¿Y yo, qué estoy haciendo por el reto demográfico?

La historia de Carlos Marx, la vieja del coche robado, los mirones de la obra y el colibrí.

Decía Marx en su tesis once sobre Feuerbach que los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. El equivalente para la filosofía de andar por casa sería: menos hablar y más actuar. Un cuento que nos podríamos aplicar al reto demográfico donde es tan fácil dar datos, consejos y ofrecer proyecciones acertadas, como difícil es asumir riesgos y comprometerse en soluciones.

Cuentan que al detener la policía a un vehículo para advertir a su conductor de una cuestión menor, la abuela gritó desde el asiento de atrás: ¡Ya lo dije yo que con un coche robado no llegaríamos lejos! Ni que decir tiene que la abuela era una académica jubilada. Y es que nos encanta el modo cínico y descomprometido de la “vieja sorda”. Claro que el despoblamiento rural es una tendencia nítida, como lo es el cambio climático o la obsolescencia del sistema educativo, pero para ayudar en estos desafíos no necesitamos gente que nos recuerde la evidencia y sí activistas comprometidos.

Y todo esto en un país cuyo deporte nacional es salir a la calle y mirar las obras públicas apoyados en una valla, criticando los trabajos de los demás desde el modo cínico y la inacción.

Si queremos ayudar de verdad en esto del reto demográfico, debemos bajar a la obra y ponernos el mono de trabajo, cada cual donde pueda hacer su aporte.

Una vez un gigantesco incendio devoraba el bosque mientras los animales corrían despavoridos sin saber qué hacer, un colibrí con su pico lleno de agua volaba en dirección contraria hacia el incendio. El rey de la selva le paró y le dijo: ¿adónde vas, no ves el incendio? A lo que el colibrí respondió: llevo agua para apagarlo. Pero no podrás hacer nada dijo el león, es inútil. A lo que el colibrí respondió: yo hago todo lo que puedo.

El reto demográfico no es un asunto que atañe a una comarca, una región, un país o un continente; es un problema global, es un reto civilizatorio. El desafío es tan descomunal que exige una acción concertada de toda la sociedad y secundada desde una gobernanza multinivel.

La progresión de la especie humana en el planeta es imparable, va destruyendo viejos mundos a la vez que creando otros nuevos (megalópolis). Y uno de los mundos en retroceso y peligro de extinción en todos los continentes es el mundo rural tradicional.

Es evidente que desde los ámbitos académicos, administrativos, políticos, profesionales y sociales hay una sincera preocupación por revertir el problema demográfico; pero desde la preocupación y la descripción reiterada del problema no se contribuye a su solución.

La acción política es muy importante (de hecho el asunto ocupa un lugar destacado en la agenda) aunque las administraciones y gobiernos por sí solos no son tan poderosos como para solucionar problemas de este calado. Para hacerlo, todos, absolutamente todos, tenemos que poner de nuestra parte.

Por otro lado, ya tenemos todos los datos y evidencias; el problema está perfectamente diagnosticado y pronosticado. Lo peor son las prescripciones bisoñas y faltas de enfoque, y sobre todo, la ausencia de compromiso, o lo que es lo mismo, pasar del dicho al hecho (actuar). No necesitamos más estudios de prospectiva demográfica porque hasta un alumno puede realizar el mismo ejercicio certero y llegar a las mismas conclusiones en un examen de primaria. Tampoco sirve prescribir recetas para que los demás hagan cuando yo no muevo un dedo, como decía aquel cura: “tú, hijo, haz lo que yo te digo pero no lo que yo hago” o el médico de mi pueblo cuando prohibía terminantemente el tabaco a mis paisanos  mientras extendía sus recetas cigarrillo en mano.

Si yo desde aquí les dijera, exponiendo listados enormes de datos en un estudio adornado con jerga técnica, que se muere más gente que nace, que perdemos población, que cada día somos más viejos, que se va más gente que viene, que de seguir así en 30 años nuestra progresión demográfica dibujará una pirámide invertida…Y que para frenar todo esto hay que traer más inversión, poner más fábricas, reclamar más prestaciones por conservar el medio, transformar los productos locales, hacer más regadíos… Ustedes seguro se enojarían conmigo y me dirían cabreados: ¡Y tú qué estás haciendo para solucionarlo! Me correrían a gorrazos. Y con razón.

Demasiados observadores de la obra desde sus cátedras haciendo certeras descripciones y sesudos argumentarios rayanos en la hilaridad intelectual mientras el paciente declina en sus últimos estertores, pero muy pocos arremangados y comprometidos haciendo cosas de verdad.

El reto demográfico no es fácil en un mundo que fluye incesantemente del campo a las ciudades y de ellas a las megalópolis, en Asia hacia Pekín o Bombay, en América hacia Nueva York o Méjico, en Europa hacia París o Londres, en Africa hacia El Cairo o Kinshasa. Nadie de manera individual tiene la clave para parar esta sangría que precisa de políticas de estado y entre estados, quizá hasta de un nuevo pacto social, porque el despoblamiento no es un problema, es causa y consecuencia de otros fenómenos civilizatorios como el cambio climático, la disrupción tecnológica, la transformación de las economías, la crisis del modelo laboral… Su abordaje necesita de un enfoque holístico y una agenda global.

El tiempo que dedicamos a estudios que nos van a decir lo que ya sabemos, empleémoslo en actuar, en probar cosas nuevas. Seguro que nos equivocaremos muchas veces en la búsqueda de soluciones pero no nos queda otra.

La clave es actuar y dar paso a los “colibríes”, a aquellos cuya voluntad es hacer, actuar, comprometerse. Sabiendo que el desafío es tan descomunal que aquí no sobra nadie (académicos, funcionarios, activistas, ruralistas, agraristas…). Y sobre todo las instituciones y organizaciones del territorio, unidas a una población que se resiste a la desaparición de un mundo donde viven sus recuerdos y esperanzas.

Además de las legítimas reivindicaciones del mundo rural (banda ancha, infraestructuras, trato fiscal favorable…), hemos de ser conscientes de que estamos en la Cuarta Revolución Industrial, un horizonte apasionante y abierto donde el medio rural tiene que jugar nuevos roles y elaborar nuevas  propuestas utilizando  las piezas de una rabiosa modernidad que están a nuestro alcance: especialización inteligente, economía circular, economía plateada, economía de la experiencia… Junto a las tecnologías disruptivas de las que podemos hacer uso (big data, blockchain, fabricación aditiva…).

Todos somos importantes en este desafío monumental, no sobra nadie, cada uno de nosotros puede hacer un aporte constructivo, aquí hay tajo para todos,  utilicemos nuestras energías en sumar al todo en lugar de intentar desprestigiar a quien pretende hacer o lo está intentando.

El colibrí solo no podrá apagar el fuego, pero seguro que la extinción del incendio pasa necesariamente porque todos adoptemos su espíritu y compromiso.

Adelante!!!

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