A menudo nos quejamos de que los demás no nos escuchan, y cuando tenemos el poder para hacerlo lo malgastamos en filigranas, retórica, gustarnos a nosotros mismos o decir atropelladamente las cosas que sabemos para parecer más interesantes, desaprovechando la ocasión para producir valor para uno mismo y el auditorio.
Desde el discurso podemos desarrollar poder personal si somos capaces de generar afectación, descubrimiento e inspiración para producir movilización, acción y transformación.
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