La voz ancestral de las generaciones pasadas no está muerta, nos posee y se manifiesta en nosotros, está en nuestro imaginario, forma parte de nuestra arquitectura de pensamiento, habla por nuestras bocas, actúa desde nuestros cuerpos y piensa en automático por nosotros… Hasta que no desactivemos la ingeniería social que fagocita el talento, la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo; éstos no arraigarán en nuestras comunidades.
El medio rural se muere devorado por la cultura zombi.
Traemos aquí a colación el medio rural para observar el valor de los intangibles en los ecosistemas humanos (mentalidad, actitud, emprendimiento, liderazgo, cultura…). Y cómo su fragilidad frena el desarrollo material.
Sin ser una realidad única (hay diversas de realidades rurales). El entorno rural es un ecosistema humano débil e inestable aquejado de males del alma. Cuando hablamos de medio rural se nos vienen a la cabeza imágenes bucólicas de agricultores y ganaderos, pero en la realidad actual, la agricultura y ganadería, siendo muy importantes (economía, producción de alimentos, conservación del medio…); son actividades secundarias cuando no marginales incluso en el medio rural.
Llevamos décadas haciendo un mal diagnóstico de un paciente en estado crítico, y aplicándole en consecuencia tratamientos de choque y paliativos, que no actúan sobre la patología de base. Las terapias prescritas desde planteamientos economicistas decimonónicos no han surtido efecto porque no podemos regular un sistema complejo atendiendo exclusivamente a factores materiales (capital, infraestructuras, subvenciones…); sin entender las mentalidades y los esquemas de pensamiento subyacentes que configuran una subcultura con rasgos bien definidos.
En el trasfondo cultural arraigan un conjunto de intangibles que traban y yugulan el desarrollo de las comunidades rurales, mucho más complejos y difíciles de abordar que los relativos a las metodologías clásicas de la planificación estratégica. Pero como los remedios materiales son más sencillos de plantear y aplicar, a eso nos hemos dedicado durante mucho tiempo, con resultados muy pobres, por cierto.
El ser histórico que vive en el medio rural.
Para entender el medio rural, uno ha de formar o haber formado parte de él, y haber escuchado la voz interior que resuena de su interior, evocadora de un sentimiento de desazón y queja, cuyo eco histórico nace en las duras situaciones vividas generaciones atrás, pero que aún retumba con fuerza.
No podemos hacer un panegírico del mundo rural y sus gentes, sin una mirada serena de sus visiones limitantes del mundo, porque si no las identificamos y abordamos con decisión, nos seguiremos haciendo trampas en el solitario y el panegírico se convertirá en un laudatorio del difunto.
Es cierto que en el ser cultural del medio rural perviven un conjunto de valores a preservar, pero si no removemos los cimientos culturales donde anidan sus creencias y esquemas de pensamiento limitantes, y con ellos la voz interior de la comunidad rural, de muy poco servirá inyectar capital, construir infraestructuras, formar sin ton ni son… Podremos seguir llenando los pueblos de polígonos industriales, carreteras, equipos técnicos, incentivos a la creación de empresa… Y con eso no cambiar prácticamente nada. Lo que no quiere decir que el medio rural no necesite inversiones y capitales, que los necesita y mucho; pero con un propósito, con un sentido, con una misión, y desde una actitud diferente.
Soy una persona rural, de lo que me siento muy orgulloso. Defiendo muchos de sus valores con la misma fuerza que intento desactivar otros que adquirí en la escuela, el trabajo o las relaciones sociales; por eso reconozco con nitidez los factores emocionales que desencadenan el miedo, la resignación, la desconfianza en uno mismo y los demás, la inacción, la procrastinación…
El medio rural está atrapado en una bipolaridad emocional.
Yo describo ese estado de ánimo como de «alegre resignación». Por un lado dominan un conjunto de emociones que engendran desconfianza y una visión determinista del futuro (nada podemos hacer porque es inútil todo esfuerzo), conviviendo con una calidad de vida aceptable con los bienes imprescindibles.
El dominio de estas emociones contrapuestas crea un espacio que frena y desactiva todo tipo de iniciativas, actúa como un campo eléctrico para neutralizar la acción. De hecho si vas a una comunidad rural intentado poner en marcha algo nuevo, un emprendimiento, liderazgo de un proceso…; podrás comprobar como comienza a actuar esa «cultura zombi», pues es un automatismo que se activa inconscientemente y al unísono, revelando la esencia de un ser histórico: no podrás, otros ya lo intentaron, desiste, vuelve al redil…; una barrera refractaria al cambio que expulsa el talento, la creatividad, el emprendimiento, el liderazgo…; sólo franqueable por los más fuertes emocionalmente, empresa que en muchos casos adquiere rasgos de heroicidad, siempre a contrapelo y sujeta al escrutinio público. Una tarea agotadora para los que no desisten, aunque la mayoría terminan buscando espacios sociales más fértiles.
El ser rural queda retratado en el estilo del conversar.
Quienes trabajamos desde el dominio ontológico del lenguaje sabemos que los diagnósticos, las teorías y los análisis sistémicos nos pueden engañar, pero lo que no miente es la escucha del trasfondo de las conversaciones (juicios) de las personas del medio rural: «esto no cambiará, así ha sido siempre, desconfía, más vale pájaro en mano, todo está inventado …» Precisamente porque nuestras conversaciones revelan la verdadera naturaleza del alma humana; ese conversar muestra el ser histórico y la cultura profunda del medio rural. Esto es una realidad, por favor, no pongamos paños calientes, ni paliativos, ni discursos políticamente correctos; estamos ante un problemón, y si queremos poner soluciones, primero tenemos que identificarlo para luego abordarlo.
Desde una interpretación del mundo sostenida en creencias limitantes no se puede edificar un espacio fecundo, no hay ecosistema virtuoso que no esté apoyado en una visión y emocionalidad positivas acerca del mundo y el futuro. No hay comunidad que pueda cambiar su destino si en su ADN está instalado el derrotismo.
Hasta que no cambiemos el sentido profundo de las conversaciones de las personas del medio rural, no crearemos la apertura y el espacio necesario para transformar su realidad. Ahí queda eso.
Las consecuencias de una visión pobre de la realidad.
Esta forma de pensar que engendra una mentalidad pobre, se manifiesta en una debilidad en los siguientes aspectos: sentido de pertenencia, iniciativa, ambición, voluntad, perseverancia, riesgo, motivación, acción, creatividad, innovación… Este pensamiento genera una actitud que impide la eclosión del emprendimiento y el liderazgo; y un círculo vicioso de retroalimentación.
La falta de horizontes y expectativas positivas de futuro, unido a un conjunto de roles de dominación y poder, hacen que la cadena reviente por sus eslabones más débiles (mujeres y jóvenes). Pese a ser un férreo defensor del medio rural, he de reconocer que la visión reduccionista de sus mentalidades frena en seco la construcción abierta del mundo.
Ahora podrás entender el porqué en estas situaciones la formación no produce valor, el emprendimiento no arraiga y el liderazgo no fructifica.
Reconstruir el ecosistema rural desde el cambio en las personas y las organizaciones.
La inversión más importante es fortalecer los intangibles. Desarrollar las competencias de liderazgo, poner a germinar la innovación y el emprendimiento; pero esto no lo podemos conseguir haciendo las mismas cosas y poniendo más dinero para hacer lo mismo (cursos, personal técnico, infraestructuras….).
La cosa tiene que empezar por: (1) mirar nuestras miserias cara a cara; (2) creer con firmeza que podemos cambiar esa forma de pensar; (3) querer hacerlo y decidir hacerlo; (4) hacerlo; (5) aprender a hacerlo.
La formación y el aprendizaje es el último eslabón de la cadena, no el primero, por tanto, de nada sirve si no hay una predisposición, voluntad y deseo que la acompañe. Sinceramente, suspendería sine die todos los programas y acciones formativas en marcha hasta que no se dieran éstas condiciones.
No podemos crear innovadores, emprendedores, gerentes, líderes… Sin cambiar los factores limitantes de base. Si no somos capaces de mirarnos a la cara y reconocer los frenos que nos paralizan, estamos perdidos.
Estoy hablando de trabajar desde la base el sentido de pertenencia; crear entornos de confianza; espacios para la creación de proyectos piloto y a microescala; viajar y traer otros mundos al nuestro; asumir desde lo que nos toca, los grandes desafíos y tendencias globales (economía verde, lucha contra el cambio climático, especialización inteligente, economía de la experiencia, economía del conocimiento, movimiento slow…); crear nuevos espacios para la relación y poner a conversar a los centros de investigación e innovación con agricultores y potenciales promotores; crear espacios donde se enseñe a las personas a producir valor con su conocimiento; subir la autoestima de la gente; reducir su carga de miedo; entrenar prácticas de innovación, desarrollo de procesos para la coinvención del futuro; aplicar la tecnología a procesos de formación y capacitación masiva (MOOC)… Una visión disruptiva para una sociedad que necesita cambios radicales.
Innovación social para crear un nuevo ecosistema en el medio rural.
El factor crítico está en las personas, pero los cambios en las personas son mucho más lentos, complejos y costosos, que en las cosas. Para hacerlo, necesitamos una nueva tecnología, como la que hemos generado desde Emprendedorex, resultando exitosa en su aplicación a la transformación de las personas y las organizaciones.
Con ella puedes crear valor y transformación si trabajas en la práctica los 6 Dominios transversales (escuchar, declarar, afirmar, enjuiciar, pedir, prometer). Y 9 Niveles de excelencia: dirección, relaciones internas, relaciones externas, trabajo, aprendizaje, renovación, emocionalidad, planificación y evaluación.
Aunque hemos realizado un análisis desde la perspectiva rural, no creas que estás a salvo de la cultura zombi en el medio urbano, también vive allí.
Desmontemos la cultura zombi. No hay tiempo que perder.
Adelante!!!
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