¿Estaremos a la altura como sociedad para enfrentar la revolución de la Inteligencia Artificial?

Por Guillermo Fernández Vara y Juan Carlos Casco

Una mirada a Extremadura y su futuro en el horizonte de 2050

En los últimos años, en un ejercicio de prospectiva, veníamos hablando de los posibles escenarios para la Extremadura del 2050. En nuestra proyección, en línea con las voces más significativas del momento, pensábamos que fenómenos como la irrupción de la Inteligencia Artificial generativa o la singularidad tecnológica se consumarían hacia 2040 o 2050, un horizonte que, aunque distante en el tiempo aún, había que tomar en cuenta para comenzar a preparar a la región desde una visión a largo plazo.

Y el futuro llegó sin avisar

Sin embargo, el futuro, ese que imaginábamos para mediados de siglo, se precipitó de manera vertiginosa a finales de 2022. El lanzamiento de ChatGPT no fue solo un hito tecnológico más; fue la señal inequívoca que anunciaba el inicio de una revolución sin precedentes, que marcaba un antes y un después en la historia de la humanidad.

Tras varias conversaciones, coincidimos en la trascendencia del momento. No había tiempo que perder; era el momento de pisar el acelerador a fondo. Sin más dilación, configuramos un equipo de trabajo y nos lanzamos a la tarea. En cuestión de semanas, teníamos listo el borrador de una de las primeras iniciativas legislativas en la Unión Europea, diseñada para capitalizar el inmenso potencial de esta nueva tecnología, y con ella, se trazaron las líneas maestras para perfilar una ambiciosa estrategia regional de Inteligencia Artificial. Esta estrategia no solo buscaba la integración de la IA en los sectores productivos, sino también en la administración pública y en la vida cotidiana de los ciudadanos, asegurando una transición justa y equitativa.

Fue así como, en el mes de marzo, vio la luz el DECRETO-LEY 2/2023, de 8 de marzo, de medidas urgentes de impulso a la inteligencia artificial en Extremadura. Aprobado por el Consejo de Gobierno de la Junta de Extremadura y validado por la Asamblea, este decreto no es solo una norma; es la declaración de intenciones de una región que se atreve a dar un gran salto adelante en la mayor disrupción tecnológica de la historia de la humanidad, una que está destinada a transformar profundamente nuestra sociedad, economía, trabajos y profesiones.

Lejos de ponerle puertas al campo, el Decreto-Ley abría, de par en par, el camino para el desarrollo de la Inteligencia Artificial en la región. Su objetivo era generar las condiciones necesarias para su apropiación colectiva por parte de las empresas, las instituciones y la sociedad en su conjunto, fomentando la inversión, la formación de talento y la creación de un ecosistema innovador. Era, en esencia, una invitación a embarcarnos en un gran proyecto y una emocionante aventura compartida. Un reto apasionante que buscaba que los ciudadanos de a pie se sintieran protagonistas de este tiempo histórico, contribuyendo a mejorar nuestra autoestima y el orgullo de pertenecer a esta tierra. Extremadura, que ya tuvo un papel relevante en la sociedad de la información y el conocimiento, se podía volver a situar en una posición inmejorable para hacerlo en una revolución mucho más grande: la revolución de la Inteligencia Artificial.


No íbamos tan desencaminados 

El tiempo, ese juez infalible, nos dio la razón. En poco más de dos años, la Inteligencia Artificial ha sacudido el planeta, demostrando incluso que algunas de nuestras previsiones más audaces se quedaron cortas. Este fenómeno no es una simple ola; es una marea transformadora que está afectando cada faceta de la existencia humana. La economía se reconfigura a marchas forzadas, el panorama laboral comienza a experimentar una metamorfosis sin precedentes, nuestras relaciones sociales se ven mediadas por nuevas interfaces, y campos tan vitales como la educación, la sanidad o la ciencia comienzan a ser redefinidos por completo. No hay una sola esfera de la vida que permanezca ajena a su influencia.

Estamos viendo cómo los primeros modelos de Inteligencia Artificial generativa se perfeccionan rápidamente, alcanzando nuevas capacidades. Paralelamente, se avanza en la creación de agentes de IA convertidos en trabajadores, sistemas que asumen tareas complejas y liberan funciones humanas superiores para trabajos de mayor valor. Más aún, estos agentes están evolucionando al concepto de agencias de IA, donde sistemas inteligentes colaboran de forma sinérgica para abordar desafíos a gran escala. Y de aquí, solo queda un paso para la llegada de la Inteligencia Artificial General.

Este cambio vertiginoso no solo se manifiesta en el ámbito tecnológico. Sus ramificaciones se extienden al corazón de los mercados financieros: la IA y sus infraestructuras están liderando las inversiones en las bolsas de valores, canalizando flujos de capital hacia empresas y proyectos que la tienen como eje central. Esta tracción, a su vez, genera un efecto dominó, impulsando a otros sectores críticos como la energía o las materias primas, que se convierten en pilares indispensables para el sostenimiento de esta nueva era tecnológica. Lo que antes era un escenario plausible, ahora es una realidad innegable que exige una respuesta colectiva y decidida.


La IA y su control: La nueva fuente de poder

En la escena internacional, la Inteligencia Artificial ya no es solo una tecnología emergente; se ha transformado en el factor crítico que va a determinar el nuevo orden mundial. Su avance vertiginoso no solo redefine industrias y mercados, sino que está reconfigurando las dinámicas geopolíticas y el equilibrio de poder entre naciones. Aquellos que lideren su desarrollo, su regulación y, en última instancia, su aplicación, tendrán una ventaja estratégica incalculable.

En este momento crucial, se ha iniciado una nueva partida global por el monopolio de la Inteligencia Artificial. No se trata de una carrera tecnológica más; es una contienda por el control de la infraestructura que moverá el futuro. La capacidad de innovar en IA, de desplegarla a gran escala y de establecer las normativas que la rijan, se ha convertido en la divisa más valiosa. Porque, al final, la conclusión es clara y contundente: quien controle la Inteligencia Artificial será el dueño del mundo, no solo en términos económicos o militares, sino en la capacidad de influir en las sociedades, modelar el conocimiento y dirigir el progreso de la humanidad. Es una lucha por la hegemonía del siglo XXI, donde los datos son el nuevo oro y los algoritmos, el nuevo poder.


Estar a la altura para entregar lo mejor de nosotros mismos 

Los escenarios y proyecciones que los expertos en Inteligencia Artificial nos plantean para los próximos años auguran transformaciones profundas en la economía, el mundo del trabajo y el empleo, la medicina o la salud. Son cambios para los que, como sociedad, no estamos preparados y que nos exigen buscar acuerdos amplios para enfrentarlos, incluso planteando la necesidad de un nuevo contrato social.

Estamos en 2025. Si pensamos en el horizonte de la próxima legislatura, alrededor de 2030, nos damos cuenta de que nos jugamos el futuro ahora. Es este el momento clave para armar la estrategia a seguir y para demostrar una verdadera altura de miras. Lo que está en juego es demasiado importante; tenemos la responsabilidad de diseñar la hoja de ruta que va a condicionar, como nunca antes, el futuro de las próximas generaciones.

Lo que tenemos por delante es apasionante, pero a la vez, lleno de desafíos. Tenemos la gran suerte de poder vivir la revolución más grande de la historia de la humanidad, y esta emoción debemos transmitirla a nuestros jóvenes y a la sociedad en su conjunto. Es una llamada que debe servir para enfocarnos en un proyecto colectivo que está por encima de nuestras identidades particulares.

En tiempos de cambio, cuando nos jugamos el futuro, es cuando debemos sacar la mejor versión de nosotros mismos. Esto implica ceder en nuestras pretensiones maximalistas para ponernos de acuerdo en lo esencial, sabiendo que, para progresar colectivamente, tenemos que hacer cosas juntos. Se trata de identificar lo fundamental y priorizar el trabajo conjunto, sin que sea necesario que todos estemos de acuerdo en todo.

A pesar de todas las dificultades y problemas que nos afligen, debemos sentirnos privilegiados por vivir este momento y afrontarlo con alegría. Es el momento para demostrar nuestra estatura verdadera, contribuyendo con nuestro esfuerzo a edificar un legado pensando en las futuras generaciones. Y el momento para actuar es ahora.

Adelante!!!

Desde aquí mostramos el agradecimiento al resto del equipo que participó en este proyecto : Fernando Blanco, Urbano García, Fernando Barrena, Manuel Campo Vidal, Mónica Calurano, Manuel Bautista, Juan Ávila, Santos Jorna, Federico Buyolo y Damián Pérez.

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