¿Qué es más importante el pasado o el futuro? Entonces por qué dedicamos tanto tiempo a pensar en el pasado y tan poco en preparar el futuro. Este defecto también se traslada a nuestros gobiernos e instituciones que abrumados por el peso de la gestión del presente no les queda tiempo para construir el porvenir. Definitivamente necesitamos un Ministerio del Futuro.
Tenemos modelos de gobernanza viejos para tiempos nuevos.
Cuando el tiempo discurría lentamente y los acontecimientos tardaban en precipitarse, todo era más predecible. El problema llegó a finales del siglo XX con la aceleración del tiempo histórico y la inadaptación de nuestros gobiernos y organizaciones a la aceleración del cambio.
Tenemos organizaciones y modelos de dirección viejos para tiempos nuevos. Si echas una mirada a las estructuras del gobierno de tu país, región o ciudad, verás como se basan en el modelo de gobernanza del siglo XIX y XX, de ahí que se necesite un rediseño de las estructuras, funciones y estrategias de gobierno.
La prueba del algodón que te muestra que nadie se está ocupando del futuro.
Cuando preguntas a los gobernantes ¿qué proyecto de país o de región tienes para 2030? ¿Qué plan estás siguiendo para lograr ese objetivo? Podrás comprobar la pobreza de las respuestas y validar la veracidad de lo que te estoy contando.
Las mencionadas preguntas ponen en evidencia lo que estoy argumentando, yo las he hecho en alguna ocasión y he podido comprobar la reacción de mis interlocutores, porque en la práctica desnudan por completo y evidencian una realidad hiriente. La única salida honrosa que queda es negar la mayor diciendo: “… no, eso lo hace ya mi partido o mi gobierno… está en nuestros planes estratégicos… está en el programa electoral…”. A sabiendas que no es cierto, que en esos documentos no está el proyecto colectivo porque en realidad no existe, ni hay plan, ni hoja de ruta, ni personas ocupándose de ello.
Pero, claro, cuesta mucho reconocer que no hay verdadero proyecto de futuro, hemos reducido la política a la gestión del presente. Nos hemos acostumbrado a exigir a los gobernantes que sean buenos gestores, faltaría más, eso es como en el antiguo servicio militar (el valor se le supone). Para eso no necesitamos política ni democracia, eso se arreglaría contratando a gestores independientes. Pero la política es un arte que integra la buena gestión con la invención del futuro y el manejo de sus Arcanos mayores (dirección, sentido, criterio, osadía, visión, misión, creación de equipos, gestión emocional, planeación, planificación, impecabilidad, creación de un relato inclusivo, evaluación, compromiso radical, convocar a la gente a la acción, liderazgo…). Y esas funciones están huérfanas ¡Qué susto!
La política es el arte de las grandes cosas, de las cosas importantes, a un presidente le podemos llegar a perdonar que se equivoque con su proyecto de futuro, lo que no le perdonaremos nunca es que no tenga un proyecto de futuro, que no sea valiente, que no se atreva a sacar los problemas mohosos que viven en los cajones porque generan tensiones o conflictos (modelo educativo, modelo de convivencia…).
Cuando los ciudadanos descubren que no hay proyecto de futuro, que nadie se está preocupando y ocupando de ello, es cuando entra el susto en el cuerpo y surge la pregunta del millón: ¿¡Entonces quién demonios se está ocupando del futuro de todos!? La respuesta es contundente: ¡Nadie!
Y esto no es una crítica a la capacidad de los gobernantes, es una reflexión sobre la obsolescencia de los modelos de gobernanza que tenemos por no haber sido actualizados a los cambios acaecidos en el mundo.
De hecho, los presidentes, ministros, consejeros, directores, y alcaldes; viven en muchos casos al límite del agotamiento (pese a la mala prensa que atiza diariamente la labor política); atropellados por una gestión diaria, cuyas urgencias impiden hacer lo importante, que es construir el futuro. De esta manera, nuestros gobernantes actúan más de “apagafuegos” corriendo de problema en problema, sin encontrar tiempo para diseñar y proyectar el futuro. Realmente existe un poder superior que mantiene el statu quo, burlándose de la acción política del poder representativo de la democracia por inacción u omisión de quiénes lo ejercen.
Por tanto, se trata de un defecto mismo del sistema que no ha sido actualizado. Por consiguiente, el horizonte de un partido político no va más allá de 4 años, porque son las próximas elecciones las que marcan su futuro, instalándose el “cortoplacismo” y obviándose los intereses de las futuras generaciones. Así, pocas son las apuestas políticas basadas en un proyecto colectivo a largo plazo. Los grandes temas donde se juega el futuro de los países y regiones (educación, modelo productivo, modelo energético, modelo laboral…), se mantienen en el cajón durante décadas, hipotecando por entero el futuro de todos.
El futuro es ahora.
Hace unas décadas cuando se hablaba del futuro se estaba pensando en un horizonte temporal muy lejano, que se podía mirar con mucha tranquilidad por su distancia. Hoy, el futuro se precipita en meses, semanas y días. El futuro no es lo que era (Mafalda). Y ante esa realidad no hay estructuras de gobierno preparadas para responder a las nuevas contingencias.
El Ministerio del Futuro.
Cuando las instituciones del futuro se adapten a los nuevos tiempos, tendrán que diseñar y poner en marcha áreas de gobierno ocupadas de planear y desarrollar la acción de futuro (ministerios del futuro, consejerías del futuro, concejalías del futuro…). Entre sus funciones estarán la prospección de tendencias y escenarios, fijación de la dirección y el rumbo, participación ciudadana, planeación y planificación flexible, constructo del relato del futuro, coordinación de políticas, programas, proyectos y equipos… De hecho, será la sala de máquinas desde donde se conduzcan nuestras organizaciones y el lugar donde más tiempo se requiera la presencia de los presidentes o presidentas en detrimento de inauguraciones, mítines y fanfarrias.
La ciudadanía necesita estar segura de que sus líderes están ocupados de las cosas importantes: de su futuro y el de sus hijos. Dejando las cosas urgentes en manos de buenos gestores del presente integrados en sus equipos. Por eso lo que la democracia de hoy demanda a los líderes es que estén en lo importante (diseño del futuro) y bien auxiliados por gestores, pero discerniendo bien entre los conceptos de urgente e importante.
La gente que vivimos en la empresa tenemos una distinción clara para que lo urgente no nos desvíe de lo importante, de lo contrario nuestros días están contados, por eso dejamos la gestión en manos de las gestorías y gestores y nos dedicamos a los proyectos y al futuro (en el momento en que deleguemos la dirección en la gestión, la quiebra sólo es cuestión de tiempo).
Los poderosos no necesitan la política porque tienen a buen recaudo su futuro, por eso denigran de ella y utilizan a sus voceros para desprestigiarla, pero para la gente del pueblo es el bien más preciado porque en ella reside la fuerza para construir el porvenir. Por eso quienes la ejercen no pueden defraudarnos.
¿Empezamos ya a crear el Ministerio del Futuro de tu país, región, ciudad, organización o empresa?
No hay tiempo que perder.
Adelante!!!
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Como todo lo que escribes Juan Carlos éste artículo siempre deja una marca en los lectores y nos traslada nuestro pensamiento a ver que estamos haciendo ahors en el presente para lograr los objetivos del futuro .
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