La fuerza de la izquierda ha sido siempre el monopolio de la utopía, una batalla que ha perdido frente a la utopía liberal y el empuje del nacionalismo. La cuestión ahora es si la izquierda será capaz de construir una propuesta renovada que la reconecte con el sentir y emociones de la gente o continuará su declive.
La utopía es por antonomasia el patrimonio de la izquierda en torno a la promesa de un mundo mejor. El manejo de la fuerza de la emoción para alcanzar un futuro ideal superador de un presente lleno de penalidades, un paraíso terrenal que nos librara de las miserias para lograr una sociedad de personas, libres, iguales y solidarias.
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