Tecnología, productividad, capital, medios de producción, riqueza, trabajo, dignidad, brecha social, conflictos, ideologías y acción política en la era de la Inteligencia Artificial.

RESUMEN DEL ARTÍCULO

Tecnología, productividad, capital, medios de producción, riqueza, trabajo, dignidad, brecha social, conflictos, ideologías y acción política en la era de la Inteligencia Artificial.

La Cuarta Revolución Industrial, impulsada por la Inteligencia Artificial (IA), está transformando la relación entre tecnología, productividad, capital y trabajo. Este salto tecnológico reconfigura los factores económicos, generando tanto oportunidades como conflictos en el acceso a los medios de producción y la redistribución de la riqueza. A lo largo de la historia, cada ola tecnológica ha provocado profundas disrupciones sociales y políticas, como ocurrió con las tres revoluciones industriales anteriores. Hoy, tecnologías disruptivas como el big data y la automatización no solo elevan la productividad, sino que también generan tensiones en las relaciones laborales, la dignidad humana y la cohesión social.

Aunque estas innovaciones permiten una mayor capacidad de producción, no siempre se traducen en mejoras inmediatas en la calidad de vida. Desde el Neolítico hasta la Primera Revolución Industrial, las sociedades han enfrentado desequilibrios entre el progreso tecnológico y el bienestar humano. En este contexto, la Inteligencia Artificial plantea nuevos desafíos, como la amenaza de desigualdad, la concentración de poder y el riesgo de conflictos sociales sin precedentes.

Para enfrentar estos retos, es fundamental que las instituciones, la acción política y la educación se adapten al ritmo acelerado de cambio. La clave está en la creación de nuevas políticas que regulen las disfuncionalidades del capitalismo, enfrenten los desafíos de la migración y la globalización, y fomenten la democratización de los medios de producción. Solo un enfoque humanista que potencie el talento humano y garantice una redistribución justa de la riqueza puede evitar que las desigualdades y los conflictos escalen en esta nueva era.

Adelante!!!

ARTÍCULO COMPLETO 

Tecnología, productividad, capital, medios de producción, riqueza, trabajo, dignidad, brecha social, conflictos, ideologías y acción política en la era de la Inteligencia Artificial.

Toda revolución tecnológica ha supuesto un salto cuantitativo en la producción de bienes y servicios que altera los factores asociados al capital, los medios de producción, la productividad y el trabajo, impactando directamente en las relaciones laborales, las instituciones, la acción política y la gobernanza. Si las tres revoluciones industriales anteriores (máquina de vapor, electricidad, informática) generaron, de por sí, un terremoto en las estructuras económicas, sociales y políticas de su época, con revoluciones y conflictos de gran calado, está por ver las consecuencias de una revolución tecnológica aún mayor y sin precedentes (Cuarta Revolución Industrial), con unas tecnologías disruptivas (fabricación aditiva, blockchain, big data, realidad aumentada…) a la cabeza de las cuales se encuentra la Inteligencia Artificial. ¿Cómo gobernaremos esta complejidad? ¿Cómo anticiparemos los conflictos subyacentes? ¿Cómo facilitaremos el acceso democrático a los medios de producción? ¿Qué mecanismos de redistribución de la riqueza pondremos en marcha? ¿Qué propuestas políticas articularemos? Esas son las cuestiones que deberían ocuparnos en este momento.

Las grandes Olas Tecnológicas y las Revoluciones Industriales que han desencadenado

En 2,5 millones de años han ocurrido una serie de Olas Tecnológicas (herramientas de piedra, domesticación del fuego, agricultura, metales, rueda, navegación, máquina de vapor, electricidad, informática, inteligencia artificial). Cada Ola Tecnológica ha desarrollado nuevas formas de producción y revoluciones en la industria de su momento (Revoluciones Industriales).

Aunque ha habido otras revoluciones industriales anteriores (industria lítica, metales), nos vamos a remitir a las más recientes. La Primera Revolución Industrial desarrolló la producción en torno a la energía del vapor de agua allá por el siglo XVIII. La Segunda Revolución Industrial introdujo la producción en masa a partir de la energía eléctrica, desencadenando un salto descomunal en la productividad a mediados del siglo XIX. La Tercera Revolución Industrial incorporó las tecnologías de la información para automatizar y computarizar la producción, entrando en escena la primera generación de robots como fuerza de trabajo. En la segunda década del siglo XXI inauguramos la Cuarta Revolución Industrial con una generación de máquinas capaces de interactuar y comunicarse entre ellas, incorporando a la automatización tecnologías como el cómputo en la nube, las redes sociales, la movilidad, Internet de las cosas, la Inteligencia Artificial y el big data. Con ella aparecen las fábricas inteligentes capaces de reproducir copias virtuales del mundo físico y tomar decisiones descentralizadas, en un proceso de cooperación entre máquinas y humanos en tiempo real por Internet, y en un entorno con sensores más pequeños y más potentes, regido por la Inteligencia Artificial y el aprendizaje automático.

Los profundos cambios estructurales que producen las Olas Tecnológicas y Revoluciones Industriales

Todo salto tecnológico genera una nueva industria con un incremento de la productividad y la reconfiguración de los factores asociados al capital, trabajo, medios de producción, marco legal, acción política y gobernanza.

A lo largo de la historia, la principal fuente de conflictos ha estado motivada por la búsqueda de un equilibrio entre el aumento de la población y la producción de alimentos, bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la población. Así, desde las primeras comunidades humanas, las luchas por el acceso y control de las fuentes de alimentación han sido una constante, que a medida que la tecnología militar se sofisticaba, servía como argumento para expandir las fronteras, apelando a las necesidades de supervivencia de los pueblos ante la falta de alimentos y recursos.

Cuando las condiciones climáticas eran adversas, se experimentaba un crecimiento de la población o se sufrían las consecuencias de una pandemia, se alteraban los equilibrios en las comunidades y la única salida era recurrir a la violencia para robar los alimentos y medios de producción a los vecinos, utilizando para ello argumentos inventados y argucias «legales», como la doctrina que legitimaba la necesidad de ampliar el espacio vital, la apelación a la superioridad religiosa o la seguridad nacional, esgrimidos para justificar la invasión de territorios y países a lo largo de la historia, desde épocas ancestrales hasta el colonialismo, la Alemania nazi o el imperialismo americano. Todo un conjunto de doctrinas fabuladas por los más fuertes para expoliar y robar la riqueza de otros pueblos.

La evolución tecnológica nos ha resuelto viejos problemas, pero también nos trae otros nuevos

Aunque la población del planeta sobrepasa ampliamente los 8.100 millones de habitantes en 2024, disponemos de tecnología suficiente para producir alimentos y bienes básicos para cubrir sus necesidades. 

El salto de la productividad en la Cuarta Revolución Industrial es espectacular, el acceso a los medios de producción para fabricar bienes y servicios es fácil y barato como nunca antes (Internet, redes sociales, aplicaciones de inteligencia artificial), el conocimiento ha pasado de ser una materia prima escasa a ser abundante, ubicua y barata.

Aunque la automatización, la robotización y la Inteligencia Artificial han multiplicado exponencialmente nuestras capacidades, aparecen desafíos que amenazan con convertirse en fuente de conflicto, como la redistribución de la riqueza, la dignidad humana o la realización personal y profesional mediante el acceso al trabajo. Más tecnología, más productividad y más riqueza no significan mayor grado de satisfacción social.

Todo salto tecnológico y el desarrollo industrial que conlleva no se traduce automáticamente en mejora de la calidad de vida

El paso del Paleolítico al Neolítico no mejoró la calidad de vida de la población, sino todo lo contrario. El salto tecnológico e industrial de las sociedades nómadas a las agrarias se tradujo en una dieta más pobre, más enfermedades, menos esperanza de vida, menos libertad de movimientos, nuevas y agotadoras jornadas de trabajo, desigualdades sociales. Todo esto nos demuestra que el ser humano no siempre elige el mejor camino ni toma las mejores decisiones.

Lo mismo podríamos decir del tránsito a la Primera Revolución Industrial, con el abandono masivo del campo, hacinamiento y condiciones de vida inhumanas en las ciudades, explotación infantil, jornadas interminables de trabajo, enfermedades…

Todo cambio en la infraestructura (tecnología, industria, producción, trabajo) precisa ajustes en la superestructura (valores, creencias, acción política, instituciones, educación)

De no ser así, las sociedades entran en riesgo de conflictos a gran escala, destrucción, crisis y colapso. Una situación que se agrava cuanto mayor es el salto en la tecnología y en las derivas económicas y productivas que provoca.

Ante la disrupción tecnológica más grande en la historia de la humanidad que representa la Inteligencia Artificial, vamos a vivir una crisis social sin precedentes, porque las instituciones, la educación, los valores y la acción política no actúan con la flexibilidad y la adaptación que demandan los cambios experimentados en la economía, la producción y las relaciones laborales.

La experiencia vivida en anteriores revoluciones industriales nos puede ayudar a ver el calado de lo que expreso y los riesgos que enfrentamos. Por ejemplo, el aumento en la productividad y creación de riqueza que supuso la Primera Revolución Industrial no se tradujo de manera automática en mejoras de la calidad de vida y aumento de rentas de la población trabajadora. Se necesitaron décadas y, en algunos casos, más de un siglo para que los beneficios del incremento de la productividad se trasladaran a los salarios y condiciones de vida de los trabajadores, generándose por medio tensiones y conflictos de alta intensidad, hasta que la acción política, sindical y de las instituciones produjo ajustes para equilibrar la estructura social del sistema.

10 desafíos desde la acción política para hacer frente a los retos de la Cuarta Revolución Industrial y la Inteligencia Artificial

  1. Rediseño del sistema capitalista y su regulación para encajar las disfuncionalidades.
  2. Hacer frente a los envites de la ultraderecha/fascismo que amenazan la democracia y la paz.
  3. Globalización y migraciones masivas que buscan los niveles de bienestar de los países más desarrollados.
  4. Necesidad de respuestas atractivas por parte de la socialdemocracia.
  5. Búsqueda de alianzas entre el liberalismo y la izquierda para avanzar en propuestas conjuntas.
  6. Democratización de las posibilidades para acceder a medios de producción (tecnología) y capital para que cada persona pueda construir su proyecto de vida y materializar su emprendimiento.
  7. Acceso a una educación transformadora y desarrollo de las competencias clave para el siglo XXI.
  8. Enfrentar las consecuencias del cambio climático y mitigar sus efectos .
  9. Acuerdos entre países e instituciones (alianzas) para abordar de manera conjunta los riesgos globales del mal uso de la tecnología.
  10. Enfoque humanista para desarrollar el talento humano y apoyo a cada ciudadano para que alcance la mejor versión de sí mismo.

El ser humano, ante las encrucijadas a las que lo conduce la historia, no siempre toma las mejores decisiones

Ser más inteligentes y tecnológicos no significa ser más sabios. El horizonte que se abre es tan desconcertante, y hay tanto poder en la tecnología, que una mala decisión puede terminar con la especie. Nuestras instituciones, ideologías, partidos políticos y modelos de gobernanza están obsoletos, aturdidos y en shock ante la falta de respuestas y el auge destructor de la ultraderecha/fascismo, que aprovecha estos momentos para atizar conflictos y destruir las sociedades.

Por primera vez en la historia, el problema de la civilización no está en producir alimentos, bienes y servicios para cubrir las necesidades humanas básicas; el problema es de arrogancia, falta de sentido común, falta de visión, falta de empatía, falta de liderazgo y panorámica para leer la historia y sortear el abismo al que se puede dirigir la humanidad con un nivel de desarrollo tecnológico e industrial que elevan la productividad en progresión geométrica. La cuestión es si seremos capaces de realizar una redistribución razonable de la riqueza resultante o si la avaricia y codicia incontroladas serán la regla que nos lleve a precipitarnos al abismo. Esa es la verdadera encrucijada y la decisión está en nuestras manos.

Adelante!!!

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