calado para la otra persona (calibrando bien lo que comprometo para añadir un poco más).

Las personas que no aprenden a pedir, difícilmente van a cubrir sus necesidades y llevar a cabo proyectos de vida con valor. En el otro otro extremo hay personas que piden mucho y prometen poco o nada (también conozco a muchas). Ambos grupos tienen un serio problema.

Prometer y pedir constituye nuestro mundo, es la base misma de la convivencia, el derecho, el trabajo, la empresa, las instituciones, la familia, las relaciones sociales… Nuestra vida social y su calidad está en el valor de las promesas y los pedidos que nos hacemos (confianza). Las comunidades y los países impecables en el prometer y pedir son ricos y viceversa. ¿Te parece ahora importante habitar el lado oculto del lenguaje?

Declarar cosas importantes para mí y para el mundo.

La declaración es el acto lingüístico que desencadena la realización de las promesas y los pedidos. Por ejemplo, cuando declaro la creación de una empresa, estoy anunciando el cumplimiento de promesas para los clientes en forma de satisfacción de sus necesidades, a la vez que estoy pidiendo algo a cambio (pago). Lo mismo ocurre con el resto de nuestras instituciones y organizaciones.

Nuestras declaraciones definen nuestro poder y reputación. Cuando declaremos hemos de velar por la calidad del acto.

Afirmar verazmente y enjuiciar de manera fundada.

Son actos del habla que habitan también en el lado oculto del lenguaje. Cuando hablamos, casi todo lo que decimos son interpretaciones de lo que ocurre (juicios); y en menor medida referimos situaciones que han ocurrido (afirmaciones) donde otras personas pueden dar fe.

El problema es que no sabemos distinguir entre ambos actos, acarreándonos muchos problemas y sufrimiento. En su correcto manejo está la clave para desarrollar el espíritu crítico, tomar decisiones fundadas, convivencia, ética personal, respeto, reputación…

Nuestras decisiones, opiniones, propuestas, pedidos, promesas…; serán más influyentes dependiendo de la calidad de nuestras afirmaciones (decir verdad) y del fundamento de nuestros juicios (juicios fundados).

Utiliza las funciones poderosas del lado oculto del lenguaje.

La principal función transformadora de las conversaciones se ejecuta desde la sala de máquinas de la parte oculta del lenguaje.

Cuando trascendemos de la verborrea (cosas superficiales que ocurren en la conversación) y nos pasamos al lado oculto es cuando comenzamos a observar y actuar en las conversaciones poderosas que cambian el curso de los acontecimientos. Entonces aparecen desnudas  las promesas (o su ausencia), los pedidos (o su ausencia), las declaraciones (o su ausencia).

Ese lugar oculto y privilegiado es el que nos permite actuar sobre el mundo (crear, innovar, emprender, liderar). Desde ahí observamos en la persona y la organización, los errores que se están cometiendo y los mecanismos para fortalecerlos: escuchando lo que se dice, lo que se hace y lo que se calla.

Todas las lenguas del mundo tienen en común palabras para los actos del habla que están en el lado oculto.

En todos los idiomas hay palabras para hacer pedidos, promesas, declaraciones, afirmaciones, juicios. La civilización se construye en torno a éstos actos y por eso se crean palabras para ejecutarlos. Luego, a través de ellos creamos la realidad inventando verbos para nombrarlos: pedir, prometer, castigar (promesa inversa)…

En las diferentes pronunciaciones de nuestros idiomas se dice: yo te prometo hacer esto para ti… a cambio te pido que hagas esto por mi… declaro que voy a hacer esto… si no haces esto el castigo es…

Por eso siempre quise que mis hijas aprendieran lenguaje, pero no el que estudiaron en el colegio, sino este lenguaje transformador y oculto que es el instrumento esencial al alcance del ser humano para crear valor, riqueza y civilización. La disciplina más rentable que puede aprender un estudiante que no figura en ningún plan de estudios.

Diseño de las conversaciones para habitar el lado poderoso del lenguaje.

Ya hemos visto como el primer paso es escuchar las conversaciones y entrar en su parte oculta, para luego hacerse presentes en ellas y realizar las promesas, pedidos y declaraciones que es necesario abordar. Pero para ello debemos aprender a diseñar y verbalizar las conversaciones de la parte oculta.

Cuando  mantenemos nuestras conversaciones (en la política, la empresa, la familia, la comunidad…) y observamos el déficit de promesas, pedidos y declaraciones efectivas, es cuando tenemos que tener preparadas esas conversaciones que previamente hemos diseñado y aprendido, por ejemplo:

Cuando hace falta una promesa: “yo prometo hacer esto por ti… te prometo que si tú me votas yo haré esto… te prometo solucionarte este problema…”.

Cuando hace falta un pedido: “tú podrías hacer esto por mí… yo te pido que hagas esto para mí… si yo hago esto por ti, tú podrías hacer esto otro por mí…”.

Cuando hace falta una declaración: “yo declaro que voy a hacer esto… declaremos que juntos vamos a hacer esto…”.

Ahora analiza tu vida y observa los enormes déficits que tienes por no manejar el lado oculto del lenguaje.

Sencillos ejercicios de entrenamiento para prometer, pedir, declarar.

Prometer, pedir y declarar tienen que ver con el coraje personal, la sensibilidad y el compromiso que tenemos con el mundo, factores todos que se pueden entrenar.

En función de tus intereses, elabora un listado de promesas que podrías hacer a tus clientes, votantes, socios… Luego pregunta si están interesados en esas promesas, finalmente haz las promesas y cúmplelas.

Haz promesas significativas a las personas que te interesan con el propósito que te recuerden como alguien cumplidor.

Elabora un listado de pedidos que son relevantes para llevar a cabo tu propósito o proyecto. Realiza en la práctica esos pedidos.

Haz una declaración solemne de tu proyecto, determinando el lugar y el momento adecuados.

Realizamos los actos del habla de manera inconsciente y automática sin darnos cuenta de la trascendencia del prometer, pedir, declarar, emitir juicios y afirmaciones para nuestra efectividad personal: producir valor con lo que hacemos, crear riqueza, desarrollar una identidad personal (marca). Nuestra calidad humana, prestigio y reputación dependen del manejo de las funciones ocultas del lenguaje. Cultivar la parte oculta del lenguaje es rentable para uno mismo y altruista a la vez.

Desde el MODELO 6-9 trabajamos las funciones del lado oculto del lenguaje para su apropiación por parte de las organizaciones y sus equipos directivos.

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El mundo no es consciente de las cosas que ocurren en el lado oculto del lenguaje, diría más, ni siquiera sabemos que hay un lado oculto en el lenguaje y ese hecho está mermando nuestro enorme poder transformador como seres humanos, y con ello, nuestras posibilidades de trabajar juntos, respetarnos en nuestras diferencias, superar los conflictos… En la parte oculta del lenguaje también reside la ética y el sentido de pertenencia como comunidad y especie para enfrentar los grandes desafíos (hambre, pobreza, cambio climático…).

Si deseas emprender una vida rica y llena de significado, encontrar un empleo, crear una empresa, partido político, encontrar pareja o en cualquier otra faceta de la vida. Busca a una persona (votante, empresaria, cliente…) y realiza promesas, pedidos con calidad (donde ambas ganéis), luego busca a otra y a otra… Tu proyecto vital está en marcha, una vida plena y llena de significado, una vida forjada desde el manejo del lado oculto del lenguaje y sus funciones poderosas.

No hay tiempo que perder.

Adelante!!!

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3 comentarios en “El lado oculto del lenguaje.

  1. Josilen Soza

    Un post muy enriquecedor la combinación de poder declarar,pedir y prometer nos forman como una persona valiosa para nuestras relaciones internas y externas sigamos por ese camino para convertirnos en personas emprenderoras.

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  2. Juan Carlos

    Gracias Josilen, tú conoces bien de qué se trata pues realizaste el curso de competencias genéricas de la Universidad Abierta en Línea de Nicaragua. Un fuerte abrazo y Adelante!!!

    Responder
  3. Pingback: La sociedad de la queja permanente y la crítica fácil. Una vacuna para salir indemne. | El blog de Juan Carlos Casco

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