Lo rural y su esencia.

Quien experimenta su fuerza telúrica, no es capaz de desconectarse de ella jamás, es el magnetismo de las entrañas de la tierra que al fundirse con los elementos del paisaje crea un espacio emocional que interpela a los cinco sentidos. El campo sosiega y equilibra el espíritu, expande la mente, revela misterios, palpita, siente y se expresa, habla permanentemente a quien entiende sus signos, a quien se sintoniza con él.

Conectar con su ethos tiene sus propios códigos y dominio intelectual, su hermenéutica particular, su cátedra. Su ciencia que va más allá del conocimiento académico de sus magnitudes empíricas, mostrándose solo a quienes se conectan con él en la intimidad, desde donde únicamente se abre a revelarnos los secretos de sus sonidos y silencios.

Lo rural tiene su propia mística que se expresa a través de sus diferentes paisajes y escenarios. Sus propios ritos y liturgia que nos conectan con la belleza esencial y proporcionan emociones y experiencias sensoriales excelsas, a las que solo se puede acceder cultivando la sensibilidad a sus estímulos por largos años.

Acceder a la belleza de lo rural y sus atributos es un ejercicio que apela a los dominios intelectual, experiencial y emocional, de cuya confluencia aflora su ser verdadero. Resignificar lo rural solo se puede hacer desde el descubrimiento de su valor y belleza (https://juancarloscasco.emprendedorex.com/la-reivindicacion-de-la-belleza-de-lo-rural/).

El mundo rural necesita sus nuevos profetas y apóstoles que ayuden al mundo a descubrir sus esencias.

Nuevos referentes, artistas, intérpretes y prescriptores que sean capaces de deconstruir y revelar sus elixires. Lo rural es tan rico y tiene tantos matices, narrativas y vivencias que precisa ser repensado, resignificado, reformulado y rediseñado para ser mostrado de nuevo en torno a un nuevo recorrido , porque la venta que hemos hecho hasta ahora del mundo rural ha sido lamentable (https://juancarloscasco.emprendedorex.com/reto-demografico-cuando-vamos-a-aprender-de-una-vez-a-vender-bien-el-producto-rural/). Necesita sus nuevos referentes, como hizo Adriá con la cocina, Morillas con los perfumes o Picasso con la pintura. 

Lo rural, para su revalorización, pide a gritos ser revelado en sus categorías estética, intelectual y experiencial si quiere ser tomado en consideración por el mercado urbano. Romper con las etiquetas que lo denigran. Dejar de ser vendido en recipientes de litro como el “Varón Dandy” para ser envasado con la delicadeza de los perfumes de Grasse. Su producto tiene que desaparecer de los lineales de los supermercados de poca monta para ocupar los lugares destacados de las tiendas delicatessen. Su categoría ha de ser redefinida.

Después de vivir lo rural 30 años, no puedo escapar a su fuerza centrípeta, su centro de gravedad me atrapa en cada paso que doy, sus imágenes se proyectan en mi mente y reverberan en mis sueños, sus sonidos vibran permanentemente en mis oídos, sus latidos apaciguan mi alma, el hambre me trae el recuerdo de sus sabores… Los avatares del destino me han llevado por otros derroteros, pero vive en mí, y como el creyente que acude a su templo de tarde en tarde para renovar sus votos, vuelvo a él para solazar el alma, deleitar los sentidos y relanzar mi vida, alimentada ya con la savia de sus raíces y reconectada con la esencia de lo imperecedero cuyos vínculos nunca se rompen.

Y mientras termino la caminata por la dehesa, vuelvo a abrazar como en cada visita el mesto vertical que sembró mi abuelo hace más de cien años. Me siento debajo de la encina donde vi amanecer tantas mañanas de verano mientras ordeñaba las vacas con mi padre. Miro los chaparros centenarios y pienso en su historia. Ya estaban ahí en el tiempo del infame Fernando VII, conocieron la independencia de

las colonias americanas, la República, la Guerra Civil, la Cuarta Revolución Industrial y ahora están avistando la llegada del Virtuceno.

Lo rural es como una tienda con artículos que solo saben apreciar en su justa medida los clientes más refinados. Hay lugares prístinos y otros salidos del encuentro del ser humano con la naturaleza. Para mí la joya de la corona es la dehesa, como para otros pueden ser el desierto, la pampa o la montaña. Pero la dehesa tiene algo especial, posiblemente porque es el paisaje más parecido a la sabana, el lugar donde surgieron nuestros ancestros hace millones de años, dejando una huella indeleble que permanece en nuestro ADN, está en nuestro recuerdo genético. Por eso nos atrapa con tanta fuerza y reconecta con nuestro ser histórico más profundo.

Necesitamos nuevos profetas, apóstoles, intelectuales, artistas, poetas y creadores dispuestos a deconstruir la belleza de lo rural para mostrársela al mundo desde sus atributos más selectos, con sus secretos y mística. Un nuevo relato de lo rural que haga justicia a su valor real, lejos ya de los viejos prejuicios y atavismos que tanto daño nos hicieron.

Lo rural es bello, intelectual, elevado, selecto, diverso, moderno, refinado, creativo, inteligente, amable, sensible, cálido, exclusivo, delicado, espiritual…Todo lo contrario del sambenito que nos han colgado para aparecer como un espantajo donde la roña de lo cutre y lo vulgar (que también lo hay) ha cubierto el brillo del diamante que hay en su interior.

Adelante!!!

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