Cierto día, un padre y su hijo hicieron un viaje en su borrico. Al pasar por un pueblo los vecinos murmuraron: qué vergüenza, el padre montado en el burro y el pobre hijo tan pequeño caminando; escuchando las críticas, el padre se bajó del burro y le cedió el puesto a su hijo. Llegaron a otro pueblo y la gente murmuró de nuevo: qué injusticia, el joven cómodamente montado sobre el burro y el pobre hombre caminando; por lo que decidieron montarse los dos en el burro. Y así llegaron a otro lugar donde los viandantes comentaban: qué vergüenza, dos hombres que pueden caminar perfectamente maltratando a un pobre animal; por lo que ambos decidieron continuar el camino a pie. Al paso por el siguiente pueblo, los paisanos decían: qué tontos, tienen un burro y no se montan en él. Después de una larga reflexión, el padre dijo: sabes hijo, vamos a hacer lo que consideremos que tenemos que hacer en cada momento, porque si nos guiamos por lo que opinan los demás, siempre recibiremos críticas y nuestra vida será un calvario.
Una sociedad en minoría de edad.
Crítica fácil, queja permanente, reivindicación de derechos, escaqueo de responsabilidades, ley del mínimo esfuerzo, superficialidad, procrastinación, descompromiso… son rasgos que se retroalimentan en la sociedad actual, generando una deriva sin freno hacia el nihilismo.
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