Tenemos escuelas donde aprendemos lenguaje, matemáticas y otras materias básicas. También universidades y centros educativos que nos enseñan un oficio o profesión. Pero no tenemos una escuela que eduque y cultive nuestro talento.
Como padres o educadores aspiramos a que nuestros hijos sean felices conectando su pasión, vocación y potencial con su profesión. Un deseo que se ve frustrado por la rigidez de un sistema educativo que fue diseñado para producir trabajadores en serie para alimentar la maquinaria productiva de las industrias, las empresas y la administración.
Aunque el bien más preciado y el mayor capital con el que cuenta una sociedad es el talento de sus individuos, no existe un plan para su puesta en valor y desarrollo. Y al contrario de lo que podría pensarse, el talento no es un bien escaso, sino un don abundante (todas las personas tenemos un talento aunque en la mayor parte de ellas permanezca oculto y nunca llegue a aflorar y alcanzar su esplendor).
Cuando vemos a Messi o Rosalía en acción, reconocemos su talento natural para el fútbol o la música. Pero no hemos desarrollado la sensibilidad para descubrir y escudriñar el talento de otras personas que no es tan visible, y aunque esté más oculto, vive y palpita dentro de cada uno de nosotros.
También cabe preguntarnos qué hubiera ocurrido si los padres de Rosalía y Messi se hubieran empeñado en que sus hijos estudiaran para ser un médico o una científica respetable en contra de su pasión, evitando que “perdieran el tiempo” dando patadas a una pelota o cantando. Una práctica demasiado común con la que guiamos los futuros profesionales de nuestros jóvenes desde las familias, la “lógica social” o los centros educativos. Seguro que hubieran visto frustrados sus talentos, como ocurre a una parte importante de nuestros jóvenes.
Ejercicio de introspección. Mirar dentro de la persona.
El talento vive dentro de la persona, pero hay que desarrollar la habilidad para descubrirlo, observando sus actitudes y aptitudes (aficiones, intereses, atención…), así como la exposición a estímulos y análisis de sus respuestas.
Conectar con su sensibilidad.
El talento está unido a la sensibilidad. La sensibilidad es una precondición para el aprendizaje y se desarrolla a partir de 10 prácticas (cultivar las buenas preguntas; abrir los horizontes del mundo personal, del mundo conocido, saltar de nuestra zona de confort a espacios desconocidos; capacidad de admiración y asombro por la magnitud del mundo y el misterio de la vida; cultivar la belleza y la inspiración desde las creaciones artísticas; cultivar la gratitud, el perdón, el amor; cultivar la observación de las anomalías en el mundo, las desarmonías, lo que no funciona, lo que aflige a la comunidad, los problemas; cultivar una actitud comprometida y responsable con el mundo; cultivar y abrirse a la transformación del mundo y darse permiso para actuar -hábitos proactivos-; cultivar el emprendimiento y el liderazgo; cultivar las sinergias y las relaciones).
Desarrollar el talento parte de la observación de la sensibilidad y su cultivo:
El papel de la sensibilidad en el desarrollo del talento:
Darse permiso.
El talento no se puede desplegar si la persona no se da permiso para actuar, tomar las riendas de su vida y dedicarse a lo que le apasiona; por eso, lo primero que tenemos que trabajar es el permiso.
Desarrollar una visión global (holística) del mundo.
Una mirada en perspectiva de la geopolítica, tendencias globales, escenarios, fronteras de la ciencia y el conocimiento.
Aprender a descubrir posibilidades y convertirlas en oportunidades.
Con descubrir nuestro talento no basta, hemos de aprender a crear posibilidades para ponerlo a trabajar y crear valor con él y ganarnos la vida.
Prácticas para crear posibilidades y convertirlas en realidades:
Estos son algunos de los fundamentos para desarrollar un nuevo método, modelo y concepto para el desarrollo del talento que iremos desgranando en próximos artículos.
Adelante!!!
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