RESUMEN DEL ARTÍCULO
Los cambios de patrón en la propiedad de la tierra y la producción de alimentos van a tener un gran impacto en el mundo rural, cuyo espacio se convierte en un lugar de especulación capitalista, donde priman las economías de escala y la maximización de los beneficios.
Los grandes fondos que invierten en tierras y en el conjunto de los eslabones de la cadena alimentaria han pasado de 100 a 900 en los últimos años, una tendencia que continuará en el futuro. De esta manera, en pocos años, estos nuevos propietarios y actores productivos irán ganando protagonismo en el mercado alimentario mundial en detrimento de grandes, medianos y pequeños propietarios.
Los nuevos caciques del campo no serán aquellos que fijan su residencia en el barrio de Salamanca, los que frecuentan los casinos provincianos o se pasean con sus flamantes todoterrenos por las calles de los pueblos. Los auténticos capos mueven los hilos de la propiedad de la tierra y la producción de alimentos desde los parqués bursátiles.
El cambio en los factores de producción (tierra, trabajo, capital, tecnología, estructura empresarial, mercados, relaciones de producción, cadenas de suministro) va a transformar la fisonomía, la identidad y el futuro del mundo rural. Aunque, como en todo cambio de época, siempre quedarán fósiles y reliquias del pasado. Seguirá habiendo pequeños, medianos y grandes agricultores que convivirán por largo tiempo y a duras penas con los nuevos gigantes.
El mundo rural está siendo transformado por las reglas del capitalismo salvaje y la globalización, igual que ya ha sucedido con otros sectores y actividades (pequeño comercio, taxistas, artesanos…). El dicho de que los agricultores y ganaderos alimentan al mundo pasará a la historia; su papel será asumido por otros actores mucho más poderosos.
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ARTÍCULO COMPLETO
Datos relevantes para entrar en materia
El interés de los grandes fondos inmobiliarios por las tierras agrícolas tiene un importante mercado en países como Estados Unidos, una tendencia que comienza a proyectarse en otros como España y Portugal. En los últimos años, el número de inversores que adquieren terrenos de cultivo se ha multiplicado por diez, mientras que aquellos que participan en empresas agroalimentarias han aumentado quince veces, según datos de la consultora CBRE. La inversión institucional en el sector agrícola ha crecido un 150% entre 2021 y 2022. En España, el 40% de los propietarios de fincas rústicas y el 50% de los titulares de explotaciones ganaderas están próximos a la jubilación.
España, con 23 millones de hectáreas de superficie agraria útil, es el segundo país de la Unión Europea con mayor extensión agraria, de las cuales 17 millones están dedicadas al cultivo (76% de secano y 24% de regadío). El interés de los fondos de inversión por las fincas rústicas españolas toma fuerza a partir de 2017, y las transacciones anuales promedian 400.000 unidades (234.000 registradas solo en el primer semestre de 2023).
Cambio en la propiedad de la tierra y estrategias de producción de alimentos
En la actualidad, se está gestando un cambio radical en las formas de producir alimentos que altera las relaciones tradicionales asociadas a los factores de producción (tierra, trabajo, capital, tecnología, estructura empresarial, mercados, relaciones de producción, cadenas de suministro), y con ello la fisonomía, la identidad y el futuro del mundo rural.
La tendencia imparable en la producción de alimentos es la concentración de la propiedad en manos de grandes fondos de inversión, la especialización inteligente, la tecnificación total (más producción en menos superficie), el control del conjunto de los eslabones de la cadena de valor para llevar los alimentos del campo a la mesa. Cada vez menos propietarios acapararán el mercado de las tierras. La tarta en la producción de alimentos se repartirá entre los grandes fondos de inversión, que irán ganando terreno frente a los grandes terratenientes y los medianos y pequeños agricultores. El capitalismo y la globalización, con sus economías de escala, han entrado con fuerza en la pugna por la propiedad de la tierra, la producción de alimentos, su transformación, distribución y comercialización.
El envejecimiento de los agricultores y la falta de relevo generacional acelerarán el proceso de concentración de la propiedad, convirtiéndose poco a poco en los nuevos grandes propietarios del territorio, comiendo el terreno a los propietarios convencionales. Los grandes caciques del campo ya no viven siquiera en el barrio de Salamanca de la capital, ni frecuentan el casino provinciano, ni se pasean a diario con sus todoterrenos por las calles de los pueblos. Su sede está en los grandes parqués bursátiles y en los sofisticados productos financieros que están decidiendo la estructura global del mercado de la tierra y la alimentación.
Los nuevos amos de la tierra: Cómo los fondos de inversión redefinirán la forma de producir y la esencia del mundo rural
La agricultura, durante siglos, ha sido mucho más que una simple actividad económica. Ha configurado la esencia de la vida rural, una forma de conectarnos con la naturaleza y un pilar fundamental de nuestra sociedad tradicional. Sin embargo, hoy estamos siendo testigos de una transformación sin precedentes: los grandes fondos de inversión han puesto sus ojos en el sector agrícola mundial, y con ellos viene un cambio radical, no solo en la producción de alimentos, sino también en el tejido social y cultural del mundo rural.
La entrada de los grandes fondos: Cuando la tierra se convierte en activo financiero
Los fondos de inversión ya no se limitan al sector inmobiliario tradicional. Firmas como Nuveen, a través de Westchester, y el fondo de pensiones canadiense PSP han irrumpido en el mercado agrícola con el objetivo de adquirir tierras fértiles y productivas a nivel global. Actualmente, Nuveen Natural Capital cuenta con una cartera de 1,2 millones de hectáreas distribuidas en diez países, con un valor de 9.400 millones de dólares. Es uno de los grandes propietarios de tierras de cultivo, principalmente en América, pero también con operaciones significativas en Europa, particularmente en la Península Ibérica.
Estos fondos buscan propiedades grandes, preferiblemente de más de 200 hectáreas, con acceso a regadío y potencial para cultivos leñosos de alto valor, como el olivar, los frutos secos o frutas tropicales. La lógica detrás de estas adquisiciones no es diferente de la de cualquier otra inversión: buscan economías de escala, aumentar la eficiencia y maximizar el retorno financiero. En su búsqueda de tierras, están aprovechando la situación estructural del sector agrario, que, debido al envejecimiento de la población rural y la falta de relevo generacional, se ve obligado a vender sus tierras.
Un ejemplo claro de esta tendencia es la compra por parte del fondo canadiense PSP de las tierras de Citri&Co, líder europeo en el sector de los cítricos, por un valor aproximado de 150 millones de euros. También ha adquirido el portafolio de Elaia, compuesto por unas 7.000 hectáreas, en una operación que superó los 250 millones de euros. Estas operaciones, que se extienden como una mancha de aceite por regiones como Andalucía, Extremadura y Portugal, se basan en una estrategia financiera que considera la tierra agrícola como un activo seguro, capaz de ofrecer rendimientos estables del 5% al 8%.
La expulsión de los pequeños agricultores y la economía de escala
Los grandes fondos de inversión operan con una lógica implacable: en un mundo en el que la tierra se convierte en un activo financiero, solo los más eficientes sobreviven. Y la eficiencia, tal y como la entienden estos fondos, se traduce en la capacidad de producir más, en menor superficie y a menor coste. Para alcanzar este objetivo, las economías de escala juegan un papel crucial. Al adquirir grandes extensiones de tierra y mecanizar al máximo la producción, los fondos maximizan la rentabilidad de cada hectárea.
Esta lógica de la eficiencia tiene un impacto devastador en los pequeños y medianos agricultores. La mayoría de ellos no tiene la capacidad de competir con los recursos y la tecnología de los grandes fondos. En consecuencia, se ven obligados a vender sus tierras o a aceptar contratos de arrendamiento a largo plazo. Según el fundador de Cocampo, plataforma de compraventa de fincas rústicas, el mercado está experimentando una progresión y consolidación en esta tendencia.
No es casualidad que los fondos se enfoquen en adquirir tierras en áreas como Andalucía, Extremadura y Portugal, donde las propiedades grandes y con regadío son particularmente atractivas. De hecho, en Andalucía, las tierras de nueva explotación con infraestructuras de regadío para cultivos permanentes pueden alcanzar entre 30.000 y 40.000 euros por hectárea, y en el caso de cultivos como el aguacate, el precio puede superar los 120.000 euros.
La transformación del paisaje rural y la reducción drástica del número de agricultores
La tendencia descrita no solo está cambiando la estructura de la propiedad de la tierra, sino que también está transformando el paisaje rural y las formas de vida tradicionales. La entrada de estos inversores está acelerando un proceso de despoblación rural que lleva décadas gestándose. Según las estadísticas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 93% de los propietarios de fincas son particulares, y la mayoría de ellos está cerca de la edad de jubilación. Sin relevo generacional, muchas tierras quedan disponibles para su compra, y los fondos de inversión están al acecho.
El impacto de esta transformación en el mundo rural es profundo. El campo está perdiendo su diversidad y su carácter comunitario. La mecanización y la especialización de los cultivos, promovidas por los fondos para maximizar el rendimiento, están llevando a una pérdida de biodiversidad y a una homogeneización del paisaje. Las grandes extensiones de monocultivos reemplazan natural de las pequeñas explotaciones. Pero la pérdida más valiosa es la de los pequeños agricultores que mantenían saludable el ecosistema y el dinamismo social de las comunidades rurales.
La nueva estrategia de los fondos: activos rurales y agricultura financiarizada
En el nuevo panorama agrícola, los grandes fondos de inversión están adoptando diferentes estrategias según el nivel de riesgo y rentabilidad que quieran asumir. Los fondos de pensiones y las grandes aseguradoras suelen optar por operaciones de menor riesgo, principalmente bajo la modalidad de «buy and leaseback», donde compran la tierra y luego la alquilan a un operador. En estos casos, los retornos esperados oscilan entre el 5% y el 8%. Por otro lado, algunos fondos están dispuestos a asumir más riesgos y participan directamente en la gestión de las tierras, lo cual les permite obtener retornos de hasta el 12%. Finalmente, los fondos de capital privado que prefieren una mayor exposición al riesgo compran participaciones en empresas agrícolas, con retornos que pueden superar el 15%.
En este contexto, surge una nueva forma de financiarización de la tierra: las socimis agrícolas. En Estados Unidos ya existen compañías como Weyerhaeuser o PotlatchDeltic, que cotizan en bolsa y son propietarias de vastas extensiones de tierras agrícolas y forestales. En España, la firma Armanext ha propuesto que las socimis puedan invertir en activos agrícolas, siguiendo el modelo de las SIGIS en Portugal o las REIT en Estados Unidos. La idea es atraer inversión hacia los activos agrícolas, pero esto plantea interrogantes sobre el futuro de la propiedad de la tierra y quién tendrá el control sobre los recursos agrícolas en el país y la soberanía alimentaria.
El modelo de producción que promueven los fondos está orientado principalmente a los cultivos de alto valor y a la exportación, y no necesariamente al consumo local. Además, los grandes monocultivos y la mecanización intensiva tienen un impacto significativo en el medio ambiente, agotando los recursos hídricos y reduciendo la biodiversidad. Aunque se promueve la eficiencia en el uso del agua y otros recursos, el enfoque en la maximización de los rendimientos a menudo va en detrimento de la sostenibilidad a largo plazo del ecosistema agrícola.
Escenarios de futuro en torno a la producción de alimentos y el mundo rural
Lo dicho con anterioridad se puede resumir en los siguientes escenarios:
- La concentración de la propiedad y los medios de producción será imparable en torno a las multinacionales del sector y los grandes fondos de inversión que irán ganando terreno a pequeños, medianos y grandes.
- Seguirá existiendo un nicho de mercado para atender a consumidores locales, alimentos ecológicos, hasta que estas producciones puedan entrar en la dinámica de las economías de escala.
- Los grandes fondos de inversión y las multinacionales cerrarán paulatinamente todos los eslabones de la cadena (propiedad de la tierra, tecnología, producción primaria, transformación y procesado, distribución, comercialización, consumo) para ejercer el control y absorber todo el valor añadido de la misma.
- Igual que las semillas y los agroquímicos están en manos de un puñado de empresas que controlan el negocio mundial (Bayer-Monsanto, Corteva, Syngenta, BASF) ejerciendo su poder económico y capacidad de presión regulatoria, una tendencia parecida de concentración se producirá en torno a la producción de alimentos.
- La tendencia en la producción ganadera es la misma, incluso a medio plazo más radical, en torno a la fabricación de carne en laboratorios, donde no será necesaria la presencia de los ganaderos. Pero esto tiene nuevos matices y derivas que analizaremos próximamente en otro artículo.
- En todo caso, estos fenómenos que son tendencias imparables van a tener un impacto tremendo sobre el mundo rural, su esencia, actividades, relaciones económicas, sociales y laborales, y su fisonomía. El paisaje en forma de mosaico que generaba ecosistemas robustos y autorregulados se ve sustituido por enormes lienzos de monocultivos. Las bucólicas imágenes asociadas a la ganadería extensiva y el pastoreo se convierten en una rareza.
¡Que nadie se asuste! Esto es el capitalismo y el neoliberalismo, señores. Lo digo para poner en evidencia a quienes lo defienden a muerte, salvo cuando toca a sus intereses. Sus reglas son las mismas que rigen en otros sectores y trituran sin piedad negocios y actividades completas (pequeño comercio, taxistas, artesanos…). No lo duden, se llevará por delante incluso a los señoritos de pelo engominado.
Como en todo cambio de época, siempre quedarán fósiles y reliquias del pasado. Seguirá habiendo pequeños, medianos y grandes agricultores que convivirán por largo tiempo y a duras penas con los nuevos gigantes, que acabarán por aplastar a la mayoría y reducir a un papel cada vez más marginal a una minoría resistente.
El dicho de que los agricultores y ganaderos alimentan el mundo tiene fecha de caducidad. Su papel y la influencia que ejercen estarán pronto en manos de otros actores mucho más poderosos, cuya prioridad no es alimentar a la humanidad, sino maximizar los retornos de inversión.
Y ahora, quienes defiendan el neoliberalismo depredador, que lo hagan de manera informada y asumiendo todas sus consecuencias.
Adelante!!!