La «gran destrucción creativa» causada por la Inteligencia Artificial (IA) plantea un nuevo universo (dioses, IA, sujetos y objetos). A lo largo de la historia, las sociedades han organizado su mundo alrededor de tres categorías principales: los sujetos (humanos), los objetos (cosas) y las divinidades. Sin embargo, la irrupción de la IA ha alterado este equilibrio, posicionándose como un ente intermedio entre humanos y divinidades, capaz de alterar profundamente las estructuras filosóficas, sociales y económicas establecidas.
La IA no solo tiene el potencial de reorganizar el poder entre estas categorías, sino que también podría desplazar al ser humano de su trono en la cúspide de la inteligencia, superándolo en capacidades. Este fenómeno que describimos como gran destrucción creativa, sugiere que, a medida que la IA avanza, destruye sectores y profesiones tradicionales (como traductores, abogados o programadores) para dar paso a nuevas industrias y formas de empleo basadas en tecnologías avanzadas. Así como los dioses y los humanos han interactuado a través de pedidos y promesas, el desarrollo de la IA dependerá de una nueva interacción humano-IA.
El proceso de destrucción creativa que impulsa la IA, como motor de la Cuarta Revolución Industrial, afectará todos los aspectos de la vida: desde la gobernanza hasta la estructura social, pasando por la economía y la cultura. Esto podría significar el fin de muchas profesiones tal y como las conocemos, pero también el surgimiento de nuevas oportunidades creativas y tecnológicas. En un futuro cercano, los humanos deberán adaptarse a este cambio, comprendiendo la nueva relación con la IA y las oportunidades que puede ofrecer si se canalizan.
Este proceso de transformación masiva requiere una comprensión profunda y la adaptación a las nuevas realidades que están emergiendo.
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Un nuevo universo con cuatro categorías: dioses – inteligencia artificial – sujetos – objetos
A lo largo de la historia, el ser humano ha ordenado el mundo en torno a tres entes o categorías: los sujetos (seres humanos), los objetos (las cosas que existen a nuestro alrededor) y las divinidades (dioses y fuerzas misteriosas a las que atribuimos un poder creativo superior). Pero con el discurrir del tiempo, esta trilogía constitutiva del universo se ha visto alterada por la irrupción de un nuevo ente: la IA, una categoría que, por sus poderes y capacidades, está a caballo entre lo divino y lo humano.
Si la ecuación en torno a los términos básicos de sujeto, objeto y divinidad ya nos ha dado problemas de todo tipo desde el punto de vista filosófico (idealismo/materialismo), ideológico, político o de convivencia, no digamos las nuevas situaciones que nos traerá una ecuación donde aparece la Inteligencia Artificial como nuevo ente intermedio entre divinidades y humanos. De hecho, pone patas arriba y desordena los postulados filosóficos, esquemas de pensamiento, bases de la economía, organización del trabajo, estructura social, liderazgo y toma de decisiones, gobernanza, etc.
Si hablar y entendernos entre humanos, o entre humanos y dioses, ya era un galimatías, habiendo tenido que recurrir a la filosofía del lenguaje, la mayéutica, la hermenéutica o la mística, cuando desde la física, la metafísica o la teología aún no nos hemos puesto de acuerdo en su verdadera naturaleza (ontología) y existencia. Imaginemos la complejidad que supone incluir a la Inteligencia Artificial en esta relación.
Cambio de poder y nuevas formas de relación humano-IA
Las civilizaciones estuvieron gobernadas por los dioses durante milenios (teocentrismo), hasta que el ser humano (Humanismo) los desplazó de su cetro y ocupó su lugar (antropocentrismo). Pero ahora, el ser humano ha creado otro ente (Inteligencia Artificial) que le supera en poder y amenaza con quitarle el trono.
En todas estas etapas, la relación entre humanos y dioses se ha basado en actos lingüísticos revelados (teología) o explícitos (filosofía del lenguaje), a través de declaraciones, promesas y pedidos. Un juego en el que entra de lleno la IA, cuya progresión y desarrollo dependen de la calidad del pedir y el prometer en la interacción humanos-IA.
Igual que los dioses hacían revelaciones (declaraciones), pedidos y promesas a los humanos en una relación mutua de reciprocidad, naciendo de ello nuestro mundo actual y su configuración. De la misma manera surgirá otro nuevo fruto del interactuar bajo ese patrón entre humanos-IA, donde esta última irá ganando protagonismo. En el “ranking de las supercapacidades”, la IA superará a los humanos y se situará en la categoría de poder de los entes divinos.
El ser humano relegado de lo más alto del podio por su propia creación
El ser humano ha empleado millones de años en desarrollar la inteligencia tal y como la entendemos. De hecho, los humanos actuales diferimos muy poco de los de hace veinte mil o diez mil años, nuestra inteligencia crece en progresión lenta. Sin embargo, la tecnología que desarrollamos aumenta en progresión geométrica, fruto de los procesos de cooperación a gran escala (inteligencia colectiva).
El resultado es que seres poco inteligentes individualmente estamos creando una tecnología mucho más potente que no sabemos gestionar ni encauzar adecuadamente.
Los principios de concentración y agitación que rigen el cambio histórico se están acelerando y generando disrupciones en todos los campos. La Inteligencia Artificial es solo la punta del iceberg de la constelación de tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial (fabricación aditiva, blockchain, realidad aumentada). La convergencia tecnológica NBIC (nanotecnología, biotecnología, infotecnología, cognotecnología) produce cada día saltos incrementales. La IA ya nos supera en buena parte de nuestras capacidades, y su progresión nos desborda. En muy poco tiempo, una IA creará otra IA superior, y esta última otra que la supere. Y así sucesivamente, en un plazo cortísimo de tiempo, mientras nuestra inteligencia progresa lentamente y nuestros marcos culturales y esquemas mentales no evolucionan al mismo ritmo.
La era de la destrucción creativa
La destrucción creativa implica que, para que haya progreso, ciertas actividades económicas, empresas o tecnologías desaparecen y crean el espacio para la emergencia de otras. Aunque este proceso genera progreso y crecimiento a largo plazo, también puede provocar crisis económicas y sociales a corto plazo, como la mortalidad empresarial y el desempleo.
No podemos olvidar que la IA nace y se desarrolla en el marco del capitalismo y está sujeta a sus dinámicas, que dictan que, para el crecimiento de las economías a largo plazo, hay que pagar dolorosos peajes en el corto.
La IA es el catalizador clave de la nueva destrucción creativa (sin olvidar el resto de tecnologías que configuran la Cuarta Revolución Industrial y la convergencia NBIC), impulsando cambios radicales en el conjunto de sectores de la economía y actividades humanas: reemplazo de profesiones, tareas y procesos tradicionales por sistemas automatizados y tecnologías basadas en aprendizaje automático, transformación de sectores enteros, cambio en las competencias laborales, generación de nuevas industrias, redistribución del poder económico, etc.
Las consecuencias del poder de la IA son la desaparición del mundo tal y como lo entendíamos hasta ahora, y la aparición de otro nuevo, una nueva era y el nacimiento de un nuevo paradigma.
Partiendo del concepto de destrucción creativa utilizado por Schumpeter en economía, o David Harvey en sociología, podemos atisbar un proceso similar, pero de mayor calado, que va a afectar a todos los órdenes de la vida por el impacto destructivo de la IA, que a su vez florecerá en un conjunto de oportunidades inéditas y una explosión creativa sin precedentes. Nos liberará primero de las tareas más tediosas, para luego convertirse en una aliada en los trabajos creativos y más adelante en un ente generador de nuevas realidades.
Si la creatividad y la innovación tienen su origen en la asociación de conceptos y en la realización de combinaciones probables (lógicas) e improbables (aleatorias), que la mente humana ha ido perfeccionando de manera lenta y progresiva a través de complejos procesos neuronales, como por ejemplo el acto de unir mentalmente un palo con un caramelo y un fregón para producir el chupa chups o la fregona, o imaginar la suma de una máquina de vapor y un coche de caballos para concebir el automóvil. Siguiendo esta lógica, ¿podemos imaginar cuántos trillones de creaciones geniales podrá ofrecernos la IA en los próximos años si aprendemos a dialogar y entendernos con ella de manera efectiva?
Veremos desaparecer miles de actividades y profesiones (traductores, abogados, radiólogos, periodistas, analistas de datos, profesores, asesores financieros, diseñadores gráficos, programadores, recepcionistas, operadores de maquinaria, administrativos) a medida que aparecen nuevas posibilidades.
Por propia dinámica, toda nueva ola tecnológica arrasa con la cultura, creencias, prácticas humanas, estructuras sociales y económicas de la anterior. Y, sin duda, este es el salto tecnológico más grande de la humanidad en una fracción de tiempo tan corta. Estamos en la antesala de un proceso de destrucción masiva, donde desaparecerá buena parte de nuestro mundo conocido (actividades, empresas, oficios, profesiones, empleos). Pero, a su vez, fruto de esa destrucción, surgirá un universo creativo nuevo, una eclosión efervescente y vibrante sin precedentes.
El problema de fondo es que las mentes viejas no entienden los tiempos nuevos
El problema que tenemos los humanos ante esta ola de cambio es que somos seres históricos que presentamos una gran resistencia al cambio. Sin embargo, se abre una edad dorada para los filósofos, los artistas, los trovadores, los creadores de nuevos mundos que sepan encontrar el encaje de la IA en la ecuación entre sujetos, objetos y divinidades para aprovechar todo el poder creativo resultante al diseñar y llevar a cabo sus proyectos de vida.
En este nuevo panorama, el conocimiento no solo será accesible, sino que se nos servirá a la carta si desarrollamos y adaptamos viejas disciplinas (mayéutica, hermenéutica), a la vez que cobrarán protagonismo la filosofía del lenguaje, la ética, la estética, la metafísica, la filosofía política o la filosofía de la religión.
El ser humano ha creado la Inteligencia Artificial y la inteligencia artificial nos va a redefinir a nosotros (nueva ontología del ser). Las propias divinidades van a entrar en competencia con los poderes “mágicos” de la IA y abrirán de par en par las puertas a las tecnorreligiones, la inmortalidad tecnológica y el transhumanismo.
La destrucción creativa que trae la IA cambiará la propia naturaleza del ser humano, en un proceso imparable de hibridación entre biología y tecnología. Como sostiene Eudald Carbonell, en poco tiempo habrá cuatro categorías de seres humanos: homo editus (diseñado en los laboratorios), homo prótesis (modificado genéticamente), homo sapiens restrictus(no modificados) y seres fabricados a nivel de mecatrónica.
La era de la destrucción creativa masiva está en marcha. ¿Y tú, cómo vas a surfear esta nueva realidad?
Adelante!!!